Luego de haber ganado las elecciones presidenciales el pasado octubre, Luis Arce Catacora tomó posesión este domingo como presidente constitucional de Bolivia, lo que reafirma aún más los dichos de que las acusaciones de fraude contra Evo Morales en 2019, y el golpe de Estado, en su contra, fueron acciones orquestadas por grupos cupulares de la derecha local e internacional.
Asimismo, el pasado lunes, la Comisión Electoral Central de Moldavia informó que la exprimera ministra Maia Sondu ganó la primera ronda de las elecciones presidenciales celebradas este domingo, pero no alcanzó la mayoría absoluta, por lo cual el próximo día 15 de noviembre se realizará la segunda vuelta.
De acuerdo con el organismo, Sandú, líder del partido europeísta Acción y Solidaridad (PAS), obtenía el 36.12 por ciento de los votos, escrutado la totalidad de las papeletas emitidas en los comicios. En una segunda instancia quedó el actual presidente moldavo, Igor Dodon, con el 32.61 por ciento de los apoyos, mientras que el líder de Nuestro Partido, Renato Usatii, reunió el 16.9 por ciento de los votos y los otros cinco candidatos, menos del 10 por ciento. Sandu, líder del partido europeísta Acción y Solidaridad y el actual mandatario se medirán en una segunda vuelta, que se celebrará el próximo día 15 de noviembre.
Pero si de Bolivia poco se ha dicho, si ya poco le importa a la sociedad internacional el crimen que significó deponer a Evo Morales de un puesto que ganó en las urnas, de Moldavia menos; es más, ¿dónde está Moldavia?, ¿qué lenguaje hablan?, ¿cuál es apenas un trozo de su historia?, ¿por qué habría de tener líderes europeístas?
Es que hay países que parece, importan más que otros, y en esta semana nos hemos desvelado y esforzado por hacer un montón de análisis sobre las elecciones de Estados Unidos y el potencial triunfo del demócrata Joe Biden sobre el actual presidente, el republicano, Donald Trump.
La cobertura mediática y sobre exposición de este tema es obvia: se trata de un país potencia en los últimos tiempos, aquel que sentó las bases de la organización internacional luego de la Segunda Guerra Mundial, y claro, de que cuya moneda es la divisa más importante en la economía global; sin embargo, el impacto cultural de su política interna dice mucho de nuestro sistema organizacional.
En su trabajo, “El Hombre Unidimensional”, el filósofo alemán, Herbert Marcuse expuso a mediados de los sesentas del Siglo XX, como las sociedades dominantes buscan determinar el destino de los pueblos insertando la idea de la democracia, el pluripartidismo, y la cultura que ellos mismos proponen como una especie de libertad controlada. También se exponen planteamientos como el de la enajenación mediatizada a modo de control y supresión de la individualidad en el ser humano; la idea es: “nuestra sociedad y su modo de vida es lo mejor de todos los mundos”.
Por eso llama la atención el que su sistema se encuentre en crisis, cuando Donald Trump lanza discursos incendiarios que acusan de fraude a las instituciones encargadas de velar por la democracia, al grado de que las grandes cadenas de televisión, inocentes como ignorando que existen las redes sociales, cortan el discurso del actual presidente, buscando evitar que se corra la voz de que su estructura institucional no es mejor que el de otros países en desarrollo.
A diferencia de lo que sucedió en Bolivia, la Organización de Estados Americanos (OEA), de inmediato aseguró que no existe ni rastros de fraude, por lo que hay que confiar del todo en “la mejor democracia del mundo”
Pero que sigamos hablando de esto, y no de Moldavia o de Bolivia, o del Kurdistán, o de África, o de tantos procesos políticos en el mundo, implica que los Estados Unidos, siguen dominando el espectro mediático, pero también el económico y político, y basta salir a las calles y ver el WalMart, el Starbuks, el McDonald’s, entre otras tantas marcas, para saber que pese a la posible crisis política que pueda vivir la Casa Blanca, con un virtual ganador y un perdedor que no lo acepta, el poder estadounidense radica en sus empresas, en el Consenso de Washington de 1989, y la estrategia neoliberal de neocolinizar a través de sus productos comerciales y de entretenimiento. El que piense que EU se encuentra cerca de perder el control, debería revisar las marcas de todo que lo que utiliza y ver a quién le está pagando su dinero, en qué medios se está informando y las redes sociales de Internet que utiliza, porque Facebook, Twitter o cualquier otra donde se genera opinión pública en occidente, tiene un dueño y detrás de su nacionalidad, hay un interés.