Cuando Hernán Cortés desembarcó en Cozumel el 27 de febrero de 1518, hace medio milenio, se inició la ocupación de los europeos al Continente que se llamaría América, una región del mundo hasta entonces desconocida que unía los polos y circundaba los trópicos y el ecuador con su esplendor selvático. El Nuevo Continente era y siempre fue un sólo espacio territorial que ahora Trump pretende dividir construyendo un muro en la frontera con México por considerarse el dueño del Continente. Una arrogancia histórica desproporcionada.
En otro escenario, que se corresponde a dicha mentalidad de voraz fagocita, también se arroga el derecho de disponer de sus recursos naturales y energéticos, como el petróleo de Venezuela por lo que pretende derrocar un gobierno electo para establecer otro autoproclamado.
Así entonces, el líder opositor Juan Guaidó el 23 de enero actual, bajo el palio protector del Imperio, se autoproclamó presidente interino de Venezuela, los artículos de la Constitución invocados para su propósito no corresponden a la situación que prevé el Código fundamental de la nación, su ambición de ocupar ese elevado cargo lo hizo con el apoyo del Gobierno de Donald Trump con la expectativa que funcionara como carta de acreditación ante el Ejército bolivariano convertido en el fiel de la balanza le otorgara su respaldo. No sucedió así, los milicos no escucharon el canto de las sirenas.
El escenario internacional, la geoestratégica intervencionista fracasó en el Consejo de las Naciones Unidas y en la OEA, donde respectivamente, Rusia cuestionó la decisión de intervención negando ese derecho a la Casa Blanca, por lo que se refiere al órgano continental surgió la postura de Uruguay y México para disentir con la propuesta de ofrecerse como puente de negociación del conflicto.
La derecha globafóbíca se alía con la Casa Blanca, de la que se sustraen Canadá sin definirse aún, y China, en tanto, los países europeos, Alemania, Francia, Bélgica y España, abren una pausa temporal para condicionar el reconocimiento al gobierno sublevado si Maduro no convoca a elecciones en un plazo breve.
En el espacio regional, se dejan sentir también la confrontación que accionan los gobiernos de corte radical proclives a la apertura Brasil con Bolsonaro, Argentina con Macri, Colombia Duque, y Chile Piñera.
La izquierda se encuentra fraccionada, dentro y fuera del poder. Para el expresidente y también extupamaro, Pepe Mujica, la primera se integra con Cuba, Nicaragua y Venezuela, esa izquierda que logró la preservación del Estado pero ha sido atrapada por la violación de los derechos incluida la tortura, la ejecución, la prisión y el exilio; la otra izquierda permanece paralizada sin condenar a la primera con Lula, Cristina Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva, Evo Morales , José Mujica no son iguales a Maduro , quienes respetaron las normas de la democracia, pero la izquierda latinoamericana no reacciona, Mujica quiere que condenen a Maduro, está por la injerencia y rechaza la postura que asumen su país y México, a los que no incluye como parte de la izquierda conceptual ideológica a partir de respetar los derechos fundamentales, los que solo se garantizan si las elecciones son democráticas, de acuerdo con el consenso occidental.
La clasificación del expresidente uruguayo privilegia sino es que solo considera como la parte del Estado esencial que es la población, deja fuera dos conceptos que no se deben desenganchar como es el territorio y el gobierno, sin estos los derechos humanos no alcanzan su aplicación, porque entonces no existe quien los ejercite y los proteja, las tres variables del Estado deben prevalecer y guardar el mismo grado de atención como valores primordiales en una misma jerarquía.
Los Estados Latinoamericanos bajo la guerra de Trump
Los países miembros de la ONU ascienden a 197, mismos que guardan un desarrollo desigual en su formación histórica y funcionamiento institucional. El Estado nación es un órganos político social que surgió como resultado de la negociación de la paz de la guerra de los 30 años, las ronda de negociaciones se llevaron a cabo en Westfalia, en mayo y octubre de 1648. En tanto la formación de los estados de la América ibérica se dio dos siglos después, a partir del retorno de la vigencia de la Constitución de Cádiz en la segunda década del siglo XIX, nuestra incorporación como estados independientes fue obstaculizada por el viejo régimen autoritario y los problemas generados del rompimiento con la metrópoli como la carencia de capitales y crédito internacional, por lo que la mitad de ese siglo fue aún precedida de guerras civiles, luego vinieron las dictaduras autóctonas vinculadas con el capital internacional en la expansión capitalista de fines del XIX.
Los estados nación latinoamericanos se reconocen en la misma identidad con una lengua e historia común, en grandes rasgos civilizatorios, se diría que caminan en la misma dirección e igual ritmo en la historia, desde la temprana edad de convertirse en la Utopía de los humanistas encabezados por Erasmo en el siglo XVI concebida como una tabla de salvación de la Europa sumergida en hambrunas, guerras, plagas y epidemias, un continente que abarcaba la unidad transartica que acogía a la Europa rica del sur y después a los europeos pobres del norte arrancados de sus sitios por las guerras de reforma. Las ironías de la historia revirtió los roles de importancia a través del gran negocio de la esclavitud-
Durante la modernidad del siglo XX, como bien se percibe durante los años dorados de la expansión capitalistas, o de la crisis compartida con los centros financieros, de igual manera se fraguo en la Segunda Guerra mundial siempre con los Estados Unidos, con la particularidad de la Revolución mexicana y el populismo encendido de Perón y Vargas en Argentina y Brasil, hasta la Revolución Cubana donde se marca el fin de las dictaduras sembradas por la United Fruit basadas en la explotación de plantaciones tropicales y dictaduras siniestras. La Revolución cubana no conquistó el socialismo pero a partir de ellas se frenó el desembarco de tropas americanas en suelo indoamericano, tal como ahora sucede en Caracas.
El último medio siglo latinoamericano fue un rompimiento con los mandatos autoritarios de Washington, como lo inscribieron las luchas guerrilleras de combatientes que perecieron en su intención de ganar la libertad ante el dominio de la doctrina Monroe, desde el Che en Bolivia, los Tupamaros, pasando por los Montoneros, Sendero Luminoso, y otros más. Como el Frente de Liberación Nacional, marcaron la conciencia nacional a pesar de que no obtuvieron la victoria por carecer, entre otros de los obstáculos, del abastecimiento logístico de armas y en razón de la respuesta avasalladora del Plan Cóndor auspiciado por el Pentágono, que inscribió una de las mayores atrocidades a la violación de derechos humanos.
En este toma daca de la lucha por la liberación nacional ante la opresión del imperio norteamericano se presentaron victorias como fue la Revolución Sandinista, o la Revolución Bolivariana y aun la Revolución de las cañadas de Chiapas, que apagó el irrefrenable vuelo de los partidos bañados en la corrupción, para luego abrir paso a la década de mayores logros democráticos al ascender al poder Lula en Brasil, Mujica en Uruguay y Kirchner en Argentina.
Nuestra América ha entrado en una fase de defensa de su territorio, ante la amenaza de los Estados Unidos de desestabilizar Venezuela por razones de seguridad energética obtener el control de los yacimientos petroleros, ante la presencia de otros competidores que disputan los recursos naturales, como muestra el interés de empresas de China y Rusia. Lo que se pone en juego es la posibilidad de diversificar los mercados de América con otros países mas allá de Europa y los Estados Unidos, una afrenta al orgullo de la supremacía blanca que representa Trump, sin mayor sustento de legalidad ni de política de derechos humanos al pretender imponer sus decisiones por delante todo el tiempo.
Trump no es el dueño del mundo ni tampoco de América.