Sin miedo al error se puede realizar la siguiente aseveración: ninguna empresa transnacional se preocupa por sus clientes de un modo humano; es decir, las grandes marcas procuran estudios de mercado para mejorar sus empaques, la publicidad, sus promociones, sólo por el objetivo de acrecentar sus ventas y ganar la carrera a sus competidores, jamás lo harán por crear un verdadero vínculo ético con los consumidores; entonces, ¿por qué de pronto defendemos tanto a esos monstruos corporativos que nos dan tan poco y nos quitan demasiado?
Esta semana destacó en redes sociales e incluso en medios de comunicación, como la empresa Bimbo está de alguna forma retando al Estado con extraños artilugios para que el famoso Osito del pan siga apareciendo en los anaqueles del supermercado: ya sea en un paquete de servilletas o impreso directamente en un panqué, ahí sigue, con su mandil y su gorro de chef, tan blanquito y pachón como siempre.
Pero no, esto no es un ejemplo de marketing inteligente o la estrategia maestra de una empresa líder en el mercado; esa resistencia es una actitud del todo neoliberal en la cual una marca tan grande como Bimbo está dejando afuera a varios de sus grupos externos como lo son el Estado, la legislación, las organizaciones civiles que lucharon desde hace años por que este cambio en el empaque se realizara, así como a los niños que se busca proteger por el alto índice de obesidad infantil que existe en nuestro país.
El año pasado, el Legislativo aprobó las modificaciones a la a Norma Oficial Mexicana (NOM) 051 para el etiquetado de alimentos; no sé tú, pero yo dejé de consumir productos “saludables” que ahora resulta, son altos en sodio, azúcares, y no se sabe cuántas más cosas. El objetivo con las caricaturas es el mismo: que ciertos productos no parezcan juguetes infantiles comestibles por los que los niños pueden berrear en los pasillos del súper.
Abril de 2021 será el límite para que el Osito Bimbo y compañía desaparezcan de los productos mexicanos, pero ya se habla de que algunos cereales seguirán el ejemplo del pan y harán extrañas alianzas con marcas de papel higiénico para salvar la vida de sus personajes, en una extraña lógica que obliga a la pregunta: ¿por qué querría uno ver al elefante del cereal en el baño?
Sin embargo, volvamos al punto: las empresas no son nuestras amigas. En 2018 se acusó a la Volkswagen de Puebla de utilizar cañones antigranizo para evitar que en las inmediaciones de su planta lloviera, a fin de prevenir daños a sus automóviles. Ante esto, un grupo de agricultores locales aseguraron que resultaron afectadas 2 mil hectáreas de cultivos, y se presentó una demanda en la que le reclaman a la automotriz 70 millones de pesos por daños, informó entonces a AFP. En respuesta, un ejecutivo de la VW dijo a dicha agencia de noticias que pondrían redes y utilizarían como “herramienta secundaria”, los cañones… Es decir, les importó poco el problema de los campesinos.
Ese es sólo un ejemplo de actitudes faltas de ética que tienen las grandes empresas para con los grupos de influencia que les rodean, y por lo cual, el Osito del pan no es un héroe, ni es un ejemplo de resistencia civil: simplemente es una caricatura que no se quiere adaptar a reglas que se estudiaron con especialistas, se discutieron en las Cámaras y se aplican por las condiciones de salud en México.
Pero no toda iniciativa privada es negativa y eso hay que recalcarlo. En su libro “Elogio a la Anarquía”, James C. Scott hace un apunte por demás interesante en tiempos de crisis económica y social a nivel mundial, en los cuales no estaría demás reflexionar sobre ciertos cambios que habríamos de considerar en el mercado. El catedrático de la Universidad de Yale cuenta que, en una de sus visitas a Alemania, comprendió la gran importancia de la “pequeña burguesía” (negocios modestos de emprendedores locales), debido a que muchas personas, sobre todo de la tercera edad, sacrificaban los precios bajos de algunos supermercados a cambio del trato humano y cercano que les brindaban las tiendas de sus vecinos. “La pequeña burguesía realiza en este contexto una especie de servicio social diario, fiable y gratis que difícilmente ninguna agencia o funcionario público podría reproducir”.
En el mismo trabajo, C. Scott refleja la importancia que tiene el ejemplo para culturas como la japonesa en la cual una persona jamás cruzaría un semáforo peatonal en rojo, incluso ante la ausencia de autos, si es que lo está mirando un niño. ¿Qué ejemplo nos deja el Osito del pan?, ¿aprende formas originales para violar la ley?, ¿no me importan las razones, haré lo que quiera?, ¿soy más grande que el Estado? En cualquier buen manual de ética empresarial podríamos observar lo bajo que ha caído Bimbo, por lo que no debiéramos aplaudirle su triste gracia.