Las fusiones empresariales no sólo implican una cuestión económica, de crecimiento para las corporaciones o la oportunidad de explorar un nuevo mercado. En nuestros tiempos, quizá como en otros pasados, el poder económico se ha vuelto una fuerza supranacional de colonización cultural.
Sin muchas las implicaciones que tiene la fusión de Disney y Fox, dos de las empresas de comunicación y entretenimiento más grandes del Planeta. Tanto es el impacto que esto puede tener que incluso Televisa ha interpuesto recursos legales, pues sabe del poder que tendrá el resultado de dicha alianza estratégica.
Abriendo un paréntesis, el caso de Televisa es ridículo, pues le llegó la justicia divina de la globalización, y del extranjero vino el monstruo que destrozó a la bestia de la comunicación mexicana. El cinismo de la televisora de los Azcárraga, no sólo se refiere a momentos como la irrupción de sus personajes más connotados para evitar la llamada “Ley Televisa”, allá por el 2007, sino también, a casos como el de la empresa Mountrigi, una fachada de Televisa para adquirir, vía sobornos a personajes de la FIFA, los derechos en varios países, transmisiones de los mundiales de fútbol del 2018 al 2030.
Pese a ello, Televisa se siente con el derecho de defender su monopolio en las audiencias mexicanas, aunque sea inútil intentarlo.
El mundo se globalizó y ya nadie detendrá ese proceso, y no es difícil saber ante este fenómeno, cuál será la cultura dominante en el Planeta. Sí, será aquella que obviamente ganó las guerras mundiales del Siglo XX, y que además, sentó las bases de la organización internacional vía instituciones de juguete cómo la Organización de Estados Americanos, la Organización de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, entre otras que marcan el desarrollo mundial.
Luego entonces, ya con el control económico y político mundial, el gobierno y la élite empresarial de los Estados Unidos, echaron a andar los postulados de sí famosa escuela estructuralista de Chicago, también conocida como la Investigación de la Comunicación de Masas.
Gracias a ella y a teóricos como Paul Lazarsfeld y Harold Lasswell, durante el Siglo XX, desarrollaron teorías del control social y las formas en las que podrían influir en la opinión pública. Así fue que, diría sociólogo Herbert Marcuse, miembro de la escuela crítica, los Estados Unidos nos convencieron de que su mundo, era el mejor de los mundos.
Según Marcuse, nos convirtieron en un “hombre unidimensional”, que para entenderlo de forma práctica, a nivel mundial se reconoce gracias a un único lenguaje: el de Marvel Comics, el de McDonald’s, el de Starbucks… El de un montón de empresas estadounidenses que colonizan los territorios del mundo con el pretexto de llevar empleos y productos de vanguardia al subdesarrollo.
Por eso la fusión entre Disney y Fox es cosa de cuidado, pues el imperialismo norteamericano sabe que es un terreno siempre fértil para la colonización ideológica el de las películas, las series, la fantasía de la ficción.
Rocky IV, el migrante norteamericano orgulloso de su bandera venciendo al ruso comunista que abusa de la tecnología para pelear. Ironman, escapando de una prisión en Medio Oriente con su inteligencia de americano emprendedor. El Capitán América: la pesadilla de los nazis.
El cine norteamericano es propagandista, nacionalista, y busca que todos pensemos justo en lo que criticaba Marcuse: “debe ser increíble ser estadounidense”. Y no, no lo es, porque se pierde toda la riqueza de la diversidad cultural que existe, por ejemplo, en nuestros pueblos originarios. Pero, ¿cómo explicarle eso a un niño cuyo héroe más importante es un sujeto con poderes de araña?
Si de por sí Fox ta tiene todo el poder de la derecha informativa, imaginemos ahora la suma de Disney y toda su influencia en las nuevas generaciones que desayunan, comen y cenan contenidos de Internet y de los medios audiovisuales… Se vienen tiempos muy tristes.