Entre los fuegos de artificio que han salido de las audiencias judiciales en la corte de Brooklyn donde ocurre el juicio contra Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, están las declaraciones de sus abogados y de testigos protegidos de la fiscalía sobre presuntos sobornos al expresidente Felipe Calderón, a un general mexicano, a integrantes del Estado Mayor Presidencial, a un consultor político como JJ Rendón y este 15 de enero se difundió la versión del testigo Alex Cifuentes de que el capo del cártel de Sinaloa pagó 100 millones de dólares al exmandatario Enrique Peña Nieto en octubre de 2012.
Algunas acusaciones confunden fechas y personajes, como ocurrió con el exprocurador general Ignacio Morales Lechuga, quien pronto desmintió cualquier relación en los años 91 y 92 con quien apenas despuntaba como un jefe dentro de la estructura del cártel de Sinaloa. Morales Lechuga inició un procedimiento inédito a través de la Procuraría de la República General (PGR) y de la cancillería mexicana para defender su honor.
En la narrativa de los abogados defensores del Chapo Guzmán, el acusado no encabezó la estructura del cártel de Sinaloa sino que formó parte de una extensa red de complicidades políticas, económicas y militares y sus preguntas a los testigos han consistido en confirmar estas apreciaciones, aunque sólo se traten de dichos.
En el caso de la fiscalía, tal como lo documentó el corresponsal de Proceso, Jesús Esquivel, han logrado algunos éxitos al tener testimonios muy delicados como el del colombiano Chistian Rodríguez, experto en ciberseguridad, quien fue contratado por El Chapo, para espiar a sus propios colaboradores y sicarios, así como a sus parejas sentimentales. Rodríguez fue una especie de “agente doble” que trabajó para Guzmán Loera y para el FBI.
El miércoles 9 de enero, el hacker y tecnólogo confirmó en la audiencia 26, del juicio que El Chapo, que sí cometió los delitos de los que se le acusan y fueron exhibidos los mensajes de texto encriptados de Guzmán Loera, quien entre 2011 y 2012, negoció el envió de metanfetaminas y cocaína a Estados Unidos (ver Proceso, No. 2202).
Este testimonio no sólo hundió a Guzmán Loera. Demostró que desde años atrás el FBI y los agentes de la DEA siguieron los pasos del jefe del cártel de Sinaloa y que negociaron con él información de sus presuntos adversarios. Sin que nadie lo haya dicho explícitamente, en el juicio del Chapo, se va desnudando una especie de “cacería pactada” hacia el jefe del cártel más poderoso de México.
Lo mismo sucedió con el testimonio de otros personajes que han acudido ante el jurado. Una de los interrogatorios más extensos y delicados en estas audiencias fue el de Vicente Zambada Niebla, El Vicentillo, hijo de Ismael El Mayo Zambada, quizá el único de los testigos que ha estado en el “primer círculo” de las decisiones más importantes de los dos grandes operadores del Cártel de Sinaloa desde 2001: El Chapo y El Mayo.
Zambada Niebla acusó al general Humberto Eduardo Antimo Miranda de haber brindado protección al cártel como oficial mayor de la Secretaría de la Defensa y que se reunió en 2007 con El Mayo Zambada. Entre 2007 y 2008 el general les habría entregado información de otros generales involucrados con sus adversarios en el negocio de la droga, a cambio de un pago mensual de 50 mil dólares.
El 11 de enero pasado, el general Miranda desmintió “categóricamente” lo dicho en el jugado y se deslindó “de cualquier relación con los implicados, con quienes nunca he entablado ninguna comunicación ni los he conocido”, resaltó el general de división en retiro.
“El Chapo es un traficante real que trabajaba con droga, un líder del cártel como mi papá”, sentenció el Vicentillo, cumpliendo con el guion de la fiscalía, pero también reveló que desde febrero de 2010 el hijo del Mayo Zambada se volvió un “soplón” de la DEA para que atacaran a adversarios del cártel de Sinaloa.
El Vicentillo reveló que Guzmán Loera mantuvo contactos con agentes de la DEA cuando estuvo prófugo de la justicia en 2007, en plena “guerra” de Felipe Calderón contra los cárteles de la droga. Según el relato de Zambada Niebla, la DEA buscaba información del Chapo para atacar a sus adversarios. Incluso, el propio Vicentillo sostuvo encuentros con la DEA hasta dos horas antes de su detención en abril de 2009.
No fue ésta la única vez que los integrantes del cártel más poderoso durante los últimos doce años decidieron “negociar” información con la DEA o con agentes del FBI. Ninguna de las partes ha querido ahondar en este terreno pantanoso que convierte a la propia agencia antidroga de Estados Unidos en uno de los actores centrales en esta trama que ha dejado miles de muertos en territorio mexicano.
En su segundo día de testimonio, este 15 de enero, el narcotraficante colombiano Alexander Cifuentes Villa, a pregunta del abogado del Chapo, Jeffrey Lichtman, afirmó que Guzmán Loera “pagó un soborno de 100 millones (de dólares) al presidente Enrique Peña Nieto”. Según el testigo, el pago se realizó en octubre de 2012, a través de una mujer cercana al sinaloense identificada como Comadre María, pero después Cifuentes afirmó que no estaba seguro de la cantidad.
Según Cifuentes, el entonces presidente electo le habría pedido 250 millones de dólares tanto al Chapo como a El Mayo. Mencionó a una mujer llamada Andrea Vélez, quien dirigió una agencia de modelos en la Ciudad de México, y que a través de ella Guzmán Loera pagó un soborno de 10 millones de dólares a un general mexicano.
El mismo Cifuentes declaró un día antes que El Chapo contrató en a un productor colombiano, Javier Rey, para filmar una película sobre su vida y escribir un guion que daría lugar a un libro. En 2013, tras la detención de Guzmán Loera, se habría entregado este guion a uno de los abogados del Chapo.
¿Supo la DEA de este “guion” desde antes de interceptar a Guzmán Loera a través del célebre encuentro entre el capo y los actores Sean Penn y Kate del Castillo? ¿Hasta qué punto la DEA formó parte de la trama de sobornos e intercambio de información que manejó con astucia El Chapo en los últimos 18 años, desde su fuga de Puente Grande?
Estas piezas aún andan sueltas en el llamado “juicio del siglo” contra el legendario escapista. Por lo pronto, el exvocero de Peña Nieto, Eduardo Sánchez, calificó como “absolutamente falsas” las aseveraciones de Cifuentes.