En una semana la situación en Venezuela ha pasado de ser un grave conflicto institucional interno a convertirse en un nuevo modelo de “golpismo” que busca polarizar a la comunidad internacional, a partir de una decisión fuera de toda proporción: la autoproclamación del líder de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como “presidente encargado”, el pasado 23 de enero, y la secuela de 13 países encabezados por Estados Unidos que desconocieron al gobierno de Nicolás Maduro.
La posición de México, junto con la de Uruguay, se convirtió en un punto de referencia claro en medio de esta escalada intervencionista. Ambas naciones emitieron un comunicado conjunto en el que urgen “a todos los actores” a encontrar “una solución pacífica y democrática frente al complejo panorama que enfrenta Venezuela”. Propusieron “un nuevo proceso de negociación incluyente y creíble, con un pleno respeto al Estado de Derecho y los derechos humanos”.
El viernes 25 de enero, el presidente Andrés Manuel López Obrador advirtió que México aceptaría ser el espacio para una negociación siempre y cuando acepten las dos partes en conflicto en la nación andina. Subrayó claramente que se trata de evitar una escalada violenta que afecte a los propios venezolanos.
El “presidente encargado” Juan Guaidó no ha logrado sumar el apoyo de toda la Organización de Estados Americanos (OEA) ni de toda la Unión Europea. Tampoco la Organizaciones de las Naciones Unidas (ONU) ha avalado esta ocurrencia golpista que, por el momento, no cuenta con el apoyo de las fuerzas armadas de Venezuela.
Un bloque de países formado por Alemania, España, Francia, Gran Bretaña, Holanda y Portugal fijó un plazo de ocho días para que Nicolás Maduro convoque a nuevas elecciones presidenciales. Si no lo hace, reconocerán al líder de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó. El jefe del bloque oficialista de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, rechazó el plazo que dieron los países europeos.
El intento de Estados Unidos de impulsar una declaración en el Consejo de Seguridad de la ONU para otorgarle “un apoyo pleno” a la Asamblea Nacional dirigida por Guaidó fue bloqueado por Rusia y China, que han apoyado a Maduro. La debilidad interna del gobierno de Trump es creciente y no le conviene abrir un flanco más. Hasta ahora, los fuegos de artificio y las bravuconadas de Trump y de su secretario de Estado, Mike Pompeo, se perciben más como un desesperado intento de aparecer como independientes al poder de Rusia, en medio de las investigaciones sobre la injerencia de Putin en las elecciones norteamericanas.