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Otra vez Estados Unidos. El imperialismo desde Zizek, Galeano y Asimov

El patriotismo es, hoy por hoy, un privilegio de las naciones dominantes. Cuando lo practican las naciones dominadas, el patriotismo se hace sospechoso de populismo o terrorismo, o simplemente no merece la menor atención. Eduardo Galeano.

Como si se tratara de una vuelta al pasado, la semana anterior, el gobierno de los Estados Unidos demostró que sus viejas doctrinas son las que aún rigen el accionar de sus decisiones políticas: la Monroe, el Destino Manifiesto, “el Gran Garrote”, todos aquellos postulados de la nación del note, que ya debieran ser añejos, se sacaron de un cajón de la Casa Blanca, para golpear al gobierno de Venezuela, encabezado por el chavista, Nicolás Maduro.

Como si fuera un Pinochet región cuatro, y guardando las debidas proporciones y las diferencias de los eventos y los personajes, Juan Guaidó, líder de una parte opositora al oficialismo en la República Bolivariana de Venezuela, se proclamó “presidente encargado” de dicha nación, contando de inmediato con el importante aval de Donald Trump, así como de algunos presidentes de América Latina conocidos por sus ideas conservadoras como Jair Bolsonaro, en Brasil.

Del régimen que heredó Hugo Chávez y que ahora encabeza Nicolás Maduro se dicen muchas cosas, positivas y negativas, pero hay algo que se tiene que aceptar: el 20 de mayo de 2018, Maduro ganó las elecciones presidenciales con un porcentaje de votación más alto a sesenta puntos; lo mismo sucedió en diciembre del mismo año en los comicios municipales, en los cuales el chavismo arrasó. ¿No Estados Unidos defiende la democracia, y no la democracia moderna, la occidental, la que ellos instauran a bombazos se presenta cuando un pueblo va y elige a sus gobernantes?

Muchos analistas e incluso gente de a pie en México, hacen referencia a que el gobierno de Nicolás Maduró es totalitario y el sistema electoral está dominado por el oficialismo, algo así como México vivió unos ochenta años, con un Partido Revolucionario Institucional (a  últimas fechas apoyado por Acción Nacional), que por décadas amañó las elecciones y nunca Estados Unidos vino a corregir los errores, de 1988 o de 2006, por ejemplo, porque en esos caso, el agua fluía a su favor. Por eso mismo, al inicio del texto hacíamos referencia al maestro uruguayo, Eduardo Galeano: “El patriotismo es, hoy por hoy, un privilegio de las naciones dominantes…”.

Pero no sólo Galeano viene a la mente, también hay que recordar a Isaac Asimov, que en su saga de “La Fundación”, da cátedra sobre la Teoría de Sistemas; en Preludio a la Fundación, dice:

Es importante que los funcionarios imperiales tengan una base común, un sentimiento especial por el Imperio (…) Por esta razón, Trantor debe atraer millones de forasteros para educarse aquí (…) Esto es lo que mantiene al imperio unido.

Así, como si fuese Trantor, el planeta que en las novelas de Asimov domina miles de mundos, los Estados Unidos se han encargado de estirar sus influencias ideológicas lo más que pueden para que millones de personas en el mundo agradezcan su intromisión en la política de otros países, sin importar que los intereses detrás sean capitalistas, ultraconservadores o autoritarios. En el caso del factor económico, el opio de los pueblos ya no es la religión, ahora es el mercado. El consumo se ha convertido en la deidad para los habitantes de occidente que no piensan en algo más que no sea tener.

Dice Slavoj Zizek: En el capitalismo de hoy, las relaciones entre las cosas objetivas del mercado, suelen adoptar la forma fantasmagórica de las relaciones entre personas subpersonalizadas.

Es decir, el dicho de Asimov se cumple porque el nuevo imperio del Siglo XX se ha extendido fuera de los confines de los Estados Unidos gracias a lo que llamamos: “empresas transnacionales”, que, según el mismo Zizek, tienen la virtud de tratar a las comunidades de los países receptores como si fueran las de su país de origen; en otras palabras, no hay que llevar a la gente para que se eduque en Trantor, sino que, la identidad viaja por todo el mundo para apoderarse de las personas.

Por eso tan importante la referencia a la Teoría de Sistemas y al apunte que hace Zizek, porque en un sistema regido por el capitalismo todos pensamos de forma capitalista, siendo una persona el subsistema más pequeño del gran sistema mundo; luego entonces, repetirá las mismas actitudes y vicios que la estructura de la que proviene: por eso es impensable que siga existiendo un régimen como el venezolano que intenta ser distinto pero no se le permite, y se le bloquea, y se le batalla con una guerra mediática y se le juzga desde afuera como si todos lo viviéramos desde adentro.

Un ejemplo de cómo nuestras mentes ya son capitalistas es la triste actitud que muchos los mexicanos tomamos cuando se vuelca un camión en la carretera: ¿no la mayoría de videos de estos eventos muestran a la gente saqueando el vehículo antes de pensar en ofrecer ayuda? Muchedumbres destazando reses a media autopista para poder repartir la carne de un animal que ni era suyo, eso es capitalismo salvaje a nivel personal; filas enormes de autos en una gasolinera es capitalismo salvaje.

Por otro lado está el factor político y ultraconservador que se esconde detrás de los gobiernos que aprueban la destitución de Nicolás Maduro. Por ejemplo en Brasil, país que oficialmente apoyó a Guaidó y en consecuencia al bloque norteamericano contra Venezuela, Jean Wyllys, el único diputado abiertamente homosexual  y miembro del Partido Socialismo y Libertad, contrario a Bolsonaro, debió exiliarse de su país por el riesgo que corría su vida bajo el nuevo régimen, ya que a últimas fecha recibió amenazas de muerte: eso es la derecha a la que está volviendo América Latina y que desde Norteamérica impulsan con agrado.         

De pronto se ha dicho también que este movimiento contra Maduro se debe a las enormes reservas petroleras de Venezuela; por eso, vamos cerrando como comenzamos, con una cita de Eduardo Galeano:

Hace un par de años, Javier Corcuera entrevistó, en un hospital de Bagdad, a una víctima de los bombardeos contra Irak. Una bomba le había destrozado un brazo. Y ella, que tenía ocho años de edad y había sufrido once operaciones, dijo: Ojalá no tuviéramos petróleo.

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