El jueves pasado, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, firmó un decreto en el que prohíbe a las empresas estadounidenses el uso de equipo de comunicaciones de fuentes que la administración considera amenazas a la seguridad nacional; en este caso afectando de forma directa a los productos fabricados en Asia.
Posteriormente, el gobierno norteamericano anunció que postergará hasta mediados de agosto la prohibición de exportaciones de tecnología contra la empresa china Huawei, de acuerdo con un anuncio del Departamento de Comercio. Según la dependencia, esta decisión se tomó para que Huawei y sus socios tengan tiempo “para mantener y respaldar las redes y equipos existentes y actualmente en pleno funcionamiento, incluidas las actualizaciones de software”.
Las compañías estadounidenses proveedoras del consorcio chino con chips para computadora, sufrieron fuertes pérdidas el lunes en la Bolsa de Valores, y Huawei enfrenta una caída en sus ventas de smartphones con la pérdida del software y de los servicios de Google. Alrededor de un tercio de los proveedores de Huawei son estadounidenses.
Por su parte, lo que indica Google es que los teléfonos inteligentes Huawei en existencia seguirán contando con los servicios de dicha empresa, y serán las nuevas generaciones de smartphones las que estarán marginadas de las actualizaciones.
A unas horas de la declaratoria de “estado de emergencia nacional” por la que Trump decidió castigar a la empresa china, el medio estatal del país asiático, Global Times, reprodujo la respuesta del emporio tecnológico: “Restringir la actividad de Huawei en EE.UU. dañará como última consecuencia a las empresas y consumidores estadounidenses”, además, se señaló que dicha empresa es “líder incomparable” en la tecnología 5G y extendía su mano al país norteamericano para asegurar la “seguridad del producto”.
Las razones por las cuales el gobierno de Norteamérica dice haber sancionado a Huawei es que dicha empresa parece estar al servicio político del gobierno en China, utilizando su tecnología y plataformas para el espionaje de occidente; sin embargo no se han presentado pruebas fehacientes y todo esto se da en el contexto de una guerra comercial que EU y el país asiático libran desde la llegada de Donald Trump al poder.
Actualmente, EU aplica aranceles de 25 por ciento a la mitad de los productos importados chinos, lo que significa un impuesto total de unos 250 mil millones de dólares y evalúa redoblar su desafío frente a China con medidas para gravar bienes a los 300 mil millones restantes.
“No hay ninguna razón para que el consumidor estadounidense pague los aranceles, que entran en vigor hoy en China (…) China no debería tomar represalias. ¡Solo empeorará!”, tuiteó Trump el pasado 13 de mayo, agregando que los gravámenes pueden evitarse si los fabricantes cambian su producción desde China a otros países.
Poco más de una hora después de que Trump aconsejara al gobierno chino de no responder más a los aranceles norteamericanos, China respondió a EU con una elevada a los aranceles de un 10 al 25 por ciento a 5 mil 140 productos estadounidenses por valor de 60 mil millones de dólares.
La medida se produce como represalia porque Washington incrementó el viernes su gravamen a una lista de productos del país asiático por un valor de 200 mil millones de dólares.