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Elecciones en Bolivia, protestas en Chile y “Sí por México”: cómo un concepto vincula tres fenómenos políticos

Dos temas surgieron en últimos días, y aunque parecieran inconexos, se vinculan con un tercer tópico que termina por decantarnos hasta una palabra ya recurrente en los últimos años: neoliberalismo. Las elecciones en Bolivia, las protestas en Chile y “Sí por México” encuentran su raíz en este sistema político que se resiste a las resistencias y muta de formar tan seductoras que para muchos resulta una opción viable pese a la terrible desigualdad que cobra como moneda de cambio.

Primero está el triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia, que con un contundente 54 por ciento de los votos, le devolvió la victoria al proyecto político de Evo Morales, ahora en las manos de Luis Arce. La forma en la que se dio la destitución de Morales, la inferencia de la Organización de Estados Americanos (OEA) y las múltiples opiniones de gobiernos como el de Estados Unidos que reconocieron a la administración golpista, son la clara muestra de que en dicho país sudamericano falló el intento imperialista de neocolonización.

Y es que ya no tienen que llegar carabelas a “conquistar” los territorios, basta con que los países envíen a sus empresas para expandir, allende las fronteras, su cultura, su lenguaje, sus costumbres, sus estándares de belleza y de más. Además de ya saber que Bolivia tiene una reserva de litio impresionante a la cual la industria internacional no le despega los ojos, es un país en el que por ejemplo, Mcdonald’s debió cerrar sus tiendas porque dadas las costumbres y la alimentación de su sociedad, más del 64 por ciento indígenas, triunfó la cocina tradicional.

Bolivia no encaja en el nuevo modelo económico, político y social del neoliberalismo, por lo que, en pleno Siglo XXI, seguimos hablando de conceptos como imperialismo y colonialismo.

Esto conlleva a entender cómo se implanta en América Latina el neoliberalismo, y la razón por la que en Chile siguen protestando contra este sistema político. En principio recordar la ahora multicitada “Doctrina del Shock”, explicada por la socióloga Naomi Klein, tuvo su mejor ejemplo cuando un golpe de Estado derrocó a Salvador Allende, el primer presidente latinoamericano que logró ganar un proceso electoral con un proyecto abiertamente socialista en 1970, uno que sólo duró tres años.

En 1973, Augusto Pinochet orquestó a los militares que el 11 de septiembre terminaron con el sueño de la justicia en Chile y que a la vez, iniciaron un proceso neoliberal tras el cual, claramente, se encontraba la mano de los Estados Unidos, en un contexto de Guerra Fría donde la potencia norteamericana no se podía dar el lujo de permitir un proyecto socialista, afín a la Unión Soviética, en su propio continente.

Es por eso que echaron a andar las enseñanzas de la escuela de Chicago, una corriente norteamericana estructuralista  que se caracteriza por sus teorías sobre una sociedad a la que se le puede manipular como si fuera una masa homogénea que carece de individualidades, que no tiene criterios más que los impuestos por las fuerzas de la opinión pública impuesta desde los medios de comunicación o la educación.

Entonces la “Doctrina del Shock”, se puede entender de mejor manera desde la teoría del psicoanálisis de Josef Breuer, en la cual se indica que un evento traumático impacta más a un individuo cuando se encuentra vulnerable por alguna situación fuerte que haya experimentado en ese momento de su vida.

En Chile, aquel día en el que cayó Allende, las fuerzas del neoliberalismo, entiéndase las potencias capitalistas como Estados Unidos y sus aliados, crearon un momento de crisis para poner a la sociedad vulnerable y generarle el mayor trauma de las sociedades contemporáneas de Sudamérica: las dictaduras militares, que a su vez, funcionaron como una lección al pueblo para que viera las consecuencias de confiar en el socialismo.

A la vez, y aprovechando el caos, aplicaron las teorías de uno de los más reconocidos monetaristas de la escuela de Chicago: el premio Nobel en 1976, Milton Friedman, quien postuló: “Solo una crisis, real o percibida, da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo depende de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”.

Y el neoliberalismo en Chile fue inevitable: las pensiones se privatizaron, la educación, la salud, y así por años en Chile sufrieron las desapariciones de miles de ciudadanos a la vez que se acostumbraban, por miedo, a vivir en un país donde todo cuesta, donde la macroeconomia era estable y beneficiosa para los grandes mercados, pero la microeconomia esclavizaba a la sociedad.

Eso hasta este octubre del año pasado, cuando las nuevas generaciones le perdieron el miedo a la dictadura militar. Por eso Sebastián Piñera, actual presidente de Chile, ante las protestas sacó de inmediato al ejército a las calles, para recordar a la sociedad cuál era la consecuencia de oponerse al régimen neoliberal, pero los jóvenes, trascendiendo la oscura historia de su patria, dijeron: “¡basta!”.

Sin embargo, y aunque precisamente en estos días Chile decidirá a través de un referéndum si renuevan su Constitución, herencia de la dictadura, en México surge una organización política llamada “Sí por México”, cuyo logo se asemeja al utilizado en la campaña de Pinochet en 1988.

No iríamos tan lejos para hablar de un intento de dictadura en México por parte de este grupo, porque ciertamente las condiciones y los actores son muy distintos, pero sí hablamos de un proyecto empresarial, con claras miras al neoliberalismo que precisamente será dirigido por Gustavo de Hoyos, líder actual de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex).

Dicen, por ahora, que no buscan ser partidos y que traman  incidir en la agenda legislativa, lo cual no sorprende, dado que es desde las Cámaras donde se pueden por ejemplo, frenar fideicomisos o aprobar reformas privatizadoras y de libre mercado como la Energética de 2013.

Debiéramos estudiar bien la historia y definir el rumbo político que queremos de nuestra América. Son demasiados Siglos los que, como decía Eduardo Galeano, nos ha tocado perder, como para que lo sigamos permitiendo.

El neoliberalismo niega la diversidad, como quisieron hacerlo en Bolivia tratando de acallar la decisión del pueblo indígena que en 2019 votó por Morales y cuya decisión no respetaron. El neoliberalismo reprime y privatiza como sucedió en Chile con la dictadura de Pinochet, que dejó una herencia de sistema en el que los chilenos no tienen ni salud, ni educación, ni muchos derechos públicos a los que deberían tener acceso. El neoliberalismo dejó en México pobreza, desigualdad e inseguridad vinculadas al saqueo de recursos naturales y la fuga de capitales con la que hoy batalla, por ejemplo, el sistema de salud. Así, el neoliberalismo vincula tres temas que ojalá nada tuvieran que ver.

 

 

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