Desde que Julian Assange creó WikiLeaks y dio a conocer en el sitio web WikiLeaks el 28 de noviembre de 2010 documentos del Departamento de Estado de los Estados Unidos con varias de sus embajadas, que fueron recogidos entusiastamente por varios diarios internacionales (El País, Le Monde, Der Spiegel, The Guardian, The New York Times y La Jornada en México), fue objeto de la más feroz persecución imperial contra un periodista, violando sistemáticamente los derechos humanos de Julian Assange y el derecho a la información de todos y cada uno de los habitantes del planeta. Esos documentos mostraron la injerencia imperialista en el mundo y la persecución a Assange, supuestamente sustentada en una vieja acta del gobierno estadounidense de 1917 contra el espionaje, exhibe la más deplorable hipocrecía de ese gobierno y la fuerza del complejo militar-industrial de ese país.
La implacable persecución llevó a la violación del derecho de asilo con el servilismo del presidente Lenin Moreno de Ecuador en abril de 2019, donde Julian Assange había recibido refugio del expresidente Rafael Correa desde 2012; implicó la violación del derecho a la libertad de expresión y, repetimos, a la violación del derecho a la información, y se fabricaron falsas acusaciones para intentar ocultar la esencia política de la persecución.
Desde entonces es un prisionero de conciencia en Inglaterra en el Guantánamo inglés que ha provocado un grave deterioro de sus condiciones de salud al tiempo que enfrenta el pedido de extradición del gobierno estadounidense.
Hoy, la demanda de liberación resurge y se vuelve un clamor mundial a partir del reconocimiento de Julian Assange de parte del presidente de nuestro país, Andrés Manuel López Obrador y de su ofrecimiento de asilo en México.
La lucha por la libertad de Julian Assange es la lucha por la libertad.