Entre los saldos de los gobiernos neoliberales, particularmente los dos últimos de Calderón y Peña Nieto, están los de la pérdida de la soberanía energética y de la soberanía alimentaria que deberían ser considerados traición a la patria.
Desde los primeros días del gobierno de Andrés Manuel López Obrador inició la recuperación de Pemex para garantizar la soberanía energética, pues México, país petrolero y autosuficientes de gasolinas y petroquímica básica, se encontraba importando más del 70% del consumo nacional de gasolinas. La importación de gasolina pasó de 91 mil barriles diarios en 2000 a 594 mil barriles diarios en 2018, mientras la producción de gasolina pasó de 392.6 mil barriles en 2000 a 278 mil barriles diarios en 2018.
El desmantelamiento de la empresa pública, receta del Fondo Monetario Internacional para ponerla al punto de quiebra y pasar a su privatización, había avanzado desde los primeros días del gobierno de Salinas. Así transcurrieron más de tres décadas con el abandono de las refinerías, el incumplimiento del acuerdo en el congreso para construir una refinería durante el gobierno de Calderón, la mayor corrupción con la mal llamada reforma energética de Peña Nieto que se mostró con el criminal huachicoleo.
Para enfrentar esta dramática dependencia energética se ha trabajado en la reconstrucción y modernización de las seis refinerías existentes al inicio de este sexenio, en la construcción de la nueva refinería de dos bocas y ahora con la compra de la refinería de Deer Park. Con ello se espera alcanzar la soberanía energética y dejar de importar gasolina. Asimismo, los nuevos yacimientos descubiertos recientemente se espera mantenerlos como reserva para las generaciones futuras.
La recuperación de nuestra soberanía energética se enfrenta a las modalidades de la guerra judicial, ampara tras amparo, y ahora se amenaza con demandas en los tribunales especializados del Banco Mundial en Nueva York. La lucha se libra en todos los ámbitos y de ser necesario se llegará a las reformas constitucionales necesarias. De ahí la importancia de las elecciones legislativas de los próximos días.
De la pandemia, las vacunas y las medicinas
En la resistencia frente a la pandemia se tomaron diversas medidas de política económica, política y social. Algunos países tomaron el camino del autoritarismo, la represión, el endeudamiento y el nuevo “ajuste” de las finanzas públicas que hace recaer sobre la mayoría de la población, sobre los pobres, sobre los jóvenes sin futuro, el peso de la crisis. Ahí está la crisis política de Colombia.
En el mercado mundial la voracidad de las grandes farmacéuticas, de su apropiación del conocimiento público con las patentes de las vacunas generadas en gran medida en las universidades públicas, desata un conflicto internacional por la demanda social de la liberación de las patentes, como lo hicieron los que descubrieron, décadas atrás, la vacuna contra la poliomelitis.
Y en esta lucha por la vida, se pone sobre la mesa al comercio mundial de las medicinas, en las que destacan las medicinas contra el cáncer, y, en particular, contra el cáncer infantil.
En la distribución de cualquier producto se va más de las dos terceras partes del precio al consumidor. Dramático este proceso para las medicinas. Luchar contra esos mecanismos no es fácil, pero la lucha se hace y se busca la creación de mecanismos internacionales.