Jon Lee Anderson en la FIL de Guadalajara: el ascenso de las derechas, la caída de las izquierdas y otras reflexiones

Del salón Elías Nandino de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara 2018 sale una multitud enorme que atesta el pequeño pasillo: nadie puede pasar. Pese a que los organizadores piden de las maneras más amables que “sigan circulando”, esta peculiar audiencia parece no escuchar: todos bien vestidos, muy elegantes, al parecer entrarían en la categoría de moda, en los fifís. Sí, son fifís, ahí anda María Asunción Aramburuzabala que acaba de presentar el libro Privilegiada por elección, de Ivonne Díaz de Sandi Chávez. Claro, también está presente la autora.

Será por eso que el lugar estaba atascado y que nadie hace caso, porque de pronto hay estratos de la sociedad que no se sienten dueños de todo, son dueños de todo y pues, ¿quién les puede decir algo?

Pero esas son las sorpresas que da la FIL de Guadalajara, de pronto hay mucha audiencia en algunos eventos, como ése en el que todos visten elegantes, y en otros, que tendrían que estar atiborrados, se presentan no tantas personas,  porque justo cuando este grupo de abolengo abandona la escena. Al Elías Nandino ingresan una variada pero no tan enorme audiencia para escucharlo a él, un sujeto contrastante con los presentadores anteriores.

En su piel lleva las guerras que ha reporteado, en su mirada la marginación de la que ha sido testigo, en sus manos algún día estuvo el sudor de Moussa Dadis Camara, un dictador de Guinea, en África Occidental, a quien conoció en el marco de una matanza civil en aquel país.

Jon Lee Anderson, periodista de base en The New Yorker, bebe café, acomoda su cuerpo que seguro mide más o menos un metro noventa de altura y se prepara para la presentación de su libro Guerrillas, el cual, afirma, es una especie de análisis sociopolítico de la actual Centroamérica. Sin embargo, del libro es de lo que menos se habla. En realidad, Anderson realiza un balance de lo que para él es la condición política del continente.

De inicio se arranca con Bolsonaro, a quien define como el gobernante más ultra de los últimos tiempos en América Latina: “La asunción al poder de Bolsonaro, significará el eclipse de la izquierda en Brasil, luego de la vertiente de izquierda de ese país, o bueno, de esta izquierda 2.0, porque el primero fue Fidel (en el continente). Lula está en la cárcel y probablemente no saldrá con vida porque buscan criminalizar a la izquierda ahí en Brasil”.

“¿Quién hubiera pensado hace unos años que estaríamos en una situación así, con alguien llamado Trump en la Casa Blanca, degradando día tras día la misma democracia como sistema político, y paralelismos formándose en otros países como Brasil?”. Jon Lee explica que fue testigo de la reunión entre John Bolton, asesor del presidente norteamericano y el propio Bolsonaro; a su perspectiva, dicho encuentro se llevó en muy buenos términos y para él se trata de una especie de alianzas de gobiernos de derecha para mantener la “estabilidad” de la región, teniendo como uno de los objetivos, el fin del régimen de Nicolás Maduro.

© FIL/NABIL QUINTERO

Para el ganador del Premio Reporteros del Mundo 2005, la problemática de la izquierda en América Latina no es sólo el clásico asedio estadounidense oficializado desde 1823 mediante la Doctrina Monroe, sino que se trata de una incapacidad de respuesta de los gobiernos que emanan de dicha corriente ideológica: “Esta izquierda 2.0, del periodo 2000 hasta ahora, liderada por Chávez y Lula, mentoreado por Fidel, fue sustentada por el boom del petróleo que comenzó en 2003 y terminó hace dos años. Si miras el arco de las izquierdas en América Latina, coincide con el auge en el precio de los comodities, mal administrado por cierto. Venezuela tuvo en sus manos en una década un trillón de dólares. ¿Dónde están? Pues no están por ningún lado”.

El reportero afirma, como él lo dice, “en buen francés”, que la izquierda “lo cagó.  Los socialistas llegaron al poder y se corrompieron, los socialistas llegaron al poder y custodiaron el capitalismo, y el capitalismo los tragó”. Aunque rescata casos como el de Lula da Silva, quien sacó a 40 millones de brasileños de la pobreza, en el mismo sentido cuestiona situaciones de corrupción y de pacto con las grandes transnacionales: “Odebrecht, hay que reconocerlo, no salió de la nada, salió del Brasil de Lula”.

Ante este escenario, moviendo sus manazas blancas, con sus ojos claros, profundos, penetrantes, Jon Lee Anderson afirma que esa es la clave del fracaso de las izquierdas latinoamericanas y a su vez, del ascenso de las derechas. No obstante, para él, existe otro factor con el que estas nuevas oligarquías conservadoras están regresando; dicho elemento son las nuevas vías de comunicación digital, que se presentan en un escenario de conservadurismo que, afirma, “puede parecerse mucho al de los setentas en América Latina”.

“Hace como cinco años yo salí de Facebook, un joven que yo conocía me insistía que intentara, lo hice pero me pregunté ¿qué coño? Yo no necesito saber de mi novia de cuando yo tenía ocho años, si yo la quiero buscar la voy a buscar algún día, pero no quiero que se me emboque aquí mismo en la pantalla todos los días. Yo prefiero conocer gente real en la calle”.

“Resulta que Facebook ha sido como un gran pantano en el que todos los servicios de inteligencia han tenido una especie de orgía con nosotros, sin que nosotros lo supiéramos, y todos los días, la prensa internacional, colegas investigativos, van descubriendo todo lo que han hecho Mark Zukemberg, Cambridge Analítica, y ahora WhatsApp. Finalmente estas plataformas nunca han sido periodismo, son instrumentos que hemos dejado conquistar nuestras vidas e intervenir en las maneras en las que nosotros interactuamos”.

El también autor de la mejor biografía de Ernesto “Che” Guevara que existe, comenta la trascendencia que tuvieron las cadenas de WhatsApp para la victoria de políticos de derecha en las últimas elecciones en Brasil. Explica que mediante información sin ninguna fuente oficial ni dato comprobable, se esparcieron rumores de los oponentes sobre casos de pederastia o calumnias por el estilo que pusieron a los votantes en una especie de histeria colectiva. “El gobernador electo de Rio de Janeiro es un tipo que nadie conoce pero ganó con la mayor votación de la historia en ese estado. ¡Y no lo conoce nadie! Pero dos días antes de la elección hubo una campaña de WhatsApp masiva contra sus contrincantes, acusándolos de pedófilos”.

“Los políticos y los dictadores nada más tuvieron que mirar cómo los mercaderes se aprovecharon de estas plataformas para meternos ideas de que queremos comprar esto y el otro, y el otro, y el otro, e hicieron exactamente lo mismo con ideas políticas”. De pronto uno como usuario de servicios celulares agradece que ciertas redes sociales sean gratuitas; sin embargo, en una reflexión que hace el propio Anderson, se puede entender que la razón para que siempre estemos conectados es que esto significa también que podemos ser manipulados en todo momento.

© FIL/NABIL QUINTERO

De cualquier forma, este tipo de dinámicas de manipulación y desinformación son un llamado al periodismo, dice Jon Lee, para realizar un trabajo más profesional que ayude a mantener a la sociedad en un escenario de conocimiento y no sólo de rumores: “Nosotros los periodistas nos damos cuenta e intentamos convencerlos de que nosotros todavía somos su soporte, somos su ancla, somos su único referente, somos los únicos, sin hacerse bombos a nosotros mismos, ni ponerse virtud a uno mismo, pero en realidad, el periodismo como tal, con todo y sus flaquezas, es lo único que hay entre los autócratas y las poblaciones”.

El también autor de La herencia colonial y otras maldiciones, un exquisito compendio de crónicas sobre África, apunta que el fin de la Guerra Fría y el triunfo de la globalización nos han llevado a un clima de indiferencia social en el que ya, al parecer muy pocos, reclaman un cambio.

 “Ya nadie habla de guerrillas, hablan de terroristas, y de hecho la mayoría de los insurgentes son más caracterizados por violencias terroristas que como guerrilleros. Hemos visto la eclosión del comunismo y el auge del islamismo, y de posturas muy extremas para proponer realidades alternativas; pero a la misma vez en occidente, donde antes cada país tenía su guerrillita, ¿dónde están hoy en día? No es que la injusticia o la desigualdad social haya desaparecido, pero, ¿qué ha pasado? Hace cuarenta años si eras hijo de machetero tenías la suerte de ser uno también y ganar un dólar al día como todos los demás. Por cierto, en Nicaragua los campesinos siguen ganando un dólar al día, no ha cambiado nada a pesar de la Revolución Sandinista, entonces, ¿qué ha pasado? Hace cuarenta años no había Dunkin’ Donuts, ni McDonald’s en estos países ni había tantos inmigrantes yéndose al norte”.

“Si tuviera que hacer una nueva mirada a este fenómeno, para este chico salvadoreño que nace pobre igual como nació pobre hace cuarenta o cincuenta años, ya hay acceso a lo que parecen ser los tesoros del primer mundo, antes no había, físicamente no existían en sus países, no había cómo acceder a una televisión a colores, ni mucho menos un carro, pero las fórmulas del mercado han hecho que hasta gente de baja media clase puedan tener todas las cosas que aparentemente antes sólo tenían los ricos: puedes estar endeudado, puede ser una versión mierdera china que sólo te dura seis meses pero tendrás cosas que antes sólo podían tener los ricos y sobre todo, los ricos de otros países”.

“Hoy en día, y exagero por razones de argumentación, no puedes encontrar a nadie que esté dispuesto a subir a las montañas con un fusil para cambiar el mundo, sobre todo para luchar por algunas ideas abstractas del colectivo o del bien común, ¿qué cosa es eso?… ¡No hombre!, yo quiero un Chevy, carajo, yo quiero una Dodge Ram, una cadena de oro, yo quiero estas cosas para mí”.

© FIL/NABIL QUINTERO

Erich Fromm explicó en alguno de sus trabajos que de pronto es más importante para los sujetos de nuestra sociedad el tener que el ser, por lo que, como explica Anderson, cualquier alternativa, legal o no, para adquirir el estatus correcto en el sistema mundo, le resulta confiable a las clases más vulnerables: “Entonces en la órbita de la extrema pobreza hay productos y hay economías que antes no existían: el narcotráfico ha suplantado al Estado y ofrece una vía de acceso a un mundo mejor y, si no mejor, por lo menos con algo de poder”.

Así, luego de casi una hora de charla, Jon Lee Andrerson se despide, ante una audiencia muy distinta a la que salía minutos antes, luego de la presentación del libro anterior: así es la FIL de Guadalajara, mezcla personajes de todo tipo e incluso regala esa curiosa coincidencia. De la misma sala, de pronto sale parte de los oligarcas de México y al instante entra un periodista de reconocimiento internacional para quejarse del sistema que gente como ellos ha creado.

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