“Confieso que fracasé, me enfrenté al poder fáctico y el poder fáctico me dio en el suelo, como decimos vulgarmente en el tema pugilístico…”, le dijo Ricardo Belmont Cassinelli, exalcalde de Lima, Perú de 1990 a 1995, al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en la conferencia mañanera del jueves 9 de mayo.
¿Por qué sería importante rescatar este peculiar encuentro entre dos sujetos adultos, de cabellos canos, políticos ellos, en el Palacio Nacional? Bueno, la respuesta se encuentra en la palabra neoliberalismo, que durante los primeros meses de gobierno ha sido clave para la narrativa de gestión del poder e incluso para el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024.
El neolibealismo, se implementó como política mundial a partir de la década de los ochentas; tenía como finalidad no sólo la disminución de la intervención del Estado en las prácticas del mercado, como lo dicta el Liberalismo clásico de Adam Smith o David Ricardo, sino también en la privatización bestial de todos los recursos naturales y del subsuelo de las naciones: en Centroamérica o Bolivia, llegaron a darse intentos incluso de privatizar el agua de lluvia; además, otra característica del modelo fue empoderar a las empresas privadas como entes supranacionales que sustituyeran la militarización en el expansionismo de los países potencia.
Para ello hubo que debilitar la fuerza de las empresas paraestatales en los países del llamado tercer mundo, que hoy se le conoce como naciones en desarrollo. El propio Blemont se lo comentaba al presidente López Obrador: “Nos han hecho creer que no estamos capacitados nosotros para hacer lo que hicimos, ¿quién hizo Pemex, y por qué se habla ahora de que tienen que venir otros a remplazar a los mexicanos que hicieron este gran país?”.
Este encuentro entre líderes opuestos al proyecto neoliberal en América Latina tiene mucho significado, pues de pronto el monstruo empresarial globalizado se presenta como una bestia gigantesca a la cual parece imposible vencer, porque a donde quiera que se mire: en el cine, donde la mayoría de la cartelera es norteamericana y en México ha crecido la moda de hacer remakes de esas mismas películas, ahí está; en las miles de tiendas de café donde el sabor es horrible pero el estatus parece crecer al tener un vaso con tu nombre, ahí está; en la ropa que si no es de marca extranjera entonces no luce bien, ahí está; en la tarjeta de crédito que cargas en la cartera para tener antes las cosas que no sabías que necesitabas hasta que la publicidad te convenció de ello, ahí está el neoliberalismo… decía Margaret Tatcher: “La economía es el método. La finalidad es cambiar el corazón y el alma”.
Y al parecer lo han logrado en gran medida, porque en efecto, cuando sale un nuevo celular que es puntero en tecnología o alguna película norteamericana que genera grandes expectativas, ahí vamos, a hacer filas enormes como si fuésemos autómatas sin criterio para discernir, porque aunque estemos conscientes del asunto, no queremos quedarnos fuera de la moda, de la discusión en las redes sociales de internet, y al final terminamos por ser otra pieza del sistema mundo, una con cada vez menos identidad.
“A los que ustedes llaman los fifís, yo los conocí, en mi país les llaman los mermeleros (…) a mí me liquidó la prensa; no porque tenían nada personal contra mí, sino porque mi proyecto era volver a recuperar la patria, la autoestima, el amor a lo nuestro, a nuestra gente, al barrio”, dijo también Ricardo Belmont, en un claro espejo donde buena parte de la mayoría de los medios de comunicación se mantienen en franca oposición al nuevo gobierno.
Y es normal, porque muchos de ellos son medios informativos empresariales; es decir, viven únicamente con la idea de generar dinero y no de cumplir con una función básica del periodismo que es el servicio de dar las mayores herramientas a la sociedad para que pueda tener un criterio propio. Ya lo decía Ryszard Kapuscinski, que el periodismo sufrió un duro golpe cuando los empresarios vieron que la noticia era una buena mercancía, y como cualquier otra cosa en el mercado, no importa si es basura, lo importante es venderla: por eso tan importante decirle que no al neoliberalismo, aunque poquito a poco, recuperar la identidad.