El curso económico, social, político y geopolítico de Estados Unidos, la potencia hegemónica imperialista después de la segunda guerra mundial, había mostrado crecientes problemas desde hace medio siglo, cuando en agosto de 1971 Nixon rompió el acuerdo de Bretton Woods que estableció la relación de 35 dólares la onza troy (31 gramos). Nixon se ve obligado a renunciar a la presidencia el 29 de agosto de 1974, después de haber incrementado la guerra en Vietnam de la cual sale derrotado Estados Unidos en 1975. Desde esa derrota el declive de la hegemonía de Estados Unidos se fue mostrando una y otra vez.
Estados Unidos no ha ganado ninguna de las guerras que ha detonado en diversos países del mundo: ni en Afganistán, ni en Irak ni en Siria… y tampoco logró éxitos definitivos en las invasiones que realizó sobre Nuestra América en Nicaragua, Panamá y Granada; se vio obligado a devolver el Canal de Panamá y a pesar de su feroz y creciente cerco económico y la multiplicación de sus bases militares, tampoco ha tenido éxito para destruir a Cuba ni a Venezuela.
Con el surgimiento de China en el mercado internacional en este siglo, creciente desde su incorporación en 2001 a la Organización Mundial de Comercio, la crisis estadunidense de 2001 y la gran crisis de 2008-2009, no resuelta, detonada en el sector inmobiliario de la economía de Estados Unidos, exhibieron los crecientes problemas de esa economía que enfrentaba una competencia creciente con China. En 2001, China ocupaba el sexto lugar en la economía mundial; en 2019 el PIB de Estados Unidos representaba la cuarta parte de la economía mundial y la economía China, ya la segunda economía, representaba 16.3%; Japón, la tercera economía del mundo apenas representaba el seis por ciento del total.
Desde hace cuatro años, el gobierno de Donald Trump en su intento de volver a hacer grande a “América otra vez” inició una guerra comercial con el mundo, particularmente contra China que fue perdiendo año con año.
La crisis por la que atraviesa el capitalismo desde hace varios años, profundizó su complejidad el año pasado con la crisis provocada por la pandemia del Covid 19, y las dimensiones sociales y políticas de la crisis fueron crecientes en el curso de la crisis económica.
Hoy, ayer, la crisis política abierta en Estados Unidos desde el año pasado, con la movilización social en varias ciudades del país, adquirió nuevas dimensiones a partir de las elecciones de noviembre pasado cuyo resultado no fue reconocido por Donald Trump, y ahora, a 14 días de dejar el poder, el nacionaltrumpismo fascistoide creado por Donad Trump sube a la palestra escalando cualitativamente la profundidad de la crisis política. Así lo muestra el asalto de las turbas y hordas fascistoides trumpistas al Capitolio y detrás de ella está presente el impacto social de la crisis económica.