Porrúa se solidariza con varones contra violencia de género; mejor dicho: no hemos entendido nada

“Porrúa se solidariza contigo, ser hombre no te hace menos vulnerable”, esta fue la frase que desató indignación y furia en las redes sociales, pero ¿por qué? Los hombres también sufren violencia, entonces ¿por qué a quienes defendemos el derecho de las mujeres nos indigna este tipo de publicidad? La respuesta es sencilla, además de que queda claro que no hemos entendido nada, lo que enfurece es que ni siquiera se tomen las molestias de indagar un poco en el tema antes de lanzar un mensaje desinformado y erróneamente dirigido hacia un discurso de odio.

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Ya es grave que la sociedad se alimente de opiniones desinformadas, pero que una marca comercial, y peor aún, una que tiene de labor distribuir la cultura en el país, lo haga sin detenerse un momento a la reflexión, sólo nos muestra que el horizonte sigue estando muy lejos.

No hay que confundir los discursos ni mezclarlos, no estoy deslegitimando la violencia contra los varones, vivimos en un país en el que las leyes y los derechos humanos universales nos avalan y protegen de cualquier violencia, sin importar nuestro género, religión, color de piel, nuestro lugar de origen o nuestra orientación sexual, sin excepción, los derechos humanos son para todas y para todos. La violencia está condenada en cualquier escenario.

Sin embargo, lo importante de separar la violencia en género está en el discurso y en la forma en la que ésta se efectúa. De acuerdo con el Sistema Nacional de Información en Salud (SINAIS) entre 2004 y 2016 el 88.5 por ciento de los homicidios dolosos fueron hacia hombres, mientras que sólo el 11 por ciento fueron hacia mujeres. Las circunstancias en las que se materializaron estos delitos son las que los distinguen de un crimen a un crimen de odio.

El 64 por ciento de estos homicidios fueron cometidos por armas de fuego en contra de los varones, y en mujeres la cifra asciende al 41 por ciento. En contraste con, el 20 por ciento de las mujeres que fueron asfixiadas y sólo el 6.3 por ciento de los hombres fueron asesinados de esta manera. El 33 por ciento de los asesinatos de mujeres fueron en su vivienda, mientras que la cifra en hombres fue del 12 por ciento. Es decir, uno de los lugares en donde más peligro corre una mujer es en su propia casa. Igualmente, se registró que el 5.18 por ciento de las mujeres que fueron asesinadas, sufrían violencia intrafamiliar, mientras que en el caso de los hombres sólo se registró el 0.77 por ciento.

Todos estamos expuestos a la violencia, pero las mujeres estamos vulneradas a un tipo de violencia específica, a la de la misoginia, o el odio a hacia nosotras. El discurso de odio no se compone de una simple frase como “te odio”, el discurso de odio refuerza una palabra, que usamos coloquialmente, en una cadena de actitudes que nos pueden llevar a la muerte. De acuerdo con La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE 2017), el 69 por ciento de las mujeres en México ha sufrido de amenazas de muerte, mientras que sólo el 31 por ciento en el caso de los varones. El 70.1 por ciento de las mujeres han sido golpeadas, por varones, mientras que sólo el 29.9 por ciento de ellos han recibido la misma violencia por parte de su mismo género. En contraste, sólo el 100 por ciento de las mujeres han sufrido de violación sexual por parte de varones, mientras que ellos no.

Nombrar la violencia hacia las mujeres no es invisibilizar la violencia hacia los varones, pero si revertimos la fórmula, el efecto no es el mismo. Históricamente las mujeres pertenecemos a un grupo vulnerado, en el que por siglos se nos ha subordinado ante la figura masculina.

En su intento fallido y su visión machista de los hechos, Porrúa se posicionó con un discurso de odio en el que pretende solidarizarse con ellos, porque a ellas ya se les dio mucha atención.

Pero no terminaron de embarrarse en el piso, después de las quejas y el descontento que recibió esta librería por su campaña sin perspectiva de género, todavía intentaron levantarse con un comunicado en el que siguen defendiendo su postura misógina y en el que todavía se ponen la capita de héroes y nos comunican a nosotras, mujeres, que si estamos en peligro y hay una Porrúa cerca nos metamos para sentirnos seguras y ellos nos brindarán ayuda. Me pregunto, ¿qué clase de ayuda? Si está visto que no pueden, ya ni porque se dedican a vender libros, leerse un artículo sobre la violencia que vivimos las mujeres, ¿cómo nos vamos a sentir seguras si ni perspectiva de género tienen en su intento por subirse al tren y hacerse los “aliados”?

Además, después de la ola de denuncias que surgieron por los intentos de secuestros de mujeres en el metro de la Ciudad de México, Porrúa no fue la única que se subió de cabeza, Smart Fit, el gimnasio, también nos demostró que no hemos entendido nada, tan sencillo que es contratar a una mujer con perspectiva de género y preguntarle si así está bien subirse al tren o mejor callarse, pero no, prefieren quedar en ridículo con una capita de “aliados”. En este caso, la intención no es mala. Sin embargo, la imagen deja mucho que desear, no hemos entendido que el empoderamiento femenino no se trata de que somos mejores que ellos, se trata de reivindicarnos desde el lugar en el que nos han dejado en la historia. Solidarizarte con un movimiento bajo el mismo discurso en el que es el varón quien rescata a la damisela en peligro, nos demuestra que aún tenemos mucho en qué trabajar.

Lo que sí queda claro es que es momento de que las marcas, empresas y demás, pero principalmente las instituciones empiecen a atacar el problema de raíz. Trabajar en las nuevas masculinidades, en la deconstrucción social para involucrar a nuestros principales agresores y decirles que no somos nosotras las del problema. No es mi falda, no es mi vida sexual, no es si me gusta la fiesta o no, no es nada de eso, eres tú varón que no te has detenido a mirarte al espejo y reflexionar lo que has pensado y piensas de las mujeres.

Las campañas para combatir la violencia de género se han dirigido hacia las mujeres, invitándolas a denunciar, a ellas, a quienes acosan y violentan por ser quienes son y no a ellos, quienes, en su mayoría, son los principales agresores de ellas. Si queremos combatir el problema, tenemos que irnos a la raíz.

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