Nuestra máxima casa de estudios se encuentra ahora en el cambio de rector, un proceso antidemocrático de tiempo atrás en el que un cónclave de personalidades académicas designa a la más importante autoridad de la universidad. El ritual del proceso llevaba a los académicos a la visita de las siete casas para manifestar a los miembros de la Junta de Gobierno sus preferencias de la terna nombrada por el rector.
En esta ocasión hay un proceso un poco más abierto, pues los académicos que han hecho público su interés en llegar a la rectoría han otorgado entrevistas a algunos medios de comunicación que permitieron conocer elementos centrales de sus programas con énfasis diversos sobre los problemas universitarios. La Junta de Gobierno salió de su claustro y fue a diversas instalaciones universitarias a recoger las propuestas de académicos.
Entre los problemas urgentes de la universidad destacan la democratización para que los universitarios, académicos, estudiantes y trabajadores administrativos, participen en los cambios necesarios y en la dirección colegiada de nuestra institución.
Dos problemas que están sobre la mesa son la atención a la problemática de género y a la de los profesores de asignatura.
En la primera no sólo hay que dar solución a las denuncias de acoso y violencia sobre jóvenes mujeres estudiantes, de preparatoria a facultad y posgrado, sino ir más allá con cambios estructurales en la universidad que profundicen la conciencia colectiva de género y la prevención del acoso y la violencia.
Los profesores de asignatura, sobre los que recae la mayor carga de trabajo de la actividad sustantiva de la universidad que es la docencia, atraviesan por una precarización laboral que es injustificable. Cientos de ellos tienen décadas enseñando y su condición es de profesor de asignatura por horas, sin tomar en cuenta el número de horas que están en aulas y menos el trabajo que demanda la enseñanza. Es urgente la regularización de estos profesores.
La desigualdad entre los profesores de tiempo completo y los investigadores de tiempo completo en sus condiciones de trabajo es muy grande, mientras los investigadores tienen, por ejemplo, buenos cubículos, computadoras e impresoras, los profesores no.
También es urgente mejorar la infraestructura universitaria, de salones de clase a instalaciones sanitarias.
Y hoy, más que nunca, es necesaria la presencia y participación universitaria en la reflexión sobre los grandes problemas nacionales para encontrar propuestas para su superación.