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Jenaro Villamil, titular del SPR: una señal alentadora de los nuevos tiempos

Al realizar un análisis sobre la importancia de contar con información fidedigna en régimen de libertades, una referencia oportuna es el constructo de la “calidad de la democracia” que concibió Guillermo O’ Donnell. El politólogo argentino, utilizaba este concepto para evaluar a los sistemas que presumen tener un carácter democrático. Argumentaba que no era suficiente el hecho de que existiesen elecciones periódicas, separación de poderes, y fuentes diversas de acceso a la información, debido a que en muchos casos estos elementos aparentemente se encontraban presentes dentro de un sistema político, pero su funcionalidad resultaba en una simulación.

En México durante décadas diferentes, fuerzas políticas y actores de diversa índole buscaron reivindicar el voto ciudadano en un sistema político en el que el fraude electoral era una constante. Si bien existían elecciones periódicas que siempre se ajustaron de forma rigurosa a los tiempos marcados por la constitución, la calidad de los procesos electorales fue cuestionada por una parte importante de la ciudadanía. Es el mismo caso de la división de poderes: durante la etapa del presidencialismo priísta, la independencia de los poderes legislativo y judicial frente al ejecutivo era inexistente, mientras que en la era neoliberal se transformó en una suma de complicidades entre partidos emergentes. Por otra parte, en el caso del acceso a fuentes diversas de información, la enorme mayoría de los medios convencionales estaban subordinados al poder político. No se puede hablar de una auténtica democracia de calidad, cuando no existe posibilidad de que los ciudadanos puedan contrarrestar diferentes posturas y medios que tengan un auténtico carácter independiente.

Jenaro Villamil destacó entre los periodistas de su generación al convertirse en una referencia nacional e internacional en materia de medios convencionales y el subsecuente auge de los medios sociales como un contrapeso al modelo tradicional de comunicación. En un día como hoy, en el que de manera breve será ratificado por el pleno del Senado como titular del Sistema Público de Radiodifusión Mexicano, es justo recordar que Jenaro Villamil señaló como nadie, la importancia de contar con medios de comunicación que informaran de manera fidedigna a los ciudadanos. Denunció como pocos, el contubernio entre las televisoras y el poder político. Registró el desvió de una democracia secuestrada por la entrega del dinero público a cambio de aparecer en la pantalla. Alertó sobre la creación de un candidato virtual desde la pantalla, en lo que era la consolidación de un poder mediático que se colocaba por encima de las instituciones legalmente constituidas. Por último, documentó la caída de un régimen insostenible en la figura de su más célebre creación, el expresidente Enrique Peña Nieto.

Jenaro Villamil, no sólo ha fungido como un periodista distinguido, también ha dejado para el registro de la historia, obras que sirven para entender los cambios en materia de comunicación y el sistema político de los últimos años. Destacan los siguientes libros: En La televisión que nos gobierna: modelo y estructura desde sus orígenes (2005), se realiza un recuento extraordinario de cómo se consolidaba el poder del duopolio televisivo en el primer gobierno de transición de Vicente Fox. En el caso de El Sexenio de Televisa (2010), Villamil documentaba como el poder político y económico se consolidó durante el sexenio de Felipe Calderón, que fue un rehén de los poderes fácticos, como consecuencia de su cuestionable triunfo en las urnas. En El Gran Montaje (2012) narra como se planeó y ejecutó la operación política y mediática para llevar a un personaje carente de ideas a la Presidencia de la República. Mientras que La caída del telepresidente (2015) resulta un genial y puntual recuento de cómo comenzó a colapsarse la Presidencia de Peña Nieto, algo que se corroboraría en las elecciones presidenciales del 2018.

Por último, resaltaría sus dos últimos libros: La rebelión de las audiencias (2017) y Cleptocracia (2018). Aunque abordan temas muy distintos entre sí, resultan complementarios: En el caso de la primera obra, se documenta el poder que acumularon los medios tradicionales y la manera en que fueron retados por las redes sociales. Mientras que, en el caso del segundo libro, se realiza un recuento histórico de la enorme corrupción que caracterizó al sistema político mexicano en los últimos años. Sin la existencia de una cleptocracia, no habríamos padecido las consecuencias de la nociva relación entre actores conspicuos del régimen y los grandes consorcios informativos.

Destaco los textos de Villamil, porque resultan fundamentales para entender el proceso de auge y caída de un régimen que se sostuvo en el poder mediante la simulación y el engaño, pero que terminaría por derrumbarse tanto por su propia inoperancia, como por la indignación social. El mejor análisis político trasciende, aún cuando la describa de manera puntual, la coyuntura del presente y queda como registro para investigaciones posteriores. Las obras de Jenaro se convertirán en una referencia obligada en el futuro de un periodo particularmente complejo de nuestra historia.

El periodismo que ejerció durante años Jenaro Villamil fue, ante todo, serio y valiente. Es justo reconocer que no estuvo exento de riesgos. Durante los últimos gobiernos, muchos de quienes realizaron un verdadero periodismo de investigación pagaron con el cierre de sus espacios su valentía, mientras que a otros incluso les costó la vida. En tiempos aciagos, hacer lo correcto podía resulta letal. Por eso muchos ciudadanos reconocemos en Jenaro Villamil a un periodista íntegro y valioso. Pertenece a un grupo de reporteros que realizaron con su trabajo, una función social importante, aunque incómoda para el poder. Fue un exponente destacado de aquellos comunicadores que jamás optaron por el camino fácil de la abyección ante los gobiernos en turno, como tantos cómplices en medios oficiosos. Ha sido uno de los mejores periodistas en la historia que en los hechos, lograron que la libertad de expresión no se convirtiera en letra muerta de nuestra constitución.

Hace varios años (en 2011 para ser preciso), cuando el poder de las televisoras parecía absoluto, le pregunté a Jenaro si consideraba posible construir un nuevo modelo de comunicación en el futuro (no parecía probable en ese momento). Me contestó que el sesgo y los intereses a los que respondían los medios masivos eran producto de un sistema político específico. Sólo hasta que cambiara el sistema, podría transformarse el paradigma de medios tendenciosos que imperaba en aquel entonces. Recordé eso durante estos años. El pasado primero de diciembre inició un cambio trascendente en la vida política de nuestro país. De esa manera, se abre una oportunidad histórica para contar con auténticos medios públicos, en los que exista la posibilidad de ampliar el debate político, las diversas expresiones de la sociedad civil, la difusión de una amplia oferta cultural, así como una representación más genuina de la enorme pluralidad que caracteriza a la población mexicana. Será un reto mayúsculo, pero difícilmente podría existir un perfil más calificado para esta tarea que Jenaro Villamil. Un nombramiento meritorio, que motiva porque confirma que el compromiso de transformación del gobierno de Andrés Manuel López Obrador va en serio. Una señal alentadora de los nuevos tiempos.

 

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