La función de terror inició

Llegué a Tuxpan, Michoacán, por motivos de trabajo el 11 de noviembre. Me registré en el hotel Tuxpan, en la habitación seis. Pasaron  los días con normalidad. Sin embargo, en los primeros minutos del 28 recibí una llamada a mi habitación. Del otro lado de la línea se identificó un hombre que se hacía llamar Ricardo, que dijo trabajar para el “Cártel”.

Ricardo: ¿Estoy hablando a la habitación 106?

Puntualicé: Es la habitación seis.

Después del traspié, Ricardo endureció su forma de dirigirse a mí, se volvió más amenazante: Estoy en la administración. ¿De dónde nos visita? ¿A qué se dedica? ¿Dónde trabaja? ¿Trae drogas, armas o lava dinero?

Contesté en ese orden estrictamente: Ciudad de México, escritor, en el ayuntamiento municipal. Respecto a la última interrogante, negué traer algo de lo mencionado.

Ingenuamente, ofrecí aclarar la confusión y salir a hablar con él, pero me dijo que no lo intentara. Aseguró que 18 de sus hombres entrarían buscando a un par de integrantes del grupo rival, que la bronca no era conmigo. Me pidió que mantuviera la calma y que sin importar los gritos y balazos que escuchara, por ningún motivo saliera del cuarto. A través de amenazas me persuadió a pensar en mis seres queridos.

 

La función de terror inició

Entré en pánico. Ricardo me pidió el número de mi celular y temblé, de pies a cabeza.

No me lo sé, dije torpemente

El hombre se exasperó: ¿Quieres que mis hombres tumben tu puerta?

Me derrumbé: No, por favor, señor. Deme su número y yo le marco.

Caí en su red. Ricardo me pasó a su subalterno, quien me dio su nombre, pero no lo recuerdo. El miedo me invadió, tuve que sentarme para poder intentar controlar mi cuerpo. Fue terrorífico. Me indicó cerrar mis redes sociales y mandar un mensaje de texto, pero el temblor de mis manos me lo impidió.

Finalmente pude poner #43 #728, junto con la palabra “Alta”.

 

La redención

Fue el turno de Oscar, su papel fue tranquilizarme; hablamos de la vida, de las mujeres, de nuestros distintos oficios. Desde su punto de vista, agarró el mal camino, y su motivación, dijo, es su familia.

Hubo un momento en el que comparamos nuestra moral, cuando llegamos a la muerte, coincidimos en que todos tenemos miedo de eso. También nos dimos tiempo para hablar sobre lo que he escrito, descubrieron en las redes sociales mi libro, Prisión, Gloria y Ocaso de Hugo Chávez. No le entusiasmó mucho el liderazgo del venezolano, ni tampoco sus logros. No obstante, describió de manera certera que el título definía las distintas etapas de mi texto. Me sentí halagado. Así lo diseñé en mi cabeza.

El hielo entre nosotros se rompió, varias veces insistió que había agarrado el mal camino.

Oscar: ¿Qué piensa de lo que hacemos?

No dudé: El único que agarró el mal camino fueron los Gobiernos Federales, nunca tuvieron oportunidad.

Oscar pasó tres años en la cárcel y cuando salió, a los 23 años, se enroló de sicario, su motivación ha sido su familia. Reconoció, a sus 34 años, que un sicario es una ficha reemplazable en una empresa que mantiene una determinada estructura de poder a la cual él no se ha podido adaptar del todo.

Estudió hasta tercero de secundaria y no me creyó que todo es posible, como terminar la preparatoria y hacer una carrera universitaria. Le dije convencido que nunca es tarde para conocer las diferentes formas de ver el mundo.

 

Minuto a minuto

Antes de darme las siguientes instrucciones me agradeció la plática.

Oscar: Fue muy agradable, no siempre se tienen estas oportunidades.

Yo también aprendí le dije convencido.

De las 4:50 am a las 7:05am, me hizo que repitiera la siguiente frase: “81,79, comandante Escorpio 54, pendiente en la línea. Aquí reportándome”.

Lo realicé sin fallar ni una sola vez.

Del otro lado de la línea, él contestó la mayoría de las veces, “reportándome”. Me pidió que no me durmiera que el operativo contra los el grupo rival casi había terminado.

 

La ultima estocada

A la 7: 06 Ricardo tomo el control, ahora me tenía que reportar cada 5 minutos. A las 7:20 se me informó que habría una balacera en el hotel y tenía que desalojarlo. Me obligó a llevar mi tarjeta de crédito y que abandonara las instalaciones. Las instrucciones eran ir al banco, retirar recursos y luego dirigirme al hotel Jardín y ahí registrarme con el nombre de Ricardo Rosas.

Ricardo me aseguró que si cortaba la comunicación, nunca jamás regresaría a la Ciudad de México. No pude más con la tortura mental. Abandoné el celular.

Las autoridades municipales han reconocido que el plagio virtual se ha convertido en una plaga que se ha extendido en la entidad y los ciudadanos lo han normalizado como un mecanismo de defensa.

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