En 1972, el libro del Club de Roma, Los límites del crecimiento, llamó la atención a la problemática ambiental, de que el crecimiento económico encontraría sus límites en el agotamiento de los recursos naturales.
A lo largo de la década de los setentas los energéticos, particularmente el petróleo, se pusieron a discusión, tanto desde el punto de su posible agotamiento (Estados Unidos importaba más de la mitad de su consumo interno), como desde la geopolítica en donde el conflicto de medio oriente (la invasión de Israel a Palestina y Cisjordania) llevó a un embargo petrolero de los países árabes cancelando su exportación a Europa. La Organización de los países petroleros (OPEP) logró imponer, por algunos años, el precio del petróleo.
Y, también cobró un primer plano la problemática ambiental. Desde la publicación, en 1987, por las Naciones Unidas del Informe Brundtland, “Nuestro futuro común”, la problemática ambiental fue tema recurrente en las políticas públicas del mundo. En la cumbre de la tierra en 1992 en Río de Janeiro, Fidel Castro advirtió: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”. El Acuerdo de París sobre el cambio climático, firmado en 2016, adoptado por 196 países se propone limitar el calentamiento global y los países firmantes se comprometen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y a comunicar las medidas que tomarán para ello.
En la práctica, poco se ha avanzado y los países más avanzados que son los que más contaminan poco han hecho al respecto, en particular Estados Unidos que contribuye con más del 15% a la contaminación mundial y que con Donald Trump se salió del Acuerdo de París. China es el país que más contribuye a la contaminación del mundo, dada su dimensión y su crecimiento económico en las últimas décadas. Se espera que con Biden se avance en la reducción de la contaminación en Estados Unidos. Y en Nuestra América, la contaminación en las principales ciudades y la destrucción de nuestras zonas boscosas, en particular de la Amazonia con Bolsonaro en Brasil, es crítica. La industria automotriz y la del plástico son de las actividades más contaminantes.
En Nuestra América, rica de biodiversidad y agua, también tenemos la riqueza de la cultura indígena, de nuestra madre tierra, que nos abre un horizonte diferente.
En México, las políticas de sembrando vida, de eliminación del glifosato y el apoyo para una agricultura sustentable, van caminando. Hoy, en el día de la madre Tierra, el presidente Andrés Manuel López Obrador, propuso extender el programa sembrando vida a Centroamérica; destinar la producción de los recientes yacimientos petroleros descubiertos al mercado interno y avanzar en la modernización de las refinerías y en la recuperación de las hidroeléctricas.
También se inserta en esta perspectiva la búsqueda de una mejor alimentación, la advertencia del daño de la comida chatarra y el control de los contaminantes en las ciudades. Esto requiere no sólo de políticas públicas, sino de un cambio cualitativo en nuestra vida cotidiana.