México debe pensar en su propio plan de desarrollo de mediano y largo plazos, con el propósito de generar crecimiento más incluyente; es decir, la apuesta a una reactivación económica debe basarse en una política desarrollista mexicana, porque esperar a que un tercero lo haga, no va a funcionar, coincidieron en señalar especialistas de la UNAM.
En la conferencia de medios a distancia “Estados Unidos con plan trillonario histórico para inversión en infraestructura: ¿Qué implicaciones tiene para México?”, los expertos señalaron que con aquello que suceda en el vecino país del norte nuestra nación no va a ganar mucho en esta materia, por lo que es fundamental esa estrategia, para la cual hay opciones dentro del T-MEC y a la luz de la crisis, como la recuperación de la soberanía alimentaria y sanitaria.
Noemi Levy, académica de la Facultad de Economía, refirió que los recursos crecientes para las familias pobres y la apertura de la economía de Estados Unidos, han tenido efectos positivos en la economía mexicana; empero, “no quiero decir que sobre eso se deba construir, eso sería gravísimo”. Tampoco debemos depender de las remesas, porque no podemos seguir viviendo de lo que los pobres de EU le mandan a los de México.
En cuanto a las exportaciones, el grave problema que tenemos es que nuestra ventaja comparativa son los bajos salarios. Aunque ese sector detuvo la caída del crecimiento el año pasado, y catapultó al 2021, tampoco sería un modelo económico que genere desarrollo.
Levy dijo que para México no está mal revivir a Pemex por las condiciones de transición que atravesamos, pero falta algo más. La infraestructura es fundamental porque genera empleos y mayores ingresos; sin embargo, se requiere una política industrial, fortalecimiento en la parte tecnológica, con autonomía, y formar parte de las cadenas globales.
La inversión en infraestructura (carreteras, transporte, comunicaciones, agua, banda ancha, medio ambiente, energía, etcétera) de la Unión Americana es enorme, pero será a lo largo de varios años. La Casa Blanca anunció el paquete de manera triunfalista y se menciona la creación de empleos bien pagados, aunque será en una década.
En primera instancia, consideró, este programa no parece tener indicios de generar la reconversión industrial que requiere Estados Unidos. Además, no queda claro si esa nación podrá retomar el control tecnológico frente a China. “No creo que este plan vaya a revivir nuevos sectores económicos”, puntualizó.
Al hacer uso de la palabra, César Salazar López, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), explicó que con las cantidades de recursos que se destinarán al fortalecimiento de la infraestructura en EU, se replantea la generación de empleos en aquel territorio.
Si nuestro vecino del norte crece, hay un impacto positivo sobre el crecimiento del orbe, porque ese país es el gran motor de la demanda mundial. Implicaría la elevación de las exportaciones y, sobre todo, de sus principales socios comerciales, entre ellos México.
No obstante, aclaró, debemos ser cautos respecto al tipo de impacto que tendrá en nuestra economía. Hemos crecido a partir de la inserción de la economía mexicana a las cadenas internacionales de valor, pero incorporándonos en actividades de bajo valor agregado, coincidió.
Aunque nuestras exportaciones después del TLCAN han crecido al 7 u 8 por ciento promedio anual, la economía lo ha hecho apenas por encima del dos por ciento, insuficiente para generar condiciones de redistribución del ingreso y mejorar la calidad del empleo.
Por eso, sostuvo, debemos ser cuidadosos en pensar que el hecho de que Estados Unidos tenga mejor perspectiva de crecimiento de mediano y largo plazos, sea en automático benéfico para nuestro país. En ese sentido, México debe plantear estrategias propias de política económica que sean adecuadas para alcanzar el objetivo de crecer y distribuir la riqueza de la mejor forma posible.
Oscar Ugarteche Galarza, también del IIEc, señaló que la apuesta de la recuperación de la economía mexicana es por el comercio exterior; sin embargo, además de que se añade en las cadenas de menor valor agregado y con salarios bajos, importa de Asia el grueso de lo que utiliza para exportar.
Así, la recuperación de la demanda estadounidense que impacta al sector exportador mexicano, deja a nuestra economía en su conjunto con una contribución relativamente limitada. A ello se suma un problema de demanda interna que no se logra recuperar, a pesar de una política activa de distribución de ingresos mínimos en la población. “Es difícil entender cómo ese sector exportador va a impactar sobre esa demanda”, abundó.
Tampoco se ve cómo una reactivación de la demanda en infraestructura en EU va a regresar a México como un incremento en la formación bruta de capital fijo, que está deprimida desde 2019. Es decir, no hay ninguna razón para que eso tenga un impacto sobre el crecimiento de la economía mexicana; lo único que podría pasar es una reactivación de los sectores de maquila en el norte y eso reflejarse en el empleo de aquella región. Pero a escala macroeconómica, no habrá un impacto significativo.
Lo único que puede ayudar a México en este momento es que “los estadounidenses se pongan duros con el tema de las reglas de origen y digan que el 70 por ciento del valor de lo que comercien dentro del T-MEC debe ser de América del Norte; así sería posible que surjan nuevas empresas mexicanas y que las estadounidenses inviertan en nuestro país para completar ese porcentaje. Eso fortalecería la vinculación productiva”, concluyó.