Disminuir consumo de carne puede salvar al planeta, según la ONU; sin embargo, la ganadera no es la industria más contaminante

Los expertos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, órgano asesor de la ONU, presentaron un informe realizado por 107 expertos de 52 países en el que explican por qué es necesario cambiar la manera en la que gestionamos los sistemas alimentarios y la tierra que nos los provee, para contrarrestar el cambio climático, cuya amenaza a su vez representa la escasez de agua y comida en el futuro.

Eduardo Calvo Buendía, presidente adjunto de uno de los grupos de trabajo del panel, aseguró a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que lograr dietas más ricas en granos, frutos secos y verduras, por ejemplo, pueden tener una menor huella de carbono que las ricas en carne, debido a que el proceso de obtención tiene menor impacto en el uso de suelo y la cantidad de agua necesaria.

Casi un tercio de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero, dijo Calvo, atienden al sistema alimentario, tanto a la generación así como al procesamiento y distribución de los alimentos.

Asimismo, el reporte de la ONU asegura que los humanos afectamos un 70 por ciento del terreno libre de hielo, del cual, una cuarta parte ya está degradada; esto lastima la capacidad del suelo para absorber carbono debido a la influencia que realiza la industria alimentaria en la modificación de la tierra para generar mayores cantidades de alimentos, lo que, exacerba el cambio climático. En este sentido, la ONU llama a utilizar sólo la tierra que ya está degradada de ahora en adelante y no seguir el proceso con terrenos que aún no han sido afectados por la mano del hombre.

Los expertos del Panel consultado por la ONU mencionaron que la lucha contra el cambio climático debe basarse en la sostenibilidad, esto es, un menor crecimiento de la población, reducción de las desigualdades, menor desperdicio de comida, entre otras prácticas que ayuden a disminuir la deforestación y los daños al suelo de la Tierra. Sin embargo, existe poco margen de maniobra si se quiere limitar el cambio climático y, al mismo tiempo, alimentar correctamente a una población mundial que este siglo superaría los 11 mil millones de personas.

Según la ONU, debido a la descomposición de materia orgánica, la ganadería es una de las principales fuentes de emisión de metano, un gas de efecto invernadero relativamente potente que contribuye al calentamiento global. Para hacerse una idea de su alcance basta imaginar que, si las vacas formaran un país, sería el tercero en emisiones de gases de efecto invernadero.

En este escenario, el organismo internacional acepta que la producción agropecuaria de poblados pequeños o granjas locales, que da empleo y es un modelo de vida de muchas comunidades, tiene una mucho menor huella ecológica que la que dejan las grandes industrias de la carne.

Sin embargo, las vacas, no tienen la culpa, o al menos así lo expresó para el diario español El País, Marta G. Rivera Ferre, directora de la Cátedra de Agroecología y Sistemas Alimentarios de la Universidad de Vic, y una de los107 científicos, que han participado en el informe sobre el uso de la tierra y el cambio climático generado por el panel internacional que asesora a la ONU.

“Las vacas no tienen la culpa, la tienen las personas. En los últimos 30 años se ha incrementado mucho el consumo de carne y también la de proteína animal de vacuno, pero lo que ha crecido más es el consumo de pollo y de cerdo. De hecho, hoy el 77 por ciento de los animales que se producen para la alimentación en el mundo son el pollo y el cerdo; y el 22 por ciento vacuno. Los cerdos están vinculados a un sistema de producción intensivo fundamentalmente, mientras que el vacuno depende del contexto y de la región. Y cada especie contribuye al cambio climático de manera diferente”, afirmó la experta.

Asimismo, la investigadora asegura que son los países desarrollados los que deben disminuir el consumo de carne, mientras que en otros se requiere el aumento en la ingesta de proteína; por ejemplo, en Australia el 30 por ciento de las emisiones del sector alimentario tienen que ver con el sobreconsumo, es decir, la gente come más de lo que necesita, afirma la Rivera Ferre y añade: “Sabemos que si lo reducimos, no solo el de carne también leche o huevos, seremos capaces de reducir las emisiones de efecto invernadero y tendremos un impacto beneficioso en la salud. Pero, cuidado, hay partes del planeta donde la gente necesita aumentar el consumo de carne porque tienen una dieta baja en proteínas”, publicó el diario español.

Al respecto, también se abundó en que “hay zonas en Estados Unidos que se conocen como desiertos alimentarios: son áreas pobres en las que en kilómetros y kilómetros no se encuentra un establecimiento donde comprar fruta y verdura y solo hay McDonald’s y comida rápida. Es decir, aportes de caloría vacía y grasa. Esa población no se puede permitir comprar fruta y verdura”, por una cuestión de inaccesibilidad, así como por los costos.

Sin embargo, existen iniciativas, por ejemplo en España o Alemania, donde la economía podría influir a esta situación, pues se plantea la posibilidad de incrementar los impuestos a las carnes para incentivar la reducción en el consumo de las mismas.

Sin embargo, esto podría ser perjudicial para la población que no tiene poder adquisitivo suficiente y los impuestos le harían aún más inaccesible la ingesta de proteínas cárnicas. Por ello, expertos consultados por el medio español, ABC, sugieren “impuestos verdes”, es decir, que no vayan al consumidor, sino a las empresas que explotan de forma irresponsable la tierra para la ganadería, pues afectar al mercado, por ejemplo en España, sería golpear al segundo país en consumo per cápita de carne en Europa.

La sobre explotación de la Tierra y el consumo de alimentos promovidos por el ser humano, como el caso de la ganadería, no es un tema nuevo. Muchos investigadores han teorizado sobre el tema, e incluso desde una visión primitivista. Tal es el caso del escritor irlandés Andrew Flood, quien explica que si el ser humano quisiera vivir sólo de lo que se genera naturalmente, tendría que desaparecer un 90 por ciento de la población mundial.

En su libro “Civilización, primitivismo y anarquismo”, Flood expone el caso de Irlanda como punto de referencia, donde hay un aproximado de 5 millones de habitantes y él asegura, no existe el territorio suficiente para alimentarlos a todos; es decir, dicho país no puede ser autogestivo.

“Los cazadores-recolectores suelen vivir con una densidad de población de 1 habitante por 10 kilómetros cuadrados (la densidad de población actual de Irlanda es de alrededor de 500 habitantes por 10 kilómetros cuadrados). Aplicando este baremo, el número de habitantes de Irlanda debería ser menor de 70 mil. Probablemente menos del 20 por ciento de Irlanda sea tierra cultivable”, expone el investigador.

Y ante la sustentabilidad humana añade: “Siendo benévolos y asumiendo que Irlanda podría mantener a 70 mil cazadores-recolectores, resulta que necesitaríamos ‘eliminar’ unos 4 millones 930 mil habitantes. Es decir, el 98.6 por ciento de la población actual. La arqueología estima en 7 mil el número de habitantes de Irlanda antes de la llegada de la agricultura”.

Luego entonces, explica Flood, este parámetro podría aplicarse también al planeta entero, en referencia al término “capacidad de carga”, es decir, cuánto aporta un ser humano en su esfuerzo para obtener el alimento que necesita. Sin embargo, el modelo de producción actual implica que sólo unos cuántos trabajan para generar el alimento de territorios sobrepoblados cuyos recursos no alcanzan para satisfacer las necesidades, por lo que comienzan procesos de industrialización alimentaria y transportación, los cuales generan mayor contaminación.

Según el propio texto de Flood, la humanidad debería tener sólo 50 millones de habitantes recolectores y cazadores para ser autosustentable, y no los cerca de 7 mil 300 millones que somos actualmente, los cuales se espera crezcan para 2030 a 8 mil 500 millones.

El alto consumo de carne industrializada ha generado la necesidad destruir terrenos incluso en la selva del Amazonía, un territorio que es considerado uno de los “pulmones” de la Tierra y para el cual, países lejanos como Noruega y Alemania, realizan donaciones hasta de mil 300 millones de dólares a fin de mantenerle con vida. No obstante, las políticas neoliberales del gobierno brasileño, comandado por Jair Bolsonaro, han acelerado la destrucción de dicho ecosistema.

A siete meses del inicio del mandato de Bolsonaro, la parte brasileña de la Amazonía, pues también comparte algunas regiones con países como Paraguay, Bolivia, Perú, entre otros, aunque la brasileña es la más grande, ha perdido más de 3 mil kilómetros cuadrados de área boscosa, es decir, un aumento de 39 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado, de acuerdo con la agencia del gobierno brasileño que monitorea la deforestación. Mucho de esto se debe no sólo a la tala de árboles para uso maderables, sino también a la adecuación de terrenos para la crianza de ganado.

Sin embargo, no toda la contaminación deviene del consumo de alimentos como la carne. En una sociedad industrializada, capitalista y neoliberal, son muchas las industrias que contaminan el medio ambiente. Según una investigación de la BBC Mundo, después de las empresas petroleras, la industria de la moda es la que más daña al planeta.

El informe 2017 de Carbon Disclosure Project, titulado: The Carbon Majors Database, son empresas como ExxonMobil, Shell, BP, Chevron, Peabody, Total, BHP Billiton, y PetroChina, entre otras, las que generan, desde 1988, mayores cantidades de Gases de Efecto Invernadero.

Sin embargo, la BBC afirma que por los siguientes datos, la industria de la moda ostenta el segundo lugar en contaminar al planeta: “Si lo que te pusiste está hecho con poliéster -la fibra más usada para hacer ropa en el mundo, por lo que cada año se usan 70 millones de barriles de petróleo en ella-, tardará más de 200 en descomponerse. Si tu atuendo está hecho con rayón, que son artificiales pero hechas a partir de celulosa, la cifra es nuevamente 70 millones pero esta vez de árboles que se usan para producirlas cada año, de manera que tienen que ser talados”.

Y añade: “Pero si eres de los que sólo usan telas de fibras naturales como el algodón , resulta que este es el cultivo que más consume plaguicidas: 24 por ciento de todos los insecticidas y 11 por ciento de todos los pesticidas del mundo, que afectan la tierra y el agua (…) Incluso si es algodón orgánico , puede haber necesitado más de 5 mil galones de agua hacer tu camiseta y tu par de jeans”.

Luego entonces, no siendo la carne el único factor de degradación ambiental, tanto la ONU como otras organizaciones debiera pluralizar sus llamados a diversas industrias que están aportando de forma importante su contribución para destruir al planeta Tierra, y no sólo al problema en el consumo de carne.

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