En un país democrático, casi que en cualquier territorio, en toda relación grupal humana, es natural que exista la discordancia, la diversidad de ideas, y en cuyo caso, la oposición al poder o gobierno en turno, lo cual genera contrapesos saludables para la sociedad en cuestión.

Por eso es triste que la oposición mexicana descanse sobre un montón de investigaciones, declaraciones y juicios contra quienes tuvieron el gobierno en sus manos y dejaron una pantanosa realidad para el país. Ahora resulta que el presidente cuya bandera fue la guerra contra el narcotráfico, pudo ser uno de los capos principales en la red del crimen organizado.

El pasado 11 de mayo, México envió una nota diplomática a los Estados Unidos para saber qué hubo detrás del operativo “Rápido y Furioso”, y en el documento el canciller Marcelo Ebrard, señaló que en caso de que se confirme el conocimiento de autoridades mexicanas sobre la fallida estrategia, “estaríamos ante graves violaciones a la Constitución Política” en el sexenio de Felipe Calderón.

Por otro lado, el secretario aclaró que en caso del desconocimiento de las autoridades mexicanas, entonces el gobierno de Estados Unidos habría entregado armas a la delincuencia organizada, provocando delitos y otros agravios contra nuestra sociedad, por lo que se habría violado la soberanía nacional desde la Casa Blanca, o al menos a través de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de EU (ATF).

Si a esto le sumamos que Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad Pública, está preso en Estados Unidos; Eduardo Medina Mora, ex procurador de la República que renunció después a su puesto de ministro por investigaciones de la Unidad de Inteligencia Financiera, y las varias declaraciones que periodistas como Olga Wornat y Gabriel Bauducco han realizado por el asedio del gobierno de Felipe Calderón, resulta una vergüenza haber tenido en el poder una administración así.

Ese es el panismo, cuyo papel en la oposición debiera estar ya anulado por su forma de corrupto cinismo al haber tenido el gobierno en sus manos; del otro lado está el PRI, que durante décadas trató de ocultar épocas oscuras como la llamada “Guerra Sucia”, cuando en los setentas y ochentas desaparecieron cientos, sino es que miles de líderes sociales de izquierda, opositores al régimen, periodistas, activistas y demás personajes.

Rosendo Radilla, líder campesino, desapareció en 1974; testigos aseguraron que el camión donde viajaba fue parado por militares y no se le volvió a ver. Fue hasta 2009 que su caso se tipificó como “desaparición forzada”… Las décadas y el montón de gente que tuvo que esfumarse de la tierra para entender lo que los gobiernos priístas le hacían a sus opositores, para ponerle un nombre a sus crímenes.

Así opera la derecha: o estás de acuerdo conmigo o te mueres, pero en México estos partidos, ahora en la oposición, han sido tan cobardes que trataron de ocultar su política totalitaria cobijados por los medios de comunicación, líderes de opinión construidos desde el régimen, intelectuales sistémicos, y un largo etcétera.

Y no, el gobierno actual no es ni de lejos perfecto; como cualquier administración gubernamental tiene sus altibajos, pero hasta ahora ninguna sangrienta injusticia como Acteal, Ayotzinapa, Tlatlaya y otra buena lista de etcéteras que precisamente convirtieron en oposición a los partidos hegemónicos anteriores.

Gran parte de la sociedad, legalmente 30 millones de mexicanos, esperaron por muchos años para tener un gobierno de izquierda, y lo que ideal hubiese sido también tener una digna oposición para enfilar a México hacia una vida política saludable y de verdadera democracia.

Pero no, la oposición, bueno fuera, no es ni una caricatura; más bien es un montón de mafiosos que hacían negocios “secretos” con el narco, con Estados Unidos, con empresarios, con medios de comunicación y con una oligarquía criminal que hoy no debiera tener curules en el Congreso o la posibilidad de estar en las boletas electorales, sino en la cárcel.

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