Me pongo de pie por la mañana y recuerdo que es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer; he recibido algunas felicitaciones, que la mera verdad no contesto, por que no es un día de fiesta, es una conmemoración de lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres, que quede bien claro, no hay nada que festejar, hay que recordar los atropellos de los que mujeres del todo el mundo hemos sido objeto. 

“Muchos son los que piensan que la conmemoración del Día Internacional de la Mujer es una celebración alegre, reivindicativa, pero su origen dista mucho de ello. Lo que se recuerda cada 8 de marzo es la matanza por parte de la policía de 120 mujeres trabajadoras textiles de Nueva York que marcharon para defender sus derechos”. 

En 1792 año de la Revolución Francesa, las mujeres muy pronto se dieron cuenta que el lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad” sólo iba dirigido a las reivindicaciones sociales del hombre a pesar de que ellas habían marchado hombro a hombro junto a ellos en busca de mejores condiciones de vida.

El sistema patriarcal una vez más se impuso y las mujeres nuevamente fueron relegadas, a un segundo plano, sin derecho al voto, sin derecho a opinar, permanecieron ahí castigadas por el patriarcado imperante.

Así ha sido durante siglos, las mujeres sabías, incluso, fueron catalogadas como brujas en la edad media y quemadas en la hoguera de la inquisición, porque las mujeres eran las más susceptibles de tener tratos con el diablo e inducir a los hombres a la perdición.

Mujeres, mujeres, mujeres, que gritan cada día con mayor energía “ya basta”, un fenómeno continental que aboga por la igualdad, por la justicia, por la libertad, por el derecho a una vida mejor libre de violencia.

Domingo 8M, la cita fue en la Plaza de la República (Monumento a la Revolución) en punto de las 13:30, el propósito protestar contra la violencia a las mujeres, los feminicidios y la desigualdad de género.

Momentos llenos de emoción fueron los que se vivieron cuando se escuchaban las consignas: “Vivas se fueron, vivas las queremos”, “si matan a una matan a todas”, “si violan a una violan a todas”, “ni una más”, “ni una menos”, “señor, señora no sea indiferente, se matan las mujeres en la cara de la gente”, “mujer escucha esta es tu lucha”,  “la culpa no era mía si no escuchabas y no veías”, “el violador eres tu, ahora que estamos juntas ahora que si nos ven”…

No fueron 10, ni fueron 100, hoy marcharon miles de mujeres indignadas por el maltrato, la desigualdad, la inequidad, las violaciones, los feminicidios, llamaron a la sororidad y eso es lo importante que la mayoría quiere vivir en libertad y sin violencia, exigen al estado garantías para no ser violentadas y dejar de ser revictimizadas.

Mientras algunas teníamos un nudo en la garganta, recordando episodios de nuestras propias vidas en las que fuimos desplazadas de algún trabajo por el simple hecho de ser mujeres, que fuimos golpeadas por un padre o pareja por el simple hecho de ser mujeres, que fuimos abusadas por algún jefe o por un padrastro o tío o primo por el simple hecho de ser mujeres, a las que les asesinaron a la hija o a alguna conocida por el simple hecho de ser mujer; otras protestaron en el zócalo de distintas maneras; jovencitas pidiendo que el acoso termine en las escuelas, las que prefirieron estar enmascaradas “Las Monas Sandungueras” para hacer un performance silente cargado de amor; las que decidieron escribir nombres de desaparecidas en la plancha del Zócalo, las que llevaban paliacates morados o verdes, las que lanzaron bombas de humo verde y morado, para protestar.

Las que estuvieron un rato en el mitin y prefirieron dejar la plaza cuando la violencia apareció con bombas molotov que atentaron contra la puerta central del Palacio Nacional, las que no coincidieron con el discurso politizado de las que hicieron suyo el templete y lanzaron consignas contra el gobierno.

Otras prefirieron encarar a las violentas enmascaradas y les pidieron que se fueran, a gritos y a pedradas las violentas fueron confrontadas, por que la mayoría gritaba que la marcha era pacífica.

Y es que hay que recordar que los y las infiltradas en este tipo de movilizaciones siempre tienen como objetivo distraer la atención de la opinión pública para desvirtuar las causas legítimas. Los provocadores no son revolucionarios, son aquellos que obedecen a intereses mezquinos que tiene como objetivo hacer prevalecer status quo.

 

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