De pronto en México existe un repentino interés por la política nacional. Pese a que aún existe un importante rezago en el acceso a la información en zonas rurales e indígenas, se nota un cambio en la necesidad de la gente por saber qué pasa con las altas esferas de gobierno en su país.
La revolución verdadera no debe surgir de un personaje, un político, un líder o un nombre, sino de la propia sociedad que, en algún momento de su historia clama un cambio urgente y, sin duda, en México se necesita desde hace ya décadas.
Y es por eso que en 2018, la gente se volcó por la única opción distinta en la boleta electoral, pero con eso no basta, ni bastará nunca si seguimos siendo ciudadanos que asisten a la cita con la política sólo cada tres años, o incluso únicamente cada seis. La sociedad, las autoridades, la gobernanza se construye día a día, con conocimiento de causa y bajo un análisis lejos del maniqueísmo que siempre nos hace ver a los unos como buenos y a los otros como malos.
Como en la vida, en la administración pública existen lógicos y saludables matices que nos permiten vivir en la precisa medianía, así como realizar juicios cercanos a la realidad de un país que vive una transformación cuyos resultados a largo plazo dependerán de su sociedad, y no de un solo hombre.
Es esperanzador que de pronto, en últimos días, una buena parte de los mexicanos se interesó por el proceso de elección de la Mesa Directiva en la Cámara de Diputados, por la polémica en torno a si debía presidirla el Partido Revolucionario Institucional o el Partido del Trabajo, de la mano de Gerardo Fernández Noroña.
Es muy probable que cierto porcentaje de los que estuvieron atentos a dicho asunto no sepan de minutas, puntos de acuerdo, reservas u otros términos del poder Legislativo, pero ya el despierto interés por un proceso anteriormente opaco e intrascendente es muy positivo.
Y luego vino la atención que se le dio a la sesión del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) en la cual, entre otras cosas, se le negó el registro como partido político a la organización Libertad y Responsabilidad Democrática, mejor conocida como México Libre, que lideran Felipe Calderón y Margarita Zavala, cuya presentación sobra en estos párrafos.
El alud de comentarios al respecto en redes sociales fue algo sin precedentes en el Siglo XXI para nuestro país; la sociedad metida en los procesos políticos y electorales de su nación, los cuales se pagan con sus recursos.
Sin embargo hay aún áreas de oportunidad. Algunas personas, “influenciadores” de las redes sociales, criticaron otras votaciones en el INE, por ejemplo la aprobación de los métodos para renovar dirigencia en Morena, los cuáles señalaron, e incluso coincidiendo con el presidente interino de dicho partido, Alfonso Ramírez Cuéllar, golpean los estatutos y principios del propio partido.
Por ello, acusaron que “se distrajo” a la sociedad con el tema “México Libre” para aprobar el asunto de Morena; sin embargo, ¿quién toma la decisión de qué temas son los importantes en una sociedad que tuvo acceso público a la sesión del Consejo General del INE cuya duración fue de más o menos diez horas?, ¿seguimos siendo infantes para que “nos distraigan” de lo importante?, ¿de quién depende que estemos bien informados en tiempos en los que tecleando unas cuantas palabras podemos investigar casi sobre cualquier cosa?
Ese interés que un sector social comienza a mostrar por la política, debe ser el inicio de una educación política que nos haga trascender a los medios de comunicación que eligen sólo un espectro de la realidad porque todos tienen su línea editorial; a los “influenciadores” que no hacen más que comentar noticias bajo su propia forma de pensar gracias a las bondades de YouTube y Facebook, plataformas donde literalmente cualquiera, sin presentar credenciales, puede llegar a millones de personas; trascender a los líderes de opinión de siempre, nombres conocidos que como ahora sabemos, su única ética fue el dinero.
La sociedad mexicana se encuentra en la antesala de una madurez que genere nuevas dinámicas periodísticas, más profundas y profesionales; nuevas relaciones de gobernanza, con mayores vínculos entre población y funcionarios públicos; el surgimiento de dinámicas que dejen atrás las prácticas y pensamientos caducos como el que tal partido robaba pero dejaba robar, o que la corrupción es una cuestión cultural de los mexicano; pero que eso suceda, no depende de una, sino de millones de personas.