La movilización pacífica es posible

La estrategia del Gobierno de la Ciudad de México en conjunto con el Gobierno Federal y los dirigentes del Comité del 68 y de otras agrupaciones estudiantiles para garantizar la paz en la manifestación del 2 de octubre dio resultado.

Cerca de las dos de la tarde funcionarios de las distintas alcaldías y dependencias del gobierno capitalino asistieron de manera voluntaria al llamado de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, para conformar el Cordón de Paz.

Desde Eje Central Lázaro Cárdenas a la altura de Tlatelolco, de donde saldría la marcha y hasta el Zócalo, los más de 12 mil trabajadores uniformados con playeras blancas con la leyenda “2 de octubre no se olvida” en el pecho y “Cordón de Paz” en la espalda, se formaron listos para promover la no violencia.

A las tres de la tarde las estaciones del Metrobús desde Hamburgo hasta el Caballito permanecieron cerradas pero el servicio continuó, los conductores dejaron pasar sin pagar a quienes no tenían saldo en las tarjetas de prepago ya al estar cerradas las estaciones, nadie podría recargar el saldo.

La mayoría de los establecimientos del corredor Juárez permanecieron cerrados, tapiados y con seguridad privada. Algunos tenían las cortinas a medio bajar y los trabajadores listos para cerrar en cualquier momento. Solo un establecimiento de alitas completamente tapado por bloques de madera tenía un letrero que decía “si tenemos servicio” y un joven era el encargado de conducir a los comensales por una puerta secreta.

Elementos de seguridad pública cerraron el paso desde la calle Humboldt y todas las aledañas de Juárez y 5 de Mayo, por donde pasaría la manifestación. Contaban con escudos para protegerse pero la indicación era no reprimir. El paso únicamente estaba cerrado para contingentes pues a los peatones regulares los dejaron transitar libremente.

Cerca de las cinco de la tarde, un pequeño grupo de encapuchados se metió a la marcha, rebasaron por la izquierda al contingente del Instituto Politécnico Nacional y comenzaron a pintar con spray las cámaras de los fotorreporteros y aventaron botellas de vidrio a la formación policiaca que no se movió ni un centímetro.

Al ver la violencia, los dirigentes del IPN detuvieron al grupo para dejar un espacio grande entre ellos y los encapuchados que no eran más de 15 y comenzaron a gritar “el que no brinque es porro”, para señalar y diferenciarse de los otros.

El Zócalo estaba rodeado por el Cordón de Paz y las puertas de Palacio Nacional quedaron resguardadas por la policía auxiliar. De pronto se escuchó un petardo y varios manifestantes corrieron hacia Madero, donde los integrantes del Cordón de Paz resguardaron a los ciudadanos y agarrados con los brazos entrelazados y las caras tensas se alistaron para reaccionar pacíficamente a cualquier acto violento, pero nada sucedió.

Cuando los contingentes de las normales rurales femeninas y masculinas, así como de las universidades públicas del país y los dirigentes del 68 ya se encontraban en el Zócalo, otro pequeño grupo comenzó a pintar paredes y negocios sobre 5 de Mayo. Al entrar a la plancha se agruparon y cayeron en la cuenta de que el integrante que faltaba había sido detenido.

El Zócalo se convirtió en una fiesta: grupitos de jóvenes sentados por todos lados, comiendo tortas y tomando jugo, otros con sus instrumentos tocaban canciones de Rubén Blades, los de Bellas Artes bailaban, los estudiantes del CCH Vallejo le daba la vuelta a un tanque de cartón de tamaño real realizado en el taller de dibujo. Los más grandes se abrazaban y contaban anécdotas de muchas marchas anteriores.

Atrás del último contingente y a toda velocidad venía la cuadrilla de barrenderos de la Secretaría de Obras y Servicios con sus trajes verdes fosforescentes, otro equipo de limpieza con grandes mangueras se encargó de despintar los graffitis y así, antes de las nueve ya todo estaba listo. Los daños fueron mínimos.

Nashieli Ramírez, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad reportó cuatro personas heridas por cohetones.

Los 18 oradores del templete llamaron a la no violencia y Alejandro Álvarez, del movimiento del 68, explicó que aquellos embozados no eran más que infiltrados y provocadores que tienen como objetivo generar miedo y meter en problemas a los gobiernos de izquierda pues quieren que las movilizaciones sean reprimidas pero esta vez no lo lograron. La estrategia dio resultado.

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