En la elección del 2018 el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) fueron derrotados en las urnas por una propuesta de cambio que abanderó Andrés Manuel López Obrador, fundada en el combate a la corrupción y en un postulado que no puede ser cuestionado, “Primero los Pobres”.
Los cambios iniciaron, incluso, antes de que se diera el relevo presidencial; López Obrador y su equipo, por ejemplo, fueron observadores de las negociaciones que se hacían sobre el Tratado Comercial México, Estados Unidos, CANADÁ (T-MEC).
Prácticamente nadie se entero de lo que ocurría en el fondo de la negociación, sobre todo en materia energética; el pasado 10 de diciembre el presidente de la República, reveló en su conferencia mañanera que un capítulo ponía en riesgo la soberanía de México.
“Había capítulos que comprometían, que dañaban nuestra soberanía y no lo aceptamos… En el sector energético básicamente petróleo…y eso quedó establecido en el tratado, que el petróleo es de México, es de la nación, no estaba así”, dijo entonces el mandatario.
Las negociaciones que se realizaban desde el gabinete de Enrique Peña Nieto, prácticamente eran desconocidas para la mayoría de los mexicanos; no sabíamos que se pretendía firmar con relación a las reservas estratégicas de México, finalmente hoy sabemos que era parte de un plan que tenía por objetivo desmantelar por completo Petróleos Mexicanos (Pemex).
Lo catastrófico para el país es que estas maniobras de desmantelamiento repercutieron en la rectoría del estado y en la soberanía nacional que los gobiernos neoliberales promovieron ponderando la privatización, la corrupción y el enriquecimiento de la mal llamada clase política.
Estas prácticas propias de la cleptocracia provocaron el colapso que hoy enfrenta el gobierno de la 4T, además de una crisis económica mundial anunciada desde mediados del 2019 a nivel mundial y acentuada por la crisis sanitaria a nivel global derivada de la pandemia de SARS- CoV-2 (Covid19)
El punto fino esta en cómo la 4T ha enfrentado la crisis sanitaria, primero con un sistema de salud desmantelado paulatinamente desde 1999, es decir por los gobiernos de Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Caderón y Enrique Peña Nieto.
Crearon un sistema paralelo de salud en dos vertientes, por una parte, el seguro popular insuficiente y que no daba en la práctica acceso al sistema de salud federal y por la otra se dio entrada a la proliferación de consultorios médicos privados, vinculados al negocio de los medicamentos.
Más aún, esos gobiernos privilegiaron el negocio antes que el bienestar de los ciudadanos; permitieron que las instituciones de salud dejaran de ser autosuficientes, es el caso del IMSS que producía equipo de salud y de laboratorio, en cambio conforme fueron pasando los años se privilegio la compra de insumos a los oligopolios, que a través de intermediarios venden caro.
Nuestro país, hay que decirlo, era ejemplo a nivel mundial en la investigación y la producción de vacunas, no sólo éramos autosuficientes, sino además se exportaba a 15 países y como si eso fuera poco, en 1990 México fue uno de los siete países del mundo que producía todas las vacunas del Programa Amplio de Inmunización de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El sistema de salud quedó desmantelado, con pocos médicos especialistas, poco instrumental de alta especialidad y unidades médicas inservibles. El reto ha sido por demás mayor, y aún así, hay quien se niega a ver la tragedia que vivimos los mexicanos.