A la entrada del nuevo gobierno, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, y que a través de los congresos locales y federal domina un amplio espectro de la política en México, existe un brote enorme de civilidad que no se había visto hacía muchos años; con esto nos referimos a esa necesidad de inferencia social en las decisiones de “la cosa pública”, en las cuales ciudadanos que antes parecían apáticos ahora quieren participar, o por lo menos, opinar.
Sí, anteriormente hubo otro tipo de acciones civiles en las que ya se clamaba por un papel preponderante de la sociedad en la política. Sin embargo, hoy las redes sociales e incluso la apertura de la nueva administración está causando nuevas dinámicas en cuanto a la relación entre gobernantes y gobernados.
Que gran parte de la sociedad, sin importar edad, escolaridad o estrato, busque un papel más activo en las dinámicas públicas es de celebrarse; empero, querer entender todas las estructuras del Estado así de pronto, es como querer nadar en el mar sin antes haber probado habilidades acuáticas en una alberca y bajo instrucción: para conocer a los delfines, primero hay que aprender a no ahogarse en un chapoteadero.
Y es que claro, cuando el nuevo gobierno anunció la reducción al presupuesto de las universidades públicas y luego de la presión social afirmó que fue “un error”, mostró esa falta de autoridad e incluso de experiencia que muchos detractores le reclaman; sin embargo, del lado positivo, es que anteriormente, muy pocas veces un Jefe de Estado en México había retrocedido en una decisión porque así lo quisiera la gente.
Más allá de eso, existe una realidad: ni los propios universitarios conocen a fondo sus universidades, y en este caso, menos las dinámicas económicas que dentro de ellas suceden; de pronto muchos estudiantes comentaban que su preocupación eran las bancas rotas o los baños sucios, como si con el presupuesto actual muchas universidades públicas, incluso la UNAM, catalogada como una de las mejores de América Latina y la mejor del país, no tuvieran ya esas carencias en la infraestructura básica.
Además, la academia ha cometido un error tremendo, y es que las investigaciones en el campo de las ciencias sociales y las humanidades, e incluso en otras temáticas como las ingenierías o las ciencias exactas, tienen un impacto prácticamente nulo en la sociedad mexicana, y muy pocos saben lo mucho que cuesta mantener a una plantilla de profesores de tiempo completo cuyas aportaciones no son proporcionales a lo que el Estado invierte para sacarlos a flote, sólo por poner un ejemplo del mal gasto que existe en la educación superior.
También se anunció una reducción en el rubro de cultura, lo que preocupó a muchos artistas, que incluso se manifestaron en la Cámara de Diputados. De igual forma, no todos conocen la dinámica, por ejemplo, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Entrevistando a gente que está dentro de esta estructura, confirmamos un secreto a voces: muchos “creadores” llevan viviendo de una beca tres o cuatro años sólo porque el sistema lo permite, pero no dan avances a sus proyectos o aportaciones, lo que indica una clara falla en la planeación y un sobrante de dinero tremendo.
Claro que ningún país quiere ver reducido el presupuesto de la educación ni en el fomento a la cultura, pero el “error” del Ejecutivo, trae consigo la necesidad de reflexionar: habríamos de pensar, antes de ponernos a la defensiva, en qué se está gastando el dinero de la educación superior y de la cultura; habíamos de pensar si en verdad conocemos todo el andamiaje interno de las instituciones para hacer un juicio sobre ellas.
Claro, es alarmante que el presidente López Obrador no lleve ni un mes y ya dos veces haya pretextado errores que tiene que remediar, como en el caso del presupuesto a las universidades públicas y en reforma a la educación en la que se “equivocaron” al sugerir que se vulneraría la autonomía de ciertas instituciones y es por ello que los cuestionamientos a la nueva administración hacen mucho bien; no obstante, también urge que la sociedad aprenda a participar de formas más analíticas e inteligentes para generar mejore dinámicas de gobernanza, ya que de pronto las críticas a sistemas que no conocemos nos hacen ver como un bebé al medio del océano queriendo sobrevivir sólo con un par de flotadores asidos los brazos.