El martes 7 de noviembre, el ministro de la Suprema Corte, Arturo Saldívar, presentó su renuncia al presidente. Horas después anunció su compromiso político y social para profundizar la transformación del país y “en la construcción de un país más justo y más igualitario en el que sean prioridad quienes menos tienen y más lo necesitan.” Considera que cumplió un ciclo; 14 años en los que contribuyó a establecer criterios jurídicos y políticas públicas en defensa de los derechos humanos. Y precisa: “yo no estoy dejando la Corte para asumir un cargo público, voy a sumarme a un proyecto político-social en el que creo, para consolidar la transformación del país, para apoyar a un proyecto que tenga como mira principal a quiénes menos tienen y más lo necesitan”. La foto con Claudia Sheinbaum lo dice todo.
El ministro en los últimos años tuvo serios desencuentros en la Corte al apoyar la mayoría de las propuestas del presidente que fueron sujeto de controversia constitucional en la corte, a partir de los amparos de la oposición prianista y de las asociaciones pseudo ciudadanas de Claudio X. González, las mismas que proponen a Xochitl, la XX, como candidata para la presidencia. Propuestas, recordemos, como la reforma eléctrica y la reforma electoral.
El poder judicial, empezando por la suprema corte, requiere una reforma profunda, una reforma democrática que transforme al poder absolutista de corte, empezando por reducir sus estratosféricos salarios y canonjías, sus fideicomisos, sus guardaditos ocultos. Se requiere justicia para los mexicanos y el fin de la impunidad.