Después de leer la historia de México de los últimos 40 años, uno no podría imaginar a un alto exfuncionario como Emilio Lozoya Austin, ex director de Petróleos Mexicanos, detenido, esposado y obligado a declarar en contra de quienes habrían sido sus cómplices en casos de corrupción como Odebrecht y ahora el de los sobornos para aprobar la Reforma Laboral.

Sin embargo está pasando y los ex presidentes Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, el ex candidato presidencial Ricardo Anaya, el ex secretario de Hacienda y ex Canciller Luis Videgaray ya están sonando como parte de esta red que a todo mexicano habría de indignar.

Pero no. En redes sociales, algunas de las opiniones convergen en que todo este asunto de “Lozoya” es una especie de cortina de humo para ocultar lo que, según este sector, sería el fracaso del presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno.

En la sociedad democrática es importante la oposición, invaluable incluso, pero la batalla de la opinión pública ya no toma en cuenta nada más que los intereses partidistas, más aún de cara a los comicios de 2021, donde 15 gubernaturas y la Cámara de Diputados están en juego.

Todos discuten sobre el caso Lozoya, Odebrecht, la Reforma Energética, y varios se preguntan, ¿por qué en las conferencias matutinas se ataca a Carlos Loret de Mola y nadie está atendiendo la pandemia por el Covid-19, nadie está preocupado por la pobreza?

La sociedad de las redes sociales ignora olímpicamente el maratón de conferencias donde diario, de 17:00 a 20:00 horas, desfilan un montón de funcionarios de las secretarías del Bienestar, Salud, Trabajo y Previsión Social, así como del Instituto Mexicano del Seguro Social, quienes justo explican lo que muchos quieren saber pero nadie escucha.

A las cinco de la tarde, en el horario del Bienestar, es importante saber sobre Universidades rurales con principios indígenas, apoyos para los pueblos originarios, personas con discapacidad; después a las seis se explican los créditos que se han otorgado por las dificultades de la pandemia y al último la estrategia contra el Covid-19, a la que, por cierto, ya pocos hacen caso.

Lo que queda de manifiesto es que estamos en un punto de inflexión en el que ya pocos habrán de cambiar sus opiniones: el que está de acuerdo con el nuevo sistema gubernamental estará conforme los próximos 4 años que restan al gobierno. Los que no, ni las pruebas de corrupción de los anteriores gobiernos, ni García Luna y los kilos cocaína presentados por las autoridades de Estados Unidos en su contra, ni nada del viejo régimen los hará cambiar de opinión.

La AMLO-fobia no se cura y lo como siempre la expectativa queda en las nuevas generaciones, esas formadas por personas que eran pequeñas cuando Felipe Calderón robó la presidencia y aún eran niñas ante la llegada de Peña Nieto a la presidencia. Ellos son el futuro y será crucial su criterio para las próximas elecciones.

Eso explica las grandes inversiones que Peña Nieto hacía a personajes como Callo de Hacha o Chumel Torres, quienes influyen en el pensamiento político de los jóvenes que ya no se enteran de las cosas de otra forma que no sean las redes sociales, y peor, en tiempos de pandemia donde el escape más constante es el Internet.

Un buen experimento con algún joven de unos 16 años, que votará en las elecciones federales de 2024 podría ser preguntarle el nombre de 10 influenciadores de las redes y también en de tres secretarios de Estado; ante la respuesta, entenderemos cómo es que se aprende de política en nuestro país, y si hacerle esos cuestionamientos a un adolescente parece exagerado, preguntemos entonces a personas de veinticinco, treinta o cuarenta años y veamos el resultado.

Un ejemplo prueba fue el cambio de titular en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes esta semana, cuando salió Javier Jiménez Espriú y llegó Jorge Arganis Díaz Leal. La discusión en redes no giró en torno a la transparencia del asunto y hasta la inauguración conjunta del anexo en la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, Benito Juárez; las voces en la opinión pública se limitaron a señalar la edad del nuevo secretario: donde unos ven experiencia, otros un anciano… Hay formas de pensar y percepciones que es difícil cambiar.

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