Se supone que la Guerra Fría terminó con la caída de la Unión Soviética en 1991, dando paso al triunfo del capitalismo neoliberal impuesto por las potencias occidentales, lo que Francis Fukuyama llamó: “El fin de la historia”. Sin embargo, el problema nada más se simplificó lo que no quiere decir que las guerras hayan terminado.
Uno de los conflictos más importantes que se encuentra activo es la guerra de las coreas, que está en pausa gracias al armisticio de 1953, y que sólo se podría resolver con negociaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte; en las manos de dos personajes cuyo fuerte no es la diplomacia está la solución: Donald Trump y Kim Jong-un.
El año pasado se reunieron en Singapur y la semana pasada en la ciudad de Hanói, Vietman y, otra vez, no llegaron a nada, porque la clave está en que Corea del Norte acepte su desarme nuclear, cosa que no harán hasta no sentir ninguna amenaza ni de Estados Unidos, ni de las potencias del mundo.
¿Por qué no simplemente aplastar a los norcoreanos con el poder imperialista que caracteriza a Estados Unidos, en un movimiento como los que estila en Medio Oriente, o intervenir la zona de forma paulatina, como lo está haciendo en Venezuela? Corea del Norte tiene una ventaja geoestratégica enorme, por eso la preocupación de que posea armas químicas y nucleares.
El primer punto es que a Corea del Norte no lo rodean un grupo de naciones sumisas como las que integran el Grupo de Lima, con una historia de intervencionismo militar, político e ideológico norteamericano. Países como Vietnam o China, aún guardan ideas comunistas y mercados mixtos en los que el papel de occidente no es preponderante; además, el contrapeso de las potencias europeas y de EU se encuentra en Asia, donde meterse mediante la violencia sería iniciar un conflicto de nivel mundial.
Una de las importancias de la Península Coreana está relacionada con el llamado “Collar de Perlas” de Asia-Pacífico, una serie de islas, litorales y territorios marítimos que disputan China, Japón y Rusia desde el Siglo XIX, ya que representa rutas importantes para salir del continente a otras zonas del mundo como África y Medio Oriente, lo que facilitaría el comercio de diversos productos, sobre todo hidrocarburos. Por eso no es tan sencillo que permitan la intromisión de EU a las coreas.
Por otro lado, los aliados de Estados Unidos en la zona asiática son sumamente vulnerables a un ataque norcoreano. Japón y Corea del Sur, protegidos por los EU desde varios acuerdos firmados luego de la Segunda Guerra Mundial, representan un apoyo para las potencias occidentales pero también una debilidad, ya que sus economías influyen de forma importante en la dinámica neoliberal global: tan sólo Seúl, capital surcoreana, es sede de empresas como Samsung, LG Group, Hyundai, Kia Motors, sólo por mencionar algunas importantes corporaciones, y Japón posee la segunda Bolsa de Valores más dinámica en el mundo, con sede en Tokio. Tan sólo imaginar un ataque norcoreano a estos países significaría poner las finanzas globales de cabeza.
Con la caída de la URSS, Fukuyama aseguraba que la historia había terminado porque se acabó la lucha de ideologías, un enfoque de tintes marxistas, sin duda; sin embargo, como vemos la historia sigue, pero bajo la tesis del politólogo japonés, estás luchas estarán encaminadas a que, ahora sí, vivamos en un mundo unidimensional en el que occidente le diga a todos qué hacer: de ahí la importancia de proyectos como Venezuela, Corea del Norte, Bután, países donde se empeñan en ser diferentes, en ser contrapesos del neoliberalismo, en que la historia siga existiendo más allá de los deseos de los Estados Unidos.