El 20 de octubre pasado, Bolivia celebró elecciones presidenciales, teniendo como uno de los candidatos a Evo Morales, quien preside el país sudamericano desde 2006. Sólo necesitaba 10 puntos de ventaja sobre Carlos Mesa, su más cercano contendiente.
Y el 26 de octubre, el cómputo final publicado confirmaba la victoria del líder del Movimiento al Socialismo (MAS) con el 47,08 por ciento de los votos frente al 36,51 del opositor Carlos Mesa, de la alianza Comunidad Ciudadana. La diferencia era de 10.57 por ciento.
Pero la oposición acusó de fraude, a las calles salieron decenas de miles de ciudadanos por ambos bandos y la violencia se recrudeció en uno de los países más estables de América Latina en la última década. En últimos días, se registraron al menos tres muertes y más de 340 heridos por los enfrentamientos.
En 2002, al menos el 63 por ciento de los bolivianos vivían en la línea de la pobreza; según el Banco Mundial, ahora sólo se encuentran en esa situación el 35 por ciento. Durante el mandato de Morales, el Producto Interno Bruto tuvo un crecimiento del 4 por ciento, por arriba de la mayoría de países de América Latina; asimismo, invirtió en salud un 170 por ciento más del presupuesto, en una nación maltratada por sus gobiernos anteriores.
Pero bien lo dijo el propio Evo Morales: “Mi pecado es ser dirigente sindical, es ser indígena. Mi pecado es tal vez ser cocalero, lo que grupos intentaron condenar”, en un país donde el imperialismo cultural y comercial tiene fuertes afrentas como que en 2002, la comida tradicional boliviana venció en preferencias y una cadena como lo es McDonald’s, debió declararse en quiebra en aquel país y retirar sus inversiones.
Por eso ayer, la primer noticia del día fue que Evo Morales, por el sesgo de la Organización de Estados Americanos y por la violencia desmedida en las calles, decidió poner freno y convocar a nuevas elecciones.
“Hermanas y hermanos pido bajar la tensión, tenemos la obligación de pacificar a Bolivia. Hago una convocatoria al respeto entre familias, a propiedades privadas, autoridades y a los sectores sociales; todo lo que tenemos en Bolivia es el patrimonio del pueblo”, declaró.
Apenas unas horas después, y luego de que varios líderes mundiales, como el propio Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, felicitaran a Morales por su paso democrático hacia la paz, Williams Kaliman, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas bolivianas, sugirió su renuncia “ante la escalada de conflictos que atraviesa el país y velando por la vida y la seguridad de la población”.
A través de un video de poco más de un minuto, Kaliman señaló: “Luego de analizar la situación conflictiva interna, sugerimos al presidente del Estado que renuncie a su mandato presidencial, permitiendo la pacificación y el mantenimiento de la estabilidad por el bien de nuestra Bolivia”.
E inesperadamente, momentos después, en un dramático movimiento que nadie esperaba, Morales lo hizo: “Renuncio a mi cargo de presidente para que (Carlos) Mesa y (Luis Fernando) Camacho no sigan persiguiendo a dirigentes sociales”, dijo el ahora ex mandatario a través de un mensaje transmitido en la televisión, pese a que horas antes había referido que su mandato terminaría en 2020.
Posteriormente, el comandante de la Policía, Yuri Calderón, informó que la hasta hace poco presidenta del Tribunal Supremo Electoral, MarÍa Eugenia Choque, y el exvicepresidente del organismo, Antonio Costas, fueron aprehendidos el domingo por la policía después que un informe preliminar de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que encontró irregularidades en el cómputo en la contienda presidencial del 20 de octubre. Del mismo modo, se dijo que otros 36 funcionarios de esa institución también fueron detenidos para que enfrenten cargos por presuntos delitos electorales y falsificación, entre otros.
Y en una vorágine informativa y de eventos vertiginosos, a través de Twitter, Luis Fernando Camacho, líder de la oposición en Bolivia, aseguró: “Confirmado!! orden de aprehensión para Evo Morales!! La policía y los militares están buscándolo en el Chapare, lugar que se escondió. Los Militares le quitaron el avión presidencial y está escondido en el chapare, van por el! ¡JUSTICIA!#NadieSeRinde #Bolivia”, escribió.
Sin embargo, y aunque incluso Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores de México, ya había ofrecido asilo político al líder indígena, la policía boliviana negó horas después que existiera dicha orden de aprehensión: “Quiero hacer conocer a la población boliviana que no existe orden de aprehensión alguna contra funcionarios del Estado como Evo Morales y los ministros de su gabinete”, dijo al canal privado Unitel el comandante nacional de la Policía, Yuri Calderón.
En tanto, decenas de movimientos sociales se sumaron al pronunciamiento de la Federación de Juntas Vecinales (Fejuve) de dar 48 horas al dirigente opositor, Camacho, para salir de la ciudad El Alto, por incitar el odio y poner en peligro la seguridad de los habitantes. “Estamos en contra de todos lo que ha pasado, nosotros queremos democracia y exigimos el respeto por la elección de Evo Morales”, indicaron.
En tanto, Fernando Camacho se ha caracterizado por desligarse de Carlos Mesa así como por enarbolar un discurso basado en la fe cristiana, siempre cargando su biblia y predicando más como un pastor que como un político de una nación denominada plurinacional, en la que habita un 62 por ciento de población indígena, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Estas acciones han sido catalogadas como un Golpe de Estado por mandatarios como Nicolás Maduro, de Venezuela; Miguel Díaz-Canel, de Cuba, e incluso por Alberto Fernández, presidente electo de Argentina.
