En espectro de la comunicación masiva, existe algo que le llamamos el Frame o Framing, un término utilizado para definir el encuadre que existe en las sociedades mediante el cual ciertos poderes definen los que serán los temas de trascendencia para la opinión pública.
Karl Mannheim, sociólogo húngaro de la escuela de Frankfurt, se preguntó en los años setenta del Siglo pasado, qué era la realidad o cuáles son los componentes que la integran, obteniendo como respuesta que este concepto no es más que un montón de convenciones a las que llega la sociedad en conjunto y las repite de forma sistemática.
En este escenario, cualquier actor poderoso de la sociedad puede fijar una agenda, para entonces encuadrar el pedacito de realidad del que quiere que la opinión pública hable.
Podríamos decir que en México existen tres grandes generadores de agenda que se están peleando los encuadres hacia donde desean dirigir la atención de la sociedad: los medios tradicionales de comunicación, el presidente Andrés Manuel López Obrador, y las redes sociales, siendo éstas últimas la oportunidad de “la masa” para redimirse.
En el primer caso, es imposible dejar de pensar en lo que decía Ryszard Kapuscinski: “el periodismo se vio muy afectado cuando los empresarios se dieron cuenta de que la noticia es una buena mercancía”. Entonces, en los diarios, la radio o la televisión, comenzamos a ver más cosas que son interesantes que importantes, porque muchas veces lo importante, por ejemplo las reformas en el Congreso no siempre son “interesantes” pero todas, por como nos afectan, son importantes.
Así, los medios de comunicación, fueron “encuadrando” lo que para ellos en la opinión pública debía ser “interesante”: en tiempos del PRI, los logros gubernamentales y los distractores de la corrupción, como El Chupacabras o los partidos de la Sección Mexicana, eran lo interesante, pues el gobierno pagaba la nómina; ahora, en tiempos de Morena, lo que está mal en el país es lo que debemos mirar en las primeras planas, pues es su venganza ante la ausencia de dinero gubernamental destinado a la prensa.
Y en eso, claro, se va mucho entretenimiento chatarra confundido con propaganda, porque desde Cantinflas, Roberto Gómez Bolaños, pasando por Adal Ramones y “La Rosa de Guadalupe”, tienen su dosis de adoctrinamiento.
Luego está el presidente, que más allá de ser el único mandatario del mundo en rendir cuentas públicamente los siete días de la semana, cinco en su conferencia matutina y dos en sus giras por el país, está sufriendo los embates de la sobre exposición, pues de pronto temas como los feminicidios, rebasan su agenda y los grandes medios le ganan la jugada. Es obvio que de pronto, cuando él quiere obstinarse en rifar un avión, la narrativa de las crisis sociales aplaste su discurso.
Sin embargo, los medios de comunicación empresariales están encuadrando de manera dramática su agenda al sufrimiento: de Fulanito que no tiene medicinas, de Sutanita que se quedó sin trabajo, o de una desgarradora historia de asesinato, que aunque sin duda, cada caso es importante, eran cosas que suceden en México desde hace décadas pero que nadie quería ver, o que no nos obligaban a ver.
Y se reitera, los problemas sociales son preocupantes y más aún la ola de asesinatos contra las mujeres: es algo que a todos debiera preocuparnos y ocuparnos, pero también debemos ver la forma de la narrativa mediática que nos están imponiendo.
Y es que ahí está el último ingrediente: las redes sociales, que también quieren poner su agenda pero, por lo menos en un análisis superfluo, se queda en dos cosas: memes y división. Por un lado, para la sociedad de internautas, todo merece la burla y hasta ahí se queda el asunto; por otro lado, temas como el feminismo, difícilmente se toman con seriedad y dividen a una sociedad urgente de cohesión y entendimiento para salir adelante.
Las “benditas redes sociales”, quizás logren acercar más discursos a “la masa”, pero los seguimos afrontando de la misma forma que cuando los veíamos por Televisa, y mientras eso sucede, en algún lugar del mundo, está alguien frotándose las manos porque en las calles nos peleamos entre nosotros, porque no nos preocupamos por el Otro, porque como sociedad no nos ponemos de acuerdo, y cuando eso sucede, siempre se necesita un tercero para resolver los problemas.