Kim Gehrig, directora del comercial de Gillette, que generó una gran controversia en las redes sociales, círculos feministas y entre los mismos consumidores del producto, ha demostrado que no hay nada más frágil que la masculinidad.

Las redes sociales se incendiaron después de que Gillette sacara su nuevo comercial, el pasado lunes 15 de enero. La marca abordó una postura política para denunciar y señalar la violencia de género. La polémica lo convirtió en tendencia mundial, con más de 667 mil 300 tweets, 558 mil 300 retweeds y 29 mil 800 réplicas alrededor del globo terráqueo. Las críticas que generó, en primer momento, fueron positivas los y las usuarias aplaudieron que una marca como Gillette se posicionara en contra de la desigualdad de género.

 

Sin embargo, la desaprobación y opiniones negativas no tardaron en posicionarse como tendencia en las redes sociales, especialmente en Twitter, en donde se originó el hashtag #gilletteboycott. Bajo esta tendencia, los usuarios comenzaron a manifestarse en contra de esta campaña. Los varones ofendidos, quienes argumentaron que en el comercial sólo se muestran hombres violentos, pero que no todos son así, que sólo muestran la mala cara de ellos. Dicho de otro modo, el debate comenzó con lágrimas de onvres a los que nos les gustó ser señalados. ¿Cómo se atreve una marca a cuestionarles sus actitudes?

 

A pesar de que muchos consumidores amenazaron con tirar sus productos Gillette a la basura, el comercia de Kim Gehrig fue todo un éxito, puesto que logró colarse en la conversación a nivel mundial, especialmente en Norteamérica y América Latina. Pero entonces ¿cuál fue el verdadero problema? ¿por qué miles de usuarios se sintieron gravemente ofendidos?

Esta campaña publicitaria no sólo denunció, sino que también invitó a accionar. Es un comercial dirigido para mujeres y hombres. En este video la directora logró decirnos, a nosotras mujeres: ellos tienen un comportamiento que no está bien, y a ellos hombres: ustedes tienen un comportamiento que no está bien y es hora de cambiarlo.

Por mucho, esta campaña demostró que vivimos un momento en el que la cero tolerancia hacia la transgresión de los derechos humanos, en este caso, a los derechos de las mujeres, nos invita a cambiar. A nadie nos gusta que nos digan qué hacer, sobre todo cuando siempre hemos hecho lo mismo e incluso nos aplaudían por hacerlo. Hoy viene una marca a decirte que no, que dejes de violentar a las mujeres, que eso que siempre te celebraron entre tu círculo de amigos y eso que te solapaba la sociedad ya no te lo vamos a aplaudir, es más te vamos a hacer a un lado si lo sigues perpetuando. Estamos unificando un discurso, por eso este comercial es tanto para hombres como para mujeres.

A muchos les causó incomodidad, y es natural. Si desde que eras un niño, varón, al que le decían que tenías que jalarle el pelo a las niñas para demostrarles que te gustaban, pero hoy te dicen que en efecto eso se llama violencia y a la larga ese discurso se transforma en “te pego porque te quiero”, claro que te va a confundir. La normalización de la violencia es tanta, que ahora hemos acogido el término “micromachismos”, porque parecen nimios y están tan naturalizados que es difícil distinguir que en realidad son violencia.

Por otra parte, los comentarios de descontento desde la pregunta de ¿por qué una marca se aprovecha de estos movimientos sociales para vender? También destacaron en las redes. Sin embargo, ese debate es una pérdida de tiempo, claro que el objetivo de cualquier marca será siempre vender, vivimos en una sociedad capitalista y claro que es normal que utilicen movimientos sociales para generar conversación y los volteen a ver. No tiene caso discutir esa arista, porque en realidad eso no es un problema, es incluso bastante bueno, el mismo comercial lo señala, la televisión también es una gran educadora de las nuevas infancias, así que, ¿por qué no mostrarles que en realidad el valor de su persona no está en la fuerza ni en hacer menos a nadie?

Otro de los grandes éxitos de la campaña fue que la marca cuestionó su propio eslogan, “the best a man can get” (lo mejor que un hombre puede obtener) reivindicándolo en una pregunta: ¿es esto lo mejor que un hombre puede obtener? Sin duda, esto es algo que merece ser aplaudido. “Intimidación. Acoso. ¿Es esto lo mejor que un hombre puede lograr? Solo al desafiarnos a nosotros mismos a hacer más podemos alcanzar lo mejor de nosotros. Decir lo correcto, actuar de la manera correcta”, así describe Gillette su anuncio en la plataforma de YouTube.

El anuncio ha llegado a las 16 millones 363 mil 892 vistas, y los comentarios en favor y en contra siguen encontrándose.

Apropósito del tema, es importante recordar la tasa rosa que existe en los productos que consumimos mujeres y los que consumen hombres. De acuerdo con El mundo, las mujeres estadounidenses pagan cerca de mil 400 dólares más al año que los hombres por productos similares: rastrillos (rosas), desodorantes, etc., está sí es una discusión que merece atenderse.

 

Sin duda, la campaña publicitaria de Gillette alcanzó una fama desde la polémica, en la que lo importante es perpetuar ese discurso. Las reacciones negativas en cuanto al comercial, sólo son una prueba fehaciente de lo necesario que es hablar de este tema y también discutirlo desde la perspectiva masculina. Es verdad que la lucha feminista es de y para mujeres, pero en la misma lucha buscamos que se reconozcan nuestros derechos y que se visibilice la enorme brecha de desigualdad en todas su áreas. El empoderamiento femenino nace por reivindicar la postura de víctima hacia un lugar de lucha y resistencia. En el comercial la discusión es hacia los hombres, quienes también deben vencer a la masculinidad tóxica y aprender a crear un espacio de libre convivencia para hombres y mujeres. En donde la equidad prevalezca.

 

 

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