Por: Miguel Alejandro Rivera
Twitter @miguelalerivera
El cardenismo es una de las etapas más célebres y discutidas que ha tenido la vida política de nuestro país, pues en dicho periodo la organización social y la manera de ejercer el poder por parte del Estado se transformaron de una manera en la cual pocos imaginaban pero que ciertamente la pos revolución requería.
El General Lázaro Cárdenas es recordado por haber sido un mandatario cercano a la gente, se dice que su gobierno era itinerante y prácticamente ejerció sus seis años en el poder desde un vagón de tren.
Sin embargo, varios autores como Arnaldo Córdoba, miran al llamado “Tata” Lázaro como un hombre que simplemente aprovechó el momento pos revolucionario para calmar a la sociedad civil implementando diversas políticas de masas en las cuales podía mantener ocupados en tareas políticas a todos aquellos que en años anteriores vivían con el fusil en la mano dispuestos a levantarse en contra de quien estuviera en el gobierno.
Aquel hombre que gobernó de 1934 a 1940 ciertamente demostró un rostro diferente al que tuviese el maximato y anteriores gestiones. Fue cercano a Vicente Lombardo Toledano, así como a las organizaciones de trabajadores, dio tareas políticas a las mujeres e hizo un reparto agrario con créditos a campesinos como no se había logrado hacer antes. En los primeros tres años se entregaron 9 millones 764 mil 140 hectáreas a 565 mil 216 campesinos y aunque en particular esta acción no tuvo los mejores resultados (las tierras se echaban a perder y no producían cosechas) sentó las bases para lo que hasta se antojaba como un México socialista.
Entre todo lo que pudo o no hacer el General Cárdenas hay un evento que es seguramente por el cual es más recordado y el que se conmemora cada 18 de marzo año con año.
En 1935 los trabajadores petroleros de la República Mexicana comienzan a exigir un contrato colectivo para tener las prestaciones que en cualquier época uno supondría que cualquier trabajador debería tener: vacaciones, horarios dignos, indemnizaciones por accidentes, etc.
El gobierno de Cárdenas intervino pero hasta 1937 no se había tenido prácticamente ningún avance, pues las empresas extranjeras que dominaban el mercado del petróleo en México, como El Águila, Huasteca Petroleum Company, Sinclair Pierce Oil Company, entre otras, se escudaban en acuerdos con gobiernos anteriores como los firmados en los tratados de Bucareli (1923), en los cuales se estipulaba que todos los contratos de propiedad de subsuelo con fecha anterior a la constitución de 1917 serían respetados e incluso se indemnizaría a las empresas extranjeras por los daños que la Revolución pudiese haber causado a estos.
Es importante señalar que desde que se descubrió petróleo en México los gobiernos anteriores a Cárdenas hicieron negocios con las compañías extranjeras sin importar los perjuicios que estos trajeran al país. Exceptuando la iniciativa maderista de cobrar un impuesto de 20 centavos por tonelada de crudo extraída, el cual no pagaron las empresas, todas las administraciones apoyaron a la iniciativa privada, incluso posterior a la constitución de 1917, donde la ley claramente hacía al Estado mexicano poseedor de las riquezas naturales en el subsuelo del territorio.
Luego entonces volvemos a 1937 donde las empresas, confiadas en un pasado de corrupción y malos manejos con los gobiernos federales siguieron explotando a los trabajadores sin hacer mucho caso a las advertencias legales.
Cárdenas integró una delegación para dar seguimiento al caso, conformada por Efraín Buenrostro, Mariano Moctezuma y Jesús Silva Herzog. Esta comisión encontró por ejemplo que El Águila vendía crudo por debajo de los precios internacionales a su filial en Canadá, lo cual les evitaba onerosos impuestos y así poder trasladar las utilidades a otro país.
La investigación entonces concluyó que las utilidades obtenidas por las empresas petroleras entre 1934 y 1936 alcanzaron los 150 millones de pesos, por lo cual generaron un adeudo de 90 millones, con lo que se pudo haber pagado prestaciones y salarios a los trabajadores.
En las negociaciones la iniciativa privada propuso pagar solamente 14 millones de pesos, los peritos acordaron que se pagaran solamente 26 de los 90 millones que se debían en realidad. Las empresas no aceptaron.
Es así entonces, que el primero de marzo de 1938 el laudo falla a favor de los trabajadores, dando a las compañías petroleras siete días para pagar el adeudo que se tenía con ellos. Dado que no se cumplió con el plazo, dieciocho días después de la resolución en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Lázaro Cárdenas anuncia lo que hasta hoy en día seguimos celebrando como mexicanos:
“A la nación (dijo por la radio el entonces presidente). La actitud asumida por las compañías petroleras negándose a obedecer el mandato de la Justicia Nacional que por conducto de la Suprema Corte las condenó en todas sus partes a pagar a sus obreros el monto de la demanda económica que las propias empresas llevaron a los tribunales judiciales por inconformidad con las resoluciones de los Tribunales del Trabajo, impone al Ejecutivo de la Unión el deber de buscar en los recursos de nuestra legislación un medio eficaz que evite definitivamente, para el presente y para el futuro, el que los fallos de la justicia se nulifiquen o pretendan nulificarse por la sola voluntad de las partes o de alguna de ellas mediante una simple declaratoria de insolvencia como se pretende hacerlo en el presente caso, no haciendo más que incidir con ello en la tesis misma de la cuestión que ha sido fallad”. (…)
“Es por lo tanto ineludible, como lógica consecuencia de este breve análisis, dictar una medida definitiva y legal para acabar con este estado de cosas permanente en el que el país se debate sintiendo frenado su progreso industrial por quienes tienen en sus manos el poder de todos los obstáculos y la fuerza dinámica de toda actividad, usando de ella no con miras altas y nobles, sino abusando frecuentemente de ese poderío económico hasta el grado de poner en riesgo la vida misma de la nación, que busca elevar a su pueblo mediante sus propias leyes aprovechando sus propios recursos y dirigiendo libremente sus destinos.
Planteada así la única solución que tiene este problema, pido a la nación entera un respaldo moral y material suficiente para llevar a cabo una resolución tan justificada, tan trascendente y tan indispensable”. (…)
“Sin embargo, si fuere necesario, haremos el sacrificio de todas las actividades constructivas en las que la nación ha entrado durante este período de Gobierno para afrontar los compromisos económicos que la aplicación de la Ley de Expropiación sobre intereses tan vastos nos demanda y aunque el subsuelo mismo de la Patria nos dará cuantiosos recursos económicos para saldar el compromiso de indemnización que hemos contraído, debemos aceptar que nuestra economía individual sufra también los indispensables reajustes, llegándose, si el Banco de México lo juzga necesario, hasta la modificación del tipo actual de cambio de nuestra moneda, para que el país entero cuente con numerario y elementos que consoliden este acto de esencial y profunda liberación económica de México.
Es preciso que todos los sectores de la nación se revistan de un franco optimismo y que cada uno de los ciudadanos, ya en sus trabajos agrícolas, industriales, comerciales, de transporte, etc., desarrollen a partir de este momento una mayor actividad para crear nuevos recursos que vengan a revelar cómo el espíritu de nuestro pueblo, es capaz de salvar la economía del país por el propio esfuerzo de sus ciudadanos”….
Y es entonces que gracias a ese movimiento harto nacionalista del general Cárdenas gran parte de la población se contagia y enfilan hacia el Palacio de Bellas Artes para aportar lo que pudieran al fondo de pago de expropiación para las compañías extranjeras. Desde quien llevaba dinero en efectivo hasta personas que entregaron objetos e inclusive animales, pasando por los niños que ahí mismo rompían sus alcancías… Cárdenas lo había logrado, daba unidad a un pueblo que se encontraba fragmentado dada una lucha revolucionaria de aproximadamente una década y un reacomodo político pos revolucionario de otros tantos años.
Cárdenas finalmente había encontrado la manera en la cual la sociedad mexicana mantuviera la coalición y esta no fuera en contra del Estado, pues el General había hallado rivales contra los que todos podían unirse, incluso el gobierno y el pueblo: el patrón y las fuerzas extranjeras.