Cuando lo fichamos queríamos que fuese una luna de miel, pero no ha sido así, dijo el coach Mike D’Antony, de los Rockets de Houston, después de cortar al guardia Carmelo Anthony. Y es que desde el año pasado el jugador de origen puertorriqueño ha luchado por encontrar un lugar en los nuevos esquemas que propone el baloncesto actual: de un tiempo para acá, los puntos por tiro en el rango medio, es decir, entre la pintura y el arco de tres, han ido disminuyendo; el baloncesto de nuestra era, tal como lo propuso el coach de Boston Celtics, B. Stevens, ha cambiado por el matar o morir. La distancia media ha sido cambiada por el tiro debajo del aro o por el tiro de tres. De acuerdo con SB Nation, la efectividad lograda en dobles y triples equipara su valor, por lo que el riesgo de tomar el triple le da el valor añadido de sacar ventaja paso a paso o por irla recortando de la misma forma. Es decir, el tiro de media distancia está muriendo poco a poco y se está llevando con él a jugadores como Carmelo Anthony –sin importar la estirpe–.
Hace un tiempo, B. Stevens resignificó las posiciones del baloncesto: ahora se necesitan un base armador, un tirador y un grande que además tenga la habilidad de tirar de tres. Stevens es profeta en su tierra y lleva a cabo esta dinámica en Boston: el pequeño puede ser bien K. Irving, M. Smart, o T. Rozier III o el recientemente añadido B. Wanamaker. De tiradores está lleno el estanque: J. Tatum. J. Brown, M. Morris Sr., G. Hayward. El dominicano A. Horford es el grande que desde hace tiempo ha desarrollado la habilidad para ser más certero con su tiro exterior –eso sin contar sus aportes no-numéricos– dentro de la duela. Y para ese camino van el australiano A. Baynes y el alemán D. Theis, que este año han levantado sus números de triples: Theis ha intentado 1.3 tiros de tres por partido encestando para un 40.6%, en tanto que Baynes ha lanzado para un 32.4% de efectividad.
Esta dinámica se repite en roles bastante claros en la mayoría de los equipos que contienden por el título, cuando menos en la misma conferencia. Philadelphia tiene a B. Simmons como pequeño (aunque sea solamente nominal), con tiradores como el recientemente añadido J. Butler o J. J. Reddick. El grande que todo lo puede no es más que el camerunés J. Embiid, que esta temporada ha intentado más triples –y quizá en el intento está la recompensa–, a pesar de que en el trayecto del año (28.9%) su promedio de triples respecto al anterior ha disminuido (30.8%), su número de intentos por partido ha aumentado, pasando de 3.2 a 4.0: el peor tiro es el que no se hace.
En esa misma tónica se encuentra el equipo de Milwaukee, quien tiene en estos mismos roles a E. Bledsoe, como base armador, un grande que si bien no es tan efectivo puede ser polivalente (y quizá hacia allá se dirigían las palabras de B. Stevens respecto al basketball moderno) como el griego G. Antetoukomnpo, que lo mismo sube el balón que lo reparte que lo clava con una fuerza descomunal. A pesar de que detrás del arco ronda el 10% de efectividad, de campo anota el 58.3%, un siete por ciento más que su promedio de carrera; el grande que puede tirar es B. López, que esta temporada ha implantado récords personales respecto a los triples, con 7 intentos por juego, de los cuales concreta 2.4 para un 36.7% de efectividad. Quizá el equipo que se sale de la dinámica es el líder de la división, Toronto Raptors, que se ubica en la posición 23 de la liga respecto a porcentaje de efectividad de tiros de tres, con un 34.3%.
Sin embargo, algunos comentaristas de la cadena ESPN abordaron en una transmisión en vivo el esquema de entrenamiento de Nick Nurse, quien toma las canastas debajo del aro y a media distancia como si contasen un solo punto, mientras que las de fuera del arco de tres equivalen a cuatro puntos, con un discurso bastante claro: lo importante es el tiro exterior. Toronto ha sabido sacar provecho a las adiciones de D. Green y K. Leonard, ambos provenientes de San Antonio Spurs. El papel de Leonard es indiscutible tanto a la defensa como al ataque: si bien G. Popovich, quien lo dirigió en San Antonio, puso en entredicho su liderazgo, su repercusión en la cancha es inminente. El Green Ranger, por otro lado, lidera a Toronto con 41.5% de efectividad detrás del arco de tres. Estos dos elementos se suman a un esquema en el que ya se encontraban jugadores como K. Lowry, F. Vanvleet, J. Valenciunas, S. Ibaka, P. Siakaam, y una rotación bastante profunda que permite repartir los minutos bastante bien entre banca y titulares.
En el Oeste, los campeones añadieron a J. Jerebko tras las bajas de J. McGee y Z. Pachulia, quien ya en el primer juego de la temporada decidió el encuentro a favor de Golden State en los últimos segundos. Este ciclo, Jerebko ha anotado en el 47.5% de las veces que ha lanzado de campo, así como para el 37.1% de intentos de tres, lo que permite a S. Kerr jugar con una rotación bastante polivalente en la que están incluidos K. Durant. K. Thompson, D. Green, y el Jefe Curry. A estos estelares se le suman basquetbolistas como A. Iguodala, K. Looney, A. McKenzie, entre otros.
A pesar de que a Los Ángeles Lakers se les considera un equipo para el futuro, este texto se toma la libertad de mencionarlos como contendientes para el título por el simple hecho de contar con L. James y R. Rondo, quienes pueden elevar el nivel de jugadores como K. Kuzma, L. Ball, B. Ingram, y J. Hart –sobre todo en los playoffs–. Sin embargo, los Lakers se salen un poco de la dinámica con jugadores un poco más clásicos: centros que defienden debajo del aro antes que ser tiradores efectivos de media y larga distancia: figuras como T. Chandler y J. McGee son conocidos más bien por sus aportes a la defensiva que al ataque –quizá ahí está la esperanza de la columna vertebral joven: en lo que puedan hacer J. Hart, K. Kuzma, L. Ball y Brando Ingram –o a quien puedan traer en el futuro.
Después de una temporada en Oklahoma City en donde no todo salió como se esperaba, Carmelo Anthony llegó a los Rockets de Houston: la prensa deportiva consideraba este intento como el último real de Anthony de ganar un anillo de campeón. Anthony, un hombre que toda su vida ha sido el lanzador aislado que siempre toma el tiro sin importar el riesgo, tuvo que dejar esa dinámica atrás: lo que no le dijeron es que solo tendría 10 partidos para adaptarse al sistema del coach Mike D’Antony. De estos diez encuentros, J. Harden y C. Paul se perdieron varios, dificultando el proceso de adaptación de los jugadores a sus propios ritmos de juego. El año anterior se rompió por segundo ciclo consecutivo la marca de tiros de tres: en la temporada 16-17 se lanzaron 27 intentos por partido, de los cuales se anotaron 9.7; en 17-18 se lanzaron 29 intentos para 10.5 aciertos. Estos récords se lograron gracias a la indiscutible colaboración de Houston. Por primera vez en la historia de la Asociación, un equipo intentó más triples que dobles durante una temporada: 3470 de tres por 3436 canastas de dos puntos.
En esa misma temporada, los Rockets rompieron el número de intentos de triples por partido en dos ocasiones: la primera contra Brooklyn, lanzando 89 en total (50 de los tejanos por 39 de los de Nets). Unas fechas después, Houston y Chicago jugaron un partido en el que se lanzaron 94 intentos de tres, registrando los Rockets 18 de 57, mientras que Chicago lanzó para 8 de 37. Hace unas semanas, Houston rompió el récord de más triples encestados en un partido con 26. Hace unos días, en un encuentro entre Sacramento Kings y los Golden State Warriors, se rompió el récord de triples anotados en un partido, con 41: 20 para los de Sacramento y 21 para los campeones: 123 de los 250 puntos anotados se consiguieron por este medio.
J. Harden promedia más de 40 puntos por partido en el último mes y parece cargar con el equipo ahora que C. Paul está lesionado. Carmelo Anthony fue el chivo expiatorio de aquel difícil inicio de temporada. Los números no mienten. Si bien es cierto que sus estadísticas habían ido a la baja desde la temporada 14-15, durante 10 partidos su efectividad de campo fue más alta que la de Harden o Chris Paul, promediando 40.5% (13.4 puntos, 5.4 rebotes y media asistencia por partido), así como 32.8% de tres, anotando 2.1 de 6.4 intentos realizados. Es necesario recordar que en uno de esos partidos, Melo anotó 28 puntos que ya nadie recuerda: unos días después, en contra de Oklahoma City, Anthony anotó 2 puntos: es decir, solo logró anotar un tiro de campo de los trece que realizó ese día.
La luna de miel no sucedió, y no fue por culpa de C. Anthony: el sistema y el jugador no fueron compatibles –y no es tan difícil mirar lo números para suponerlo–. Sin embargo, su sacrificio fue la respuesta al fallido inicio de temporada de los Rockets. Quizá es simplemente que las dinámicas del baloncesto han cambiado durante los últimos tiempos y los tiradores como Anthony no son más que un arcaísmo. La respuesta, al parecer, ahora es todo o nada: morir bajo el aro o matar detrás de la línea de tres.