Con mi solidaridad para Daniel Blancas
Hace años, cuando menos desde la época de Miguel de la Madrid, se dijo que teníamos un estado obeso, al cual debería adelgazarse a como diera lugar. La receta se llevó a cabo con el malévolo Carlos Salinas de Gortari, quien vendió infinidad de empresas estatales, algunas que dejaban enormes ganancias. El objeto, dedicarse a las tareas sustanciales del gobierno y no para administrar una serie de negocios que habían llegado a manos oficiales por el quiebre de empresarios que las arruinaban.
Después, sin mayores informaciones, algunas secretarías y hasta organismos diversos se fueron agrandando, ello porque en lugar de invertir en proyectos productivos se crearon oficinas. En las administraciones de los panistas Fox y Calderón, por ejemplo, cuando México recibió más de cien mil millones de dólares por la exportación petrolera, lejos de crecer y fomentar el empleo se aumentó la burocracia y se pagaron salarios, gastos diversos y bonos a los funcionarios altos y a no pocos de medio pelo. Aunque a los de abajo se les castigó con un salario mínimo, el peor de Latinoamérica, y a otros se les contrató por honorarios profesionales porque el FMI no aceptaba que creciera, aparentemente, la burocracia.
Se hizo, pues, un engendro en el cual todos perdimos, a excepción de los altos cuadros, quienes compartieron negocios con políticos, especialmente del PRI y el PAN, lo que es muy evidente en las concesiones de gasolineras pero también en muchas otros negocios conocidos.
Frente a ese panorama, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha intentado recortar muchas plazas, aunque lo ha llevado a cabo rápidamente, sin un plan específico y afectando a miles de servidores públicos que han pasado décadas tratando de hacer su trabajo de manera cuidadosa y honrada.
Hay ejemplos de ello. En la Cofepris, en 60 días no se han liberado permisos de importación de materias primas y medicamentos, lo que puede traer graves problemas de salud; máxime si el director es José Alonso Novelo, el que no cuenta con encargados de firmar autorizaciones. En la Coordinación Nacional de Protección Civil, se dio de baja a quienes atienden los desastres naturales. En la Policía Federal, tan necesaria en estos momentos, de 3 mil a 5 mil elementos están pidiendo su retiro. En el Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación, se despidieron 200 mandos medios y altos que estaban encargados de custodiar los reclusorios. En la secretaría de Hacienda, a muchos que laboran bajo los esquemas conocidos como 1000 y 3000, o sea, por honorarios desde hace mucho tiempo, los quieren borrar del mapa. Incluso en la secretaría de la Función Pública, a un trabajador que estaba por jubilarse después de 42 años de actividades, le cerraron su oficina, le desaparecieron la computadora y lo escoltaron a la salida; hoy está al punto del infarto (La Jornada, 5 de enero).
El analista Hernán Gómez Bruera, partidario de la Cuarta Transformación, escribió: “¿Cómo explicar la serie de despidos arbitrarios e inadecuados procesados en las oficinas del sector público?”. Relata el caso de un empleado del SAT- han desalojado a 500 del sistema tributario-retenido en las instalaciones de esa institución para exigirle la renuncia. Y concluye Hernán: ¿no es dicho tipo de medidas “un error de sensibilidad humana que un gobierno de izquierda debería evitar? (El Universal, 1 de febrero).
Si además sabemos que en diciembre hubo 378 mil empleos perdidos en la actividad económica y que el gasto programable en ese mes cayó 25 por ciento, no resulta lógico que ahora se quiera sacar de la nómina a 10 mil personas más (La Jornada, 4 de enero).
Esa mala ejecución empieza a ser visible en muchas áreas. Por ejemplo, los trabajadores del INAH hicieron un plantón en el Museo Nacional de Antropología y dijeron que a los 80 años del Instituto no hay nada que celebrar y necesitan certeza en su trabajo. La UAM Xochimilco se fue a la huelga por aumento de salarios pero también para que los empleados de honorarios que llevan décadas en esa situación logren su base.
Recientemente se despidieron a Santiago Pérez, en el Museo Nacional de la Estampa, y a Daniel Goldin, en la biblioteca Vasconcelos; ambos muy reconocidos en su actividades. El segundo recibió el apoyo de miles de personas, entre ellas Elena Poniatowska, Mauricio Merino, Humberto Musacchio y otros miembros del sector cultural e intelectual del país.
De no hacer los despidos de manera cuidadosa, saldrá más caro el caldo que las albóndigas, señala Enrique Díaz, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias; en ese tenor están otras organizaciones como México Evalúa. De seguir por ese camino, el gobierno tendrá dificultades para recaudar en los siguientes meses (SAT) y ejercer el gasto (ceses en la Secretaría de Hacienda). Algo que ya es un dolor de cabeza pues en muchos lugares no se puede contratar debido a que el presupuesto no llega a las secretarías.
¡Cuidado con las medidas apresuradas y sin sentido¡
Por lo pronto, el día 9 de febrero habrá un plantón ante Palacio Nacional de miles de inconformes con estas acciones desmedidas, ya que hasta en las guarderías hay falta de presupuesto.