Tras su paso por la política, los funcionarios públicos suelen dejar toda clase de pendientes, problemas, fraudes y, a veces, nada, ni siquiera la prueba de su paso por tal o cual dependencia.
Por su raigambre intelectual y universitaria, Antonio Tenorio ha preferido actuar de manera que, tras su paso por las instituciones, queden libros: objetos duraderos, portadores de cultura y educación, que señalan la vocación formativa que debe tener todo gobierno.
Así, al presidir el Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, creado en memoria al Centenario del natalicio de Emiliano Zapata, editó por miles a nuestros mejores clásicos del agrarismo: La población negra de México, de Gonzalo Aguirre Beltrán; Los grandes problemas nacionales, de
Andres Molina Enriquez, Tumultos y rebeliones acaecidos en México, de Genaro García, los Cinco siglos de Legislación Agraria, de Manuel Fabila; el Tratado de la propiedad, de Manuel Payno, el Ensayo sobre las revoluciones de México, de Lorenzo de Zavala, entre muchos otros, algunos en coedición con el Fondo de Cultura Económica, como es el caso de Rebelión agraria en una aldea mexicana, de Paul Friedrich. (Él mismo, como autor, tuvo el agrado de ver publicado por el Fondo de Cultura Económica su libro Juventud y violencia, muchos años atrás).
Siendo diputado federal, presidió la Comisión de Bibliotecas creó La Academia Mexicana de Historia y Cronica Parlamentaria y editó, durante varios periodos, la Revista de Estudios Parlamentarios del Congreso, pionera en esta materia y un verdadero deleite para quien disfruta del estudio de la política, de los sistemas políticos de todo el mundo y particularmente de la función legislativa en cada uno de ellos. Una verdadera enciclopedia de la labor legislativa que incluía, en cada número, reseñas de libros, galerías fotográficas y análisis serenos y meditados de los principales retos que enfrentaba nuestro país en esa materia durante la difícil transición del sistema de partido único al pluralismo político contemporáneo.
Por estas razones, el maestro Antonio ha gozado todas estas décadas de la amistad y cercanía de numerosos escritores e intelectuales a cuya mesa ha tenido el placer de sentarse , y entre los que podemos mencionar, como botón de muestra, al célebre Premio Nóbel de Literatura, el finado Gabriel García Márquez, entre muchos otros.