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Textos y Contextos: La detención de “El Marro”, el Covid-19: la conversión de las tragedias en moneda política

Muchos despertamos con la detención de José Antonio Yépez, también conocido como “El Marro”, líder del Cártel de Santa Rosa de Lima, grupo delincuencial que ha sumido en la violencia al estado de Guanajuato. Sin embargo, más que un avance en la lucha contra el crimen organizado, ahora este tipo de acciones son una competencia partidista para ver quién se lleva “el premio” de la detención.

Medios como El Universal, plantean un clásico “¿quién ganó?” sobre la aprehensión del capo, si el gobierno Federal o las autoridades de Guanajuato, en una total desatención al verdadero problema de fondo: terminar con la atomización de cárteles que tanto daño han hecho desde que Felipe Calderón les declaró la guerra. Al propio Marro tan sólo le llevó diez años escalar del robo de camiones a ser un maestro del huachicoleo y la violencia que esto implica.

La violencia se volvió tan parte de nuestras vidas que ni siquiera es probable saber con certeza cuántas muertes producto del crimen organizado se registraron en los últimos dos sexenios, tanto con Calderón como con Enrique Peña Nieto. Del primero se manejan cifras desde 121 mil hasta 200 mil muertes, donde según el INEGI, de 2006 a 2012 existió una estadística de 18 homicidios por cada 100 mil habitantes.

Según las cifras oficiales del propio Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), Peña Nieto superó los números de su antecesor con 125 mil homicidios, y tan triste es el tratamiento del tema que hablamos de números, gráficos, hallazgos de fosas, y olvidamos a cada uno de los seres humanos cuya historia terminó por ciertas decisiones gubernamentales.

Peor aún, según el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas, hay al menos 61 mil 637 desaparecidos, situación que inició en los años sesentas por la llamada “Guerra Sucia”, auspiciada por el gobierno contra sus detractores y agravada por la llamada “Guerra contra el narcotráfico” de 2007 a la fecha.

Mucho de estos datos son responsabilidad de personajes como “El Marro”, pero hoy la discusión es si el botín le pertenece al gobierno Federal o al mandatario local, Diego Sinhué Rodríguez Vallejo. Es una falta de respeto a la memoria de México, y claro, a la de los asesinados en los últimos años, que ahora importen más las formas que el fondo.

Y lo mismo pasa con el Covid-19, estos días en los que la discusión es más sobre la competencia del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, y no sobre como evitar que sigan falleciendo personas víctimas del virus. La semana que se va, nueve gobernadores se han preocupado más por el juego político que por vencer al coronavirus.

Los mandatarios locales, de cara al proceso electoral de 2021, se lanzan contra el vocero del Gobierno Federal sobre el Covid-19, pero ignoran que gran parte de la población ignora las medidas de sanidad impuestas por la Secretaría de Salud; pero como criticar a la gente no trae votos o popularidad, mejor no lo hacen. Saben que muchos ciudadanos prefieren encontrar un culpable en las autoridades que hacer autocrítica.

Y la muestra de que esto es un error, es Portugal, uno de los países que mejor afrontó la crisis por la pandemia, donde el líder de la oposición de derecha, Rui Rio, expresó: “Señor primer ministro, cuente con nuestra colaboración. Todo lo que nosotros podamos, ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte”. El país lusitano ha llegado a presentar 32 veces menos muertes que su vecino España, donde precisamente, la oposición ha usado al Covid-19 como discurso político.

De México se dicen muchas cosas por las cuáles resulta ilógico que no sea una potencia mundial; nuestro país es megadiverso, bioceánico, colinda con una de las economías más grandes del mundo, posee raíces indígenas por de más valiosas y una cultura de trabajo tremenda, ¿qué nos limita entonces?

Precisamente la lucha política por trascender ante temas tan trágicos sólo como medio para tener el poder, es una de las respuestas a esa pregunta. Qué desesperante que ante cualquier acontecimiento todo se vuelva una discusión política y no haya colaboración real de las autoridades, sin importar el partido, que beneficie a una sociedad de por sí abandonada desde hace tanto tiempo. Que la balanza se mida en acciones y resultados, no en palabras, y así cada ciudadano sabrá a quién conviene darle el poder.

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