Uno de los temas que más han alarmado a parte de la comunidad científica, política y social, ha sido el del calentamiento global; sin embargo, un tema al que quizá debería darse más prioridad es al efecto que está condición climática tiene en los enormes hielos polares, así como en los alrededores helados.
Por ejemplo, según el medio Euronews, solo en el último día julio del presente 2019, la isla de Groenlandia, cercana al Ártico. La ola de calor procedente del Sáhara que se instaló en España y en el sur de Europa a principios de julio, por los cuales, en zonas de Francia han llegado hasta los 40 grados centígrados, también impactó ahora a Groenlandia, donde el 56 por ciento del territorio está siendo afectado por el derretimiento de hielo, llegando a perder 11 mil millones de toneladas en un día y 160 mil millones de toneladas de hielo solo en julio, según ha informado la portavoz de la Organización Meteorológica Mundial de la ONU, Clare Nullis.
Sin embargo, podríamos dar un contexto más amplio para comprender esta situación. Los países potencia, industrializados y sobre todo los colindantes al Ártico: Noruega, Canadá, China, Rusia y Estados Unidos, podrían tener cierto interés en que se acelere el proceso de deshielo en dicha zona, dado que esto implicaría la apertura de nuevas rutas marítimas.
La región de la Antártica comprende una superficie 40 veces mayor que la de España e incluye el océano Glacial Ártico y las áreas de tierra que lo circundan, pertenecientes a Groenlandia, Eurasia y América del Norte. Ocho son los países considerados árticos: Canadá, Dinamarca (por Groenlandia), Noruega, Rusia, Estados Unidos, Suecia, Finlandia e Islandia.
Según los investigadores Blanca Palacían e Ignacio Sánchez, del medio español especializado “Estudios de Política Exterior”, durante el verano de 2012, por primera vez, la superficie helada del norte en el planeta descendió de los cuatro millones de kilómetros cuadrados (ocho veces la superficie de España). Este supone una disminución del volumen de hielo marino del 12 por ciento cada 10 años.
Asimismo, señalan que este deshielo permitirá acceder a importantes depósitos de hidrocarburos, minerales y pesqueros; abrirá también nuevas vías comerciales para el transporte marítimo y el turismo.
La primera bordea la costa septentrional norteamericana, conectando el océano Atlántico y el Pacífico. En esta ruta se encuentra el primer conflicto de intereses debido a que, al atravesar estrechos localizados en un archipiélago de su soberanía, Canadá entiende que son sus aguas interiores, por lo que le corresponde establecer las condiciones de tránsito. Por el contrario, Estados Unidos y Europa consideran que estos estrechos deben estar abiertos a la libre navegación internacional.
La segunda ruta, la del Noreste o del mar del Norte, también une los océanos Atlántico y Pacífico, pero lo hace a través de las costas del norte de Rusia. Ofrece, en principio, un camino más barato, rápido y seguro que las actuales rutas, bajo la amenaza de la piratería y el terrorismo, así como de la inestabilidad casi permanente en ciertas regiones. Un ejemplo, el estrecho de Ormuz, en el Golfo Pérsico, donde a últimas fechas no paran los conflictos entre Irán y potencias como Estados Unidos y Gran Bretaña, así como los Golfos de Omán y Adén, donde se han registrado ataques a barcos perpetrados por piratas somalíes.
El deshielo suma a esta posibilidad de utilizar nuevas rutas marítimas el acceso seguro a recursos naturales. Se calcula que el Ártico alberga una gran cantidad de recursos energéticos. El servicio de Inspección Geológica de EU estima que contiene el 30 por ciento de las reservas mundiales no descubiertas de gas natural y el 13 de las de petróleo, también depósitos minerales con oro, platino, diamantes, entre otros varios recursos; además, cuenta con bancos de peces y fauna de importante valor comercial.
Según la Convención de Naciones Unidas del Derecho del Mar, a los países limítrofes les pertenecen los recursos naturales del fondo marino y su subsuelo, hasta 200 millas desde sus costas. Pueden, además, solicitar su ampliación hasta 350 millas, siempre que prueben que esa extensión forma parte de su plataforma continental.
Noruega, Rusia, Estados Unidos, Canadá y Dinamarca son los países que han reclamado ya su derecho al Ártico y los recursos que existen en sus profundidades y terrenos.
Ante estas problemáticas, un tema trascendente es cómo la contaminación de la atmósfera está acelerando el calentamiento global debido a los gases de efecto invernadero y esto, a su vez, ha generado la aceleración del deshielo del Ártico.
Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, son precisamente los países con mayor presencia industrial quienes contaminan más el ambiente al grado de afectar el cambio climático: China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón, son el top cinco según la Agencia.
Por otro lado, según el informe 2017 de Carbon Disclosure Project, titulado: The Carbon Majors Database, son empresas como ExxonMobil, Shell, BP, Chevron, Peabody, Total, BHP Billiton, y PetroChina, entre otras, las que generan, desde 1988, mayores cantidades de Gases de Efecto Invernadero.
Entonces uno debiera preguntarse, ¿por qué Estados Unidos, bajo el gobierno de un empresario como Donald Trump, abandonó los Acuerdos de París, que tienen como objetivo aminorar los efectos del cambio climático, sin importar la terrible emergencia que vive el mundo con la destrucción de la atmósfera?
En China, debido a la capa gris que cubre los cielos, hay zonas donde la gente sólo puede ver el amanecer a través de pantallas: un futuro distópico, como de película futurista, nos alcanzó.