“Hoy, al cronista que llega de hacer una cobertura su jefe no le pregunta si la noticia que trae es verdadera, sino si es interesante y la puede vender. Este es el cambio más profundo en el mundo de los medios: el remplazo de una ética por otra”, escribió alguna vez el periodista polaco Ryszard Kapuscinski, en el libro “Los cinco sentidos del periodista”.
Los cambios vertiginosos en el mercado, la tecnología y la forma en la que se comunica la humanidad, han causado grandes modificaciones al oficio periodístico: cualquier denuncia o información en redes sociales ya se entiende como una nota o un reportaje y para quienes ejercen esta actividad resulta cada día más complejo diferenciarse de un universo multilateral de publicaciones al cual el teórico español, Manuell Castells llamaría “la autocomunicación de masas”; es decir, ya cualquiera le puede decir al mundo lo que quiera.
Jorge Ramos es un periodista mexicano que supo muy bien cómo diferenciarse y tal como lo dice Kapuscisnki, logró que su proceso informativo no sólo fuera interesante, sino también, vendible. Su estilo de directa confrontación a políticos, igual de izquierda que de derecha, lo han convertido en un icónico personaje de la esfera mediática.
Y bien, ahora que Jorge Ramos visitó la conferencia matutina del Gobierno de México, fue el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien debió aguantar el peculiar estilo de dicho periodista, tal y como lo hicieren alguna vez Evo Morales, Nicolás Maduro, Donald Trump y hasta Carlos Salinas de Gortari… En esta ocasión, Ramos claramente no buscaba hacer nota, sino “ser” la nota: y lo logró.
No habría queja alguna si hasta ahí hubiera parado el tema: al final, el ejercicio de las conferencias mañaneras da pie a que sucedan ese tipo de episodios; más aún, es saludable para la democracia el debate público entre periodistas y las autoridades, algo que hasta la llegada de la llamada “4ta transformación”, no se había visto en México de forma tan abierta. Sin embargo, más o menos cinco horas después de que se dio este episodio entre Ramos y el presidente, la página de Facebook “Club De Suscriptores Reforma”, sube un video en el cual el propio Jorge Ramos invita a los jóvenes a suscribirse a Reforma: “escúchenos, léanos, critíquenos, pero sobre todo, quédense cerca de nosotros”, dice el periodista, quien colabora en dicho medio informativo.
¿Entonces qué tan delgada es la línea entre el oficio o el negocio?, ¿resta credibilidad a un periodista el llamar la atención al parecer sólo como una estrategia de mercado de la empresa para la que labora? Cada quien tendrá sus respuestas, empero, no se puede obviar que el diario Reforma ha tenido ya varios roces con el gobierno actual, por ejemplo, al acusar a las autoridades de “acoso fiscal”, o al ser ellos quienes publicaron la filtración que generó la controversia por las disculpas que se pretendía obtener de las autoridades españolas por los abusos y la violencia en la época de la conquista contra los pueblos originarios. La controversia causada por Jorge Ramos, luego de verlo anunciar las suscripciones de su medio, se antoja ahora como una jugada del Reforma en este ajedrez que parece estar jugando contra López Obrador.
Guardando enormemente las debidas proporciones, y en este debate que siempre ha existido en el mundo del periodismo, sobre si el periodista debe o no debe ser el centro de la nota, es inevitable recordar “A sangre fría”, de Truman Capote, donde el autor incluso influyó en ciertas partes de un juicio por asesinato sólo para mejorar el texto que estaba escribiendo sobre el mismo. ¿Se vale, se vale llamar la atención sólo por vender más, y no trabajar sencillamente para informar?
Cerramos como empezamos, con el maestro Kapuscisnki, justo uno de los hombres que a veces estaba en el centro de la nota, a veces afuera de ella, un sujeto que nos dejó mucho para aprender del periodismo: “Nuestra profesión siempre se basó en la búsqueda de la verdad: el valor de la noticia o el del texto era dar cuenta de la verdad. Muchas veces la información funcionó como un arma en la lucha política, por la influencia y por el poder. Pero hoy, tras el ingreso del gran capital a los medios masivos, ese valor fue remplazado por la búsqueda de lo interesante o lo que se puede vender. Por verdadera que sea la información, carecerá de valor si no está en condiciones de interesar a un público que, por otro lado, es crecientemente caprichoso”.