La cita fue a las cuatro en el Ángel de la Independencia en la Ciudad de México, pero mi revolución empezó a las seis y media de la tarde. Entre el trabajo y la sororidad, siempre podemos encontrar un punto medio. Llegué al último contingente, a una calle de la catedral, me acomodé la mochila y corrí, corrí por mi mamá, por mi hermana y por todas ellas, por todas las mujeres que llegamos impuntuales al feminismo, pero llegamos.
Ayer, 8 de marzo, miles de mujeres invadimos las calles para exigir nuestros derechos, pero también para bailar lo ya ganado y lo que viene para ganarse. La resistencia es nuestra lucha, porque no ha sido suficiente escribir un montón de leyes para que se nos proteja, si al momento de necesitarlas se siguen violando nuestros derechos y se nos sigue señalando a nosotras y no a nuestros agresores.
¡Se va a caer, se va a caer, el patriarcado se va a caer! Se escuchaba en la plancha del Zócalo capitalino de la ciudad, la bandera de México y el viento hicieron de cientos de banderas moradas y algunas banderas de la comunidad LGBT+, una sola bandera. La lucha es una, los motivos son muchos.
Hay que unificar los discursos, hay que hacer de los cientos de caminos un mismo destino: un México con equidad de género y libre de violencia.
Las cifras negras que el patriarcado nos ha dejado no son números, son hermanas, son esposas, son hijas, son madres, son maestras, son artistas, bailarinas: son mujeres. Mujeres que un día salieron de casa y nunca regresaron, mujeres que lo último que vieron antes de morir fue a su agresor violarlas, mujeres que fueron torturadas. Mujeres que siguen vivasen la sombra de los golpes y la violencia que viven bajo sus techos; son mujeres que por más que han trabajado siguen en el mismo puesto, mientras que sus colegas varones han escalado en un año lo que ellas en cinco; son mujeres que no pueden caminar en la calle sin ser acosadas; mujeres que han tenido que callar cuando un familiar las violó en la infancia.
Son mujeres, no números, son nueve las mujeres a las que les arrebatan la vida diariamente en nuestro país. Fueron 3 mil 607 hijas, hermanas, nietas, colegas y amigas las que fueron asesinadas el año pasado, 2018.
Fueron 400 mujeres que no pudieron contar su historia las que posicionaron al Estado de México en la entidad federativa del país más peligrosa para ser mujer, fueron ellas las que perdieron la vida en manos de la violencia machista y la delincuencia organizada.
Ayer marché por mí, por ti mujer, por todas, por todas las mujeres que no pudieron ir a la marcha, y por las que aún no han tenido acceso al feminismo, y por las que, como yo, llegamos un poco impuntuales, pero nunca tarde. Porque para ser parte de esta marea violeta nunca es tarde. También marché para que el feminismo esté al alcance de todas, y para que cada mujer y niña del país y del mundo tenga la oportunidad de saberse suficiente y saberse sensata cuando sueña con ser astronauta, científica o lo que a ella le plazca.