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“No me quiero morir”, entrevista con Héctor Valdez

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Conferencia matutina de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México; viernes 17 de mayo de 2019; ya lleva más de una hora el evento conocido como “la mañanera”; de entre los reporteros presentes uno alza la mano, el presidente lo señala, se levanta: camisa tipo polo azul a rayas blancas. “Soy Héctor Valdez, vengo de Tulum, desde ayer estoy aquí en la Ciudad de México y salí de Tulum desde el día diez, huyendo; el clima de terror que se vive en Quintana Roo, en Tulum, sobre todo, es mucho, pero muy, muy grave”.

El presidente lo mira fijo; él dice: “Estoy amenazado de muerte (…) me aventaron bombas molotov a mi casa en noviembre, fui golpeado por la policía estatal a cargo de un personaje nefasto, Alberto Capella Ibarra, me golpeó a culatazos”. El presidente lo mira, lo mira fijo. “Di a conocer el caso de dos policías violadores, violaron a una turista en la playa, salieron libres porque les dejaron todo a modo: el presidente municipal de Tulum, Víctor Mas Tah, que es el personaje aliado a la delincuencia en turno”.

Se dice orgulloso de jamás haber recibido “un chayo”, reta incluso al gobernador de Quintana Roo a demostrar lo contrario, ya que a últimas fechas ha sido acusado de recibir un automóvil como soborno del Partido Revolucionario Institucional; sin embargo ese vehículo lo sacó a pagos. El auto es importante porque en algún momento de este texto le salvará la vida… El presidente sigue ahí parado, escuchándolo, mirándole fijo; “lo van ahogando a uno, le terminan ahogando económicamente, empiezan a amenazarlo, empiezan a querer emboscarlo, bombas en mi casa, amenazas de muerte todos los días… Yo no sé qué se puede hacer, pero yo creo que urge que la impunidad, sobre todo en Quintana Roo, se termine, de verdad y de corazón se los digo. Muchas gracias”. Concluye.

Un día después conversamos con ese hombre, director de Tulum en Red y reportero de Quadratín, que repite varias veces durante la charla: “No me quiero morir…”.

Héctor Valdez proviene de Morelos, a los 17 años tuvo la oportunidad de colaborar en una pequeña radio local donde se encandiló con los medios de comunicación y abandonó su carrera de Ingeniería Industrial en Eléctrica. Tiempo después migra con su familia a Quintana Roo y con su incipiente experiencia se vuelve una especie de profesor de radio en el Tecnológico de Chetumal. Él dice tener mala suerte, lo recalca de forma reiterada; sin embargo, la vida lo puso como aprendiz de Virgilio Caballero en el Sistema Quintanarroense de Comunicación Social, habrá tenido poco más de veinte años.

Son los albores de los años ochentas, parece que entonces los medios de comunicación le son una feliz fantasía; ahora que se mueve en el círculo cercano de Virgilio Caballero, se convierte, como él mismo lo dice medio bromeando, en “un buen periodista de tercera, en un pueblo de cuarta”.

Entonces uno se pregunta: ¿cuándo se echó a perder ese idilio con su trabajo en el periodismo?, pero él mismo dice: “No, no se echó a perder, esto es una etapa: me han mandado golpear, me han mandado matar, esto es una etapa”.

Entonces viajamos de los años ochentas al presente, nuestra época, partamos, por ejemplo de cuando Valdez fue crítico de Roberto Borge, exgobernador de Quintana Roo actualmente sentenciado a dos años de prisión preventiva justificada en tanto concluye el juicio y se dicta sentencia por los delitos de aprovechamiento ilícito del poder y desempeño irregular de la función pública. En esos tiempos le mandaban mensajes de intimidación, le bajaron el sueldo, no pasaba, según él, de ese hostigamiento casi que natural del poder.

Sin embargo, para Valdez los tiempos se volvieron más violentos cuando Carlos Joaquín González se convirtió en gobernador de Quintana Roo en 2016. Durante las campañas para alcaldes de aquel año, Valdez realiza una entrevista a Jorge Portilla, en la cual le cuestiona sobre su declaración “tres de tres”, ya que, según el periodista, el reporte de sus posesiones era muy bajo en referencia a la fortuna del candidato a la presidencia municipal de Tulum por la coalición del Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática.

Portilla enfurece, demanda a Valdez por difamación y sube un video a redes sociales de internet donde le acusa de ser un “pseudoperiodista” que ha dado falsos testimonios en su contra; Héctor Valdez da respuesta a estas acusaciones justo en la veda electoral y, a su parecer, esto le resta una importante cantidad de votos al candidato del PAN y PRD, quien termina perdiendo Tulum contra Romualda “Romi” Dzul , candidata del Partido Revolucionario Institucional.

A partir de ahí Valdez estará en la mira de un grupo que se acomoda en el poder de Quintana Roo, encabezado por Carlos Joaquín y formado también por el propio Jorge Portilla, y Víctor Mas Tah, a quienes nunca dejó de criticar en su trabajo periodístico.

Con este último, Víctor Mas Tha, en 2018, comienzan las preocupaciones del presente. En la página de Facebook de Tulum en Red, medio que dirige el propio Héctor Valdez, se pueden consultar diversos videos en los cuales el periodista confronta al ahora presidente municipal con preguntas sobre inseguridad, denuncias de la ciudadanía, entre otros temas; no obstante, durante las campañas del año pasado en las cuales Mas era candidato a la alcaldía de Tulum, e incluso antes de que el mismo Mas tomara posesión de su cargo, Valdez ya recibía amenazas.

“Algunos que se decían mis amigos me decían: ´Víctor de amigo es a toda madre, de enemigo es un culero´… ´Oye cabrón, ya bájale de huevos, te van a quemar tu carro´… y el que más abierto me lo decía era su coordinador de campaña; yo le decía: ´oye, tú eres mi amigo, un amigo no te puede andar diciendo esas amenazas´, y él respondía, ´no son amenazas güey, te estoy diciendo lo que te puede pasar, mira, ya mataron al Güero, ya mataron a Rubén, el que seguía después del Güero eras tú, pero se les pasó´, eso me dijo”.

“El Güero” era José Guadalupe Chan Dzib, quien trabajaba para el Semanario Playa News, de Playa del Carmen: fue asesinado a balazos en el municipio de Carrillo Puerto en junio de 2018, y “Rubén” era Rubén Pat, director del mismo semanario, asesinado 26 días después.

Días antes de que Víctor Mas tomara posesión como presidente municipal, su supuesto “amigo”, el coordinador de campaña, cita a Valdez para una reunión en la cual también se encuentra el entonces presidente del PRD en Quintana Roo: “Te cargó la verga cabrón, se te acabó tu beca, porque te ofrecí y no quisiste. Te salvaste cabrón, te salvaste, ya mejor ahora échanos la mano, ya vamos a trabajar, Víctor es bueno está dispuesto a olvidar”. Los presentes se ríen, sólo ríen. “La beca” a la que se refería el coordinador de campaña de Mas eran 10 mil pesos mensuales que le ofrecieron a Valdez para que dejara de ser crítico con nuevo alcalde, pero no los aceptó.

Ante estas amenazas, Valdez dice: “Se siente feo, pero en ese momento no era algo que yo de verdad sintiera como peligro, un idiota, baboso, político que te avisa”; sin embargo, el día que Víctor Mas asume como presidente municipal, “me doy cuenta de que la cosa sí está fea. La policía me agrede, me mientan la madre y me dicen ´ya se te acabó pendejo´. El mismo día que está asumiendo el poder, horas antes del primero de octubre, yo voy a cubrir una nota, unos policías con pasamontañas me intentan quitar el teléfono y me dicen: ´se te acabó pendejo´, y me doy cuenta de que ese es el momento de quiebre. Se arrancan en su patrulla, chocan mi carro, le despedazan la facia… Ese fue el punto de quiebre”.

Poco más de un mes después, en noviembre de 2018, Héctor Valdez duerme en una casa que rentaba en Tulum. En la madrugada suena un “trancazo”. “No quise salir, ya había recibido yo amenazas anónimas pero no quería hacer yo mucho caso. Escucho el guamazo y no quise salir, pensé que fue una piedra y digo yo: ´lo que sea, ya mañana´. Al otro día salí corriendo, veo el carro y está bien, de pronto veo una piedra junto al portón, me subo al carro y me voy a cubrir un evento de empresarios”.

“Cuando regreso a la casa vengo con una amiga en el coche y me pregunta que cuándo se me rompió mi parabrisas. Le digo que me aventaron una pedrada. Llego a mi casa, lo estaciono, voy pensando en la piedra y cuando la recojo noto que el follaje está todo triste y luego veo que hay un flamazo y veo la botella, entonces me doy cuenta de que fueron bombas molotov. Luego veo mi portón y otro flamazo: le escribo entonces a mis compañeros de trabajo, ´vengan a mi casa, estoy en peligro´, le hablo también al subdirector de la policía, que era mi amigo y le digo que me tiraron bombas a mi casa”.

Llegan las patrullas, todo el clásico movimiento policiaco llama la atención de un vecino que sale y le dice que además de las dos bombas que explotaron, había otras dos junto al auto del periodista: “¿Y por qué no lo reportó?”, le reclama uno de los policías al vecino: “Claro que lo reporté –responde- lo reporté al 911 y me dijeron que si no estaban usadas, que nomás tirara la gasolina, y toda la mecha y la pusiera en agua, eso hice: tiré la gasolina lejos del carro y ahí están las botellas”.

Eran de Coca-Cola, de medio litro, vidrio grueso: después un policía le explicó a Valdez que ese tipo de bombas están diseñadas para romper los cristales de los automóviles para que exploten dentro; sin embargo, según las propias deducciones de Valdez, pasó algo así como cuando miembros del colectivo La Mano Negra fallaron en su primer intento de asesinar a Francisco Fernando en 1914, cuando lanzaron una bomba al vehículo del archiduque y rebotó en el toldo. Por eso los flamazos estaban hasta la puerta de la casa.

Viene, según Valdez, un “tiempo de tranquilidad”: “Sigo cubriendo las balaceras, me amenazan en redes, me mandan mensajes agresivos, pero sé que denunciar amenazas no te lleva a nada; yo he denunciado diez o quince veces, pero imagínate si denunciara cada amenaza, no acabaría, y además, ya te vuelves motivo de burla… No puedes denunciar todo”.

Parte de su círculo cercano se comienza alejar de él, por miedo, por burlas: “qué haces con ese viejo”. La estigmatización es otra parte de acabar con la vida de un periodista. “Oye cabrón, te está llegando la lumbre a los aparejos eh, ten cuidado”, le dice gente que tiene información de lo que está pasando, “y pues ya no vive uno a gusto”.

Ya en marzo de 2019, durante un desalojo a “paracaidistas” en un terreno de Tulum, donde Valdez cubre la nota y graba los abusos policiacos, el periodista mide mal sus pasos, de pronto se aleja de los enfrentamientos y queda a la merced de los oficiales, quienes lo encapsulan y le dan una golpiza de cinco segundos, que al habla suenan pocos, pero entre toletazos y golpes son una eternidad; logra zafarse, aferrado de su celular y un efectivo, cubierto el rostro con pasamontañas, le grita: “¡Tú ya estás muerto, nomás que no te has dado cuenta!”.

En abril se tratará de una emboscada. Tiempo después un amigo suyo, policía, le dirá que fue muy claro que lo estaban acechando, pero en el momento, su olfato periodístico no le permite mirar las señales. Le llaman: “vente en chinga, hay un robo”, va de inmediato en su auto, rápido para llegar a reportear lo más pronto posible. En el camino, por las prisas, casi arrolla a un ciclista, quien al reconocer a Héctor Valdez, cuya voz es famosa en Tulum por sus videos en redes sociales, termina con sus reclamos; sin embargo, esos minutos son clave porque entonces ya no llega a cubrir la nota: “pasó media hora, llegué tarde, todavía me di una vuelta pero ya no vi nada, me regresé a mi casa”. Raro, ni patrullas, ni policías.

Ya en casa, preparándose de cenar, sólo vistiendo calzones, otra llamada: voz de mujer, joven, asustada. “Héctor, ¿tú eres de Tulum en Red?… ¡Hay un cuerpo, hay un muerto en un carro, está lleno de sangre dentro de un carro…!”. El periodista y la joven mujer entran en conflicto porque no se entiende si el muerto se encuentra en Aldea Tzalam o en Aldea Zama, dos zonas distintas en Tulum; al parecer la mujer que llama no se da a entender, está confundida: esa era una alerta, pero en el momento el periodista no piensa, va por la nota.

Valdez pasa por una amiga reportera. Llama al director de la policía, no responde; llama al subdirector, no responde: segunda alerta, a la que no hace caso, porque en ese momento no se percata de lo enrarecido del asunto. Al final le llama al director de tránsito del municipio, quien sí le había respondido el teléfono cuando tuvo el percance con el ciclista. El funcionario escucha el nombre de la zona, Aldea Tzalam, y le indica al reportero la tercera alerta: “Ah, eso está por los terrenos de Portilla”… Sí, el mismo Jorge Portilla de hace un momento, al que le echó a perder la candidatura de hacía dos años por la alcaldía de Tulum.

Llega a la zona en la cual le indicaron se encontraba un muerto: nadie, nada, solo, “no se aparece la policía”, su acompañante le dice: “creo que nos engañaron”… “De pronto, de la nada, salen dos cabrones de un área verde del monte, salen como a prisa… No me gusta su mirada”. ¿Recuerdas que al inicio hablamos de un auto que le salvaría la vida a Valdez? Pues en ese momento en el que al ver a los sujetos da la vuelta y acelera, asegura que en su carro viejo, el anterior al que está pagando a plazos, no habría logrado escapar porque “era uno que cuando acelerabas se apagaba”.

“Doy la vuelta en U, doy el acelerón y esos cabrones corren como para alcanzarme y luego sale otro corriendo de otro lado y salí en un arrancón atroz. Me voy pitando, llego a una estación de bomberos y les grito: ¡oigan, a lo mejor me están persiguiendo!”.

Le llama al director de la policía que ahora sí le contesta el teléfono, este le dice que ya está enterado de la situación, que pedirá refuerzos: “Y llega, con una tranquilidad, con un solo acompañante, un policía que iba manejando, se baja, y me dice, ´sí, los vi, los alcancé a ver, ¿eran tres, verdad? ´, aunque me quedó la duda de si los había visto porque por los tiempos no sé como seguían ahí”. Está demás decir que la Fiscalía de Quinta Roo desestimó este hecho porque al final, “no pasó nada”.

Llegamos al 9 de mayo, Valdez cubre dos balaceras en Tulum. “Los medios a veces no sacan ni los muertos, pero cuando llegas tú y sacas una cosa, tus compañeros se ven obligados a sacar la nota también, pero si no la sacas tú, no la sacan ellos”. Llega a la zona, captura el hecho en video y comete, el que piensa, fue un grave error: mientras graba, en su narración comenta: “Este es el clima de inseguridad de este narcoayuntamiento cuyo presidente, evidentemente está coludido con el crimen organizado”.

Va a su auto, lo aborda pero no se arranca, comienza a subir sus videos a la red, se queda estacionado con la puerta abierta, la ventanilla abajo, “pasa un cabrón, lo veo de reojo, pasa caminando y me dice: te vas a morir, güey”.

Como no es la primera vez que se lo dicen ya no se inmuta. Se va a su casa: después de cubrir nota roja por lo general queda “tenso”, con emociones que no lo dejan dormir, así que ve televisión, le gustan las series, dice que antes leía mucho, pero ahora lo hace menos, pasó por el cine de arte y terminó viendo series, y por eso es lo que mira durante la noche. Se olvida de su celular, cuando logra dormir, “como a las cuatro de la mañana, tal vez hasta más tarde”, lo hace profundamente.

Ya en 10 de mayo despierta casi a las once de la mañana, toma el teléfono y tiene más mensajes que de costumbre pero lo extraño son las insistentes llamadas perdidas de un amigo exdirector de policía en el municipio y un mensaje de él mismo que le dice: “Donde estés urge que te comuniques”. Hablan por teléfono: “Desde la madrugada me dijeron que te levantaron, a la primer oportunidad, salte de Tulum”. Cuelgan, Valdez queda nervioso, revisa sus mensajes y encuentra uno, el que lo hizo largarse y llegar hasta Palacio Nacional: una amenaza en letras mayúsculas, repleta de groserías: “…TE VOY A REVENTAR, ESTAS AVISADO HIJO DE TU PUTA MADRE…” se lee sólo en una parte del mensaje cuyo remitente está registrado como “Número amenazas”.

Aunque varias veces le han dicho que ya está muerto, él no se asume como alguien sin vida, pese a ello, luego de leer ese mensaje va a dar al panteón, porque de Quadratín le encargan una nota sobre el día de las madres que graba ahí mismo… Pero los nervios, el miedo, ya no lo abandonan: ¿tú qué sentirías, tú qué harías si llevas meses bajo amenazas, siendo para muchos ya un cadáver?

No sé qué harías tú, pero Héctor Valdez se fue a tomar un café. Así es, se dirigió a un sitio donde, habitualmente, pasa horas leyendo, conversando con la gente, tratando con los empleados del lugar: “unos gringos son los dueños”, dice, y aunque cuando los conoció le cayeron un poco mal, al tiempo les fue tomando cierto aprecio. Pese a tanta amenaza va por su café, pero “llego y está un cabrón con más mala cara, que se me queda viendo desde que yo estoy llegando… Y no era un dealer, porque pasaban apenas de las doce del día, era un güey que no coincidía, que nunca había visto. Veo que está parado ahí, veo que se me queda viendo, está con una sudadera, lo veo que se me queda viendo, entro al café, me dice uno de los meseros que ya lleva rato el güey ese ahí… Pido un americano, pero no me gustó ese cabrón, lo veo nervioso, me salgo en chinga del café junto con unos extranjeros, me subo al coche y me voy en chinga… La pendejada, todavía hice otra nota de una gasolinera antes de irme, pero ahí dije, no ya, ya me voy a ir…”. Por fin, hace caso de las alertas, las alarmas, las señales.

Se va, pasa a Chetumal unos días, luego vuelve a Tulum en una visita fugaz y emprende su viaje a la Ciudad de México; su deseo, estar frente al presidente del país para denunciar su caso. El 17 de mayo, por fin, logra entrar a “la mañanera” y coincide que se encuentra en el panel de oradores Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, quien es precisamente el encargado del mecanismo de protección a periodistas. A Héctor Valdez le sorprende la facilidad con la que, en el nuevo gobierno, resulta acceder a las autoridades, incluido el presidente: “esto antes era impensable; yo ni sabía bien qué iba a decir si me daban la palabra y me dejaron hablar lo que yo quise, ni me interrumpieron ni nada”.

Desde el año 2000, más de 140 periodistas han sido asesinados en México según la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México (CNDH), sólo Afganistán y Siria han reportado más muertes de personas que ejercen esta profesión. Un día antes del encuentro entre Héctor Valdez y el presidente López Obrador, asesinaron en Playa del Carmen, Quintana Roo, a Francisco Romero, también conocido como el “Ñaca-Ñaca”, quien precisamente, era reportero, uno protegido por el gobierno pero que, según el propio subsecretario, cometió el error de salir de casa sin avisar a los guardias que le cuidaban.

Héctor Valdez pasó gran parte del viernes 17 de mayo en la Secretaría de Gobernación, luego de haber tenido un encuentro con Alejandro Encinas. Ahora está bajo el mecanismo de protección del Gobierno Federal en el cual él, confía. Ha estado al pendiente de las reacciones que su proyección en medios nacionales pudieron haber causado, pero en Quintana Roo, ni Víctor Mas Tah, ni Carlos Joaquín, el gobernador, han dicho nada: “Cuando no reaccionan, es peor”, dice.

De pronto, en un ambiente del que se abstrajo durante cinco horas de charla entre café, meseras de mandiles blancos, música veracruzana, un montón de gente que viene y va, Héctor Valdez vuelve al presente, mira fijo a la mesa y mientras sus ojos se ponen rojos, rojos y aguados, dice: “Si pudiera agregar algo, es que yo no me quiero morir… No quiero”. Silencio.

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