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El INE y la precisión de la democracia: Un sorteo que confirmó su experiencia

“Jamás pierdas la capacidad de sorpresa ni de admirar lo que está bien hecho”, me dijo alguna vez un amigo mientras contemplábamos la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Y la noche del pasado viernes, esa frase resonó en mi mente cuando, en la sede del Instituto Nacional Electoral (INE), atestigüé un ejercicio de precisión, orden y compromiso con la democracia: el sorteo que definió las candidaturas en 15 entidades para los cargos de jueces y magistrados del Poder Judicial.

El Salón del Pleno estaba en absoluto silencio. Los consejeros observaban atentos, con la mirada fija en las pantallas, siguiendo cada paso con detenimiento. En sus rostros, concentración, expectativa, una seriedad casi solemne. No era un acto ordinario; era la confirmación de que cada eslabón del engranaje electoral debía funcionar con precisión absoluta.

Desde la cabecera de la emblemática mesa en herradura, la presidenta del INE, Guadalupe Taddei, dirigía la sesión con la serenidad de quien sabe que el destino de un proceso democrático depende de la precisión de cada detalle. A su izquierda, la Secretaria Ejecutiva, Claudia Arlett Espino, conducía la operación con voz firme y pausada, asegurándose de que cada indicación se cumpliera sin margen de error.

En torno a la mesa, unos de manera virtual y otros presencial, las consejeras y consejeros Carla Humphrey, Claudia Zavala, Arturo Castillo, Martín Faz, Jaime Rivera, Uuc-kib Espadas, Dania Ravel, Rita Bell López, Norma De la Cruz, Jorge Montaño y Guadalupe Taddei, mantenían la mirada fija en el proceso. Nadie hablaba, nadie se movía más de lo necesario. Un pestañeo, un leve cruce de miradas, una inclinación de cabeza… signos mínimos, casi imperceptibles, de que todo avanzaba conforme a lo esperado.

El sorteo avanzaba con meticulosidad. Diecinueve veces en total se repitió el procedimiento, uno por cada circuito judicial. La misma secuencia, la misma imparcialidad, la misma escrupulosa atención al detalle. La insaculación, realizada con herramientas informáticas, estuvo supervisada por fedatarios, el personal de la Oficialía Electoral y, en todo momento, por las y los consejeros electorales.

No hubo nombres en pantalla. Solo números, asignados aleatoriamente a los aspirantes, garantizando que el proceso fuera ciego, neutral e inapelable. Todo transcurrió conforme a lo planeado: con orden, con exactitud, con la disciplina de quien conoce su labor y la ejecuta sin titubeos.

Finalmente, el consejero Arturo Castillo tomó la palabra. Su voz pausada, su tono didáctico, explicaba paso a paso lo que acababan de presenciar. “Cada circuito ha sido sorteado con total imparcialidad, sin margen de intervención humana en la asignación de candidaturas”, enfatizó. Un breve silencio. Algunas consejerías asintieron levemente. Era el respiro profundo de quien se encuentra con una tarea cumplida.

El punto final lo marcó la entrega de los sobres con las memorias USB que resguardan el trabajo realizado. Los fedatarios se levantaron de sus asientos y caminaron con paso firme hacia la Consejera Presidenta. En el momento en que los documentos tocaron sus manos, la sala rompió el silencio con un aplauso discreto, sobrio, pero profundamente significativo.

Miradas de satisfacción se cruzaron en la mesa del Consejo General. Una tarea más, cumplida a cabalidad. Un eslabón más en la cadena de certeza que sostiene a la democracia mexicana.

En este proceso, destacó de manera especial el papel de la Dirección Ejecutiva del Registro Federal de Electores, encabezada por Alejandro Sosa Durán. Con una trayectoria intachable en el Instituto, Sosa Durán ha dedicado toda su vida laboral al Registro Federal de Electores, consolidándose como una de las figuras clave en la construcción de los procesos de identificación ciudadana en México.

No es casualidad que su camino profesional haya coincidido con el de Guadalupe Taddei en tiempos en los que la credencialización de la ciudadanía era una prioridad nacional. La experiencia acumulada en aquellas jornadas titánicas sigue siendo hoy un pilar fundamental para garantizar procesos electorales precisos, confiables y alineados con los principios de certeza, legalidad y maxima difusión.

En tiempos donde la incertidumbre ha rodeado otros procesos de insaculación, la autoridad electoral hizo gala de conocimiento, transparencia, profesionalismo e innovación.

No se trató de un simple sorteo. Fue la confirmación de que la democracia en México tiene un pilar sólido, que resiste presiones, ajustes presupuestales y desafíos técnicos. El INE sigue demostrando que, cuando se trata de elecciones, las cosas pueden siempre hacerse mejor, sentando precedentes en materia de certeza y transparencia electoral.

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