El jefe del Estado Mayor Presidencial, el general Roberto Miranda, durante el sexenio de Ernesto Zedillo, recibió una visita en 1997 del propio Vicente Zambada Niebla, El Vicentillo, para expresar su preocupación por el “trato” que recibían los integrantes de su familia, tras la redada a propiedades de su madre en Culiacán, y también se reveló que dos agentes de la Agencia Estadounidense Antidrogas (DEA) trabajaron en colaboración con Joaquín El Chapo Guzmán para combatir a los “enemigos” del cártel de Sinaloa.
Estas y otras varias revelaciones surgieron en la segunda parte de la larga comparecencia del hijo de Ismael El Mayo Zambada, en la corte de Brooklyn, Nueva York, donde se realiza el juicio en contra de El Chapo Guzmán, en medio de medidas cada vez más herméticas de seguridad y acuerdos de confidencialidad que difícilmente trascienden a la prensa.
El Vicentillo divulgó el encuentro con el general Roberto Miranda y negó que su padre hubiera sobornado al gobierno de Ernesto Zedillo. Sin embargo, confirmó que sobornaron a policías estatales, federales y municipales, así como a los llamados “yanquis”, es decir, a los agentes de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), dependiente de la PGR, así como a jefes militares de distintas plazas.
En el interrogatorio, Zambada Niebla afirmó que entre 2001 y 2008, ya en los sexenios de Fox y de Calderón, el cártel de Sinaloa gastó más de 1 millón de dólares mensuales para sobornar a militares, políticos, funcionarios públicos, policías federales, estatales y municipales.
Para el primogénito de El Mayo Zambada las autoridades mexicanas estaban “de parte de nosotros”. La guerra empezó tras el arresto de Alfredo Beltrán Leyva, porque su hermano Arturo Beltrán acusó a El Mayo y a El Chapo de haberlo entregado.
Contacto con la DEA
“El que mantenía la comunicación con la DEA era mi compadre Chapo”, respondió Zambada Niebla cuando el abogado de Guzmán Loera le preguntó si él y su padre negociaron con la agencia antinarcóticos en 2007. Recordó que su padre El Mayo Zambada y El Chapo Guzmán decidieron buscar una reunión con la DEA en 2009, ya que él deseaba salirse del negocio del cártel, pero necesitaba quitarse de encima la persecución de los agentes norteamericanos.
La idea era reunirse con los agentes de la DEA para “proporcionar información sobre los enemigos de mi padre y de mi compadre Chapo, a cambio de arreglar” los problemas legales del propio Vicentillo. Entre esos enemigos estaban el cártel de los Beltrán Leyva, los Zetas, y los Carrillo Fuentes de Ciudad Juárez.
En 2007 inició la “guerra” del sexenio de Felipe Calderón contra los cárteles de la droga que ensangrentó al país desde entonces y fragmentó a los viejos grupos criminales. Para 2009, la disputa por la plaza de Ciudad Juárez generó una oleada de ejecuciones y homicidios en esta zona fronteriza que la convirtió en una región altamente peligrosa. La lucha se extendió después a Nuevo León, donde se disputaron Los Zetas y el cártel del Golfo.
El Vicentillo contó que se reunieron con dos agentes de la DEA en la Ciudad de México, pero un par de horas después de salir de ese encuentro fue arrestado por “fuerzas especiales” nacionales. Fue extraditado a Estados Unidos y durante casi dos años estuvo en una prisión de Chicago, en condiciones de extremo aislamiento. Llegó a un acuerdo dos años después para convertirse en testigo protegido y proporcionó información sobre los negocios de su padre: sus casas, escondites, pistas de aterrizaje y “oficinas”.
-¿Por qué si reveló todo su padre sigue libre? –le preguntó el abogado Eduardo Balarezo, uno de los tres defensores de El Chapo.
–Que no haya sido detenido, no es mi culpa. ¿Yo qué culpa tengo de eso? –respondió Zambada Niebla, provocando hilaridad en la audiencia.