La invasión del ejército ruso a Ucrania evidencia cada día con mayor claridad que el conflicto es fundamentalmente una guerra de amplio espectro, híbrida, entre Estados Unidos y Rusia en la que se están empleando armas de diversos calibres: de las armas militares en el suelo ucraniano (bombas, aviones, tanques, rifles de asalto…), a las mediáticas, tecnológicas, comerciales y bloqueos económico-financieros.
Las dimensiones geopolíticas son alarmantes considerando a la OTAN involucrada desde la desintegración de la Unión Soviética, como se observa en el mapa que registra la incorporación a la OTAN de 14 países del antiguo Pacto de Varsovia desde 1997; y más aún si consideramos los sectores estratégicos involucrados: petróleo y gas rusos, y granos ucranianos y rusos. Ya se registra más de dos millones de refugiados ucranianos Estados Unidos envía dineros y armamento a Ucrania, directa o indirectamente a través de países como Polonia.
Y todo ello en la decadencia y descomposición política y social del imperialismo estadounidense.
El fantasma de un estancamiento con inflación, registrado en la década de los setenta, se asoma y la inflación estimada para todo el año ya sobrepasa el 7 por ciento, con precios del barril del petróleo superiores a los 100 dólares.