El 5 de junio de 2009 en Hermosillo, Sonora, un incendio en la Guardería ABC causó la muerte de 49 niños y niñas y que 106 más resultaran heridos. Las investigaciones de ése lamentable suceso que marcó la vida del país mostraron que la guardería no contaba con las medidas de seguridad necesarias para evacuar, en caso de emergencia, a todos los niños que ahí se encontraban. Una gran parte de esos niños y niñas murieron de asfixia. La responsabilidad entonces se fincó a funcionarios estatales y federales, entre otras cosas por omisión al supervisar las condiciones de seguridad de la guardería.
El 18 de enero de 2019, casi 10 años después, 85 personas han perdido la vida en Tlahuelilpan, Hidalgo, al extraer combustible de una fuga de un ducto de Pemex. Durante horas, cientos de pobladores extrajeron el combustible con bidones, cubetas y cualquier utensilio que tuvieran a la mano, sin que ninguna autoridad les impidiera hacerlo, ya sea por tratarse de un delito o por la razón más elemental que era evitar que arriesgaran su vida. Los soldados simplemente observaron. Y de un momento a otro, la tragedia.
¿En qué se parecen los dos casos?
En ambos casos tanto el Gobierno Federal como el Gobierno local fallaron. En la guardería fallaron por no asegurarse de que cumplía con los requisitos mínimos para albergar niños; no les pareció importante. En Tlahuelilpan, fallaron al permitir que la población se acercara a tomar el combustible; no les importó, quién sabe qué esperaban.
“La actitud del Ejército fue correcta, oportuna. No es fácil ante una multitud hacer prevalecer el orden, aun explicando los riesgos hay constancia cómo se enfrenta la población al Ejército en otros casos”, dijo el presidente Andrés Manuel. El titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, evidenció que la orden fue evitar la confrontación con la población: “Quedan a un costado (los militares), pendientes de lo que estaba sucediendo. Siguen llegando pobladores con recipientes, inclusive hay personas que se llenan de combustible en sus ropas. Al presentarse la explosión se busca apoyar a los heridos”.
Y más todavía: “Nosotros no vamos a enfrentar la violencia con la violencia. No se puede enfrentar el mal con el mal, eso está demostrado, eso no es solución. El mal hay que enfrentarlo haciendo el bien. Por eso la decisión que se ha tomado en este caso y en todo lo que tiene qué ver con la política de seguridad, es atender primero las causas que originan”, afirmó el día de hoy el presidente López Obrador.
¿Qué nos dejan esas declaraciones? Las autoridades prefirieron dejar que las personas arriesgaran su vida en lugar de cumplir con su deber y resguardar la zona para que nadie se acercara. El éxito de las acciones disuasorias en seguridad pública no se basa en el uso de las armas de fuego o de la violencia como afirma una y otra vez el presidente. La acción habría sido efectiva si una movilización masiva de elementos se hubiera realizado con prontitud.
A los militares que ahí se encontraban no se les puede reprochar nada, ellos solamente cumplían con órdenes. Nunca llegó el apoyo (porque así fue ordenado por sus superiores) para evitar nada. Era imposible para ellos solos. El resultado ya lo conocemos todos y ha sido terrible.
Lo peor de todo es que de las tragedias no aprendemos nada. En México todo se justifica y nunca hay responsables.