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Las agresiones comienzan en casa

Las cadenas de violencia a partir del seno familiar que consideran una enfermedad cualquier preferencia sexual distinta a los estereotipos convencionales corroen, y los afectados pierden poco a poco la capacidad de ejercer su ciudadanía y garantías individuales, destacó la investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), Siobhan Guerrero Mc Manus.

Empiezan en el hogar, donde suelen haber estereotipos sobre la conducta que debe tener un hombre o una mujer y se intensifican cuando una persona “sale del clóset”.

Al participar en la charla “Derechos humanos, igualdad y violencia de género desde la diversidad”, como parte de las actividades programadas por la UNAM en ocasión del 25N “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, la especialista precisó que las agresiones comienzan a partir de estar ante un cuerpo que no encaja con los estereotipos del género. Es decir, un niño o niña no necesitan pronunciarse públicamente como lesbianas, trans o bisexuales, solo basta que sean leídos como tal; ahí empiezan las violencias y las “intervenciones”.

Guerrero Mc Manus añadió: “A veces los médicos les dan intervenciones que se pueden calificar como terapias reparativas. Las infancias y adolescencias LGBTIQ de nuestro país ya están siendo medicadas e intervenidas desde perspectivas patologizantes, desde perspectivas que son consideradas tortura, que buscan suprimir la orientación sexual o identidad de género, o en el caso de las personas intersex, modificar sus morfologías corporales”.

Durante el Seminario Permanente Política Pública de Género: Igualdad y violencia recordó que la mayoría de las personas LGBTI que sufre estas cadenas de agresiones termina expulsada de sus hogares, en situaciones de calle, lo que se traduce en una pauperización en todos los aspectos de su vida, incluso hay un índice de deserción escolar más elevado que les impide acceder a trabajos con prestaciones sociales.

En cuanto a los casos de crímenes de odio, la investigadora universitaria refirió que en 2020, en México 52 por ciento de los crímenes de odio hacia las personas LGBTIQ fueron contra mujeres trans jóvenes (de 20 a 30 años de edad) y jóvenes homosexuales varones afeminados; seguidos por las poblaciones lésbicas, bisexuales y trans.

Frenan la vida plena

El conocimiento y la investigación también padecen violencia de género, coincidieron académicas y especialistas al intervenir en el Coloquio “Feminismo, Filosofía y Ciencia”, organizado por la Coordinación para la Igualdad de Género (CIG) de la UNAM.

La académica de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM, Mónica Gómez Salazar, expresó: “es un tema de primera línea en la UNAM, con responsabilidad personal y social, que tiene un impacto para las y los alumnos. De lo que hagamos en estas actividades es como podemos transformar una visión de vida, y cuestionar prácticas que no deben de ser vistas como normales”.

Para la doctora en Filosofía por la Universidad Nacional, y profesora del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey, Dora Elvira García-González, las violencias sistémicas que rodean la vida humana atenazan y refrenan las posibilidades de vida plena en todos los ámbitos humanos.

Estas violencias, continuó, emergen en ocasiones en ámbitos intangibles, como el conocimiento y la investigación, los cuales sufren acciones de exclusión y, en general, de injusticia que constituyen actos de agresiones epistémicas.

Más adelante, la académica e investigadora de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, Miriam Betzabe Tecamachaltzi Silvarán, expuso que al haber desigualdades de género en la educación, también se limita el desarrollo.

“Hay una masculinización de la educación en México, por lo regular las mujeres se centran en algunas áreas del conocimiento. Tan solo en el Sistema Nacional de Investigadores representan el 37 por ciento”, puntualizó.

En tanto, la docente de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, Dulce Alexandra Cepeda Robledo, comentó acerca de su línea de investigación sobre 45 mujeres periodistas en la entidad, quienes sufren vejaciones sistemáticas del exterior y de su propio entorno, perciben un salario menor y desemboca en un hondo desgaste emocional y estancamiento laboral.

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