Europa impuso un régimen colonial mediante violencia y coerción. Ese colonialismo duró siglos, dando lugar a una gran desigualdad entre los países y propiciando la trata de esclavos y atrocidades como el apartheid en Sudáfrica, señaló Antonio Gueterres, secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La participación virtual del funcionario internacional este sábado en una Conferencia celebrada en Johannesburgo con motivo del Día Internacional de Nelson Mandela se centró en subrayar la desigualdad que define al mundo de hoy y expuso su propuesta para abordar sus raíces antes de que destruya las economías y sociedades.
Después de la Segunda Guerra Mundial, dijo Gueterres, la creación de la ONU impulsó una ola de descolonización, pero el legado de ese lastre persiste y se manifiesta a través de la injusticia social y económica, los crímenes de odio, la xenofobia, el racismo y las ideas supremacistas.
“Las economías que fueron colonizadas corren un mayor riesgo de quedarse estancadas en la producción de materias primas y bienes con poca tecnología, una nueva forma de colonialismo”, abundó Guterres.
Además de hacerse patente en el comercio, ese legado se ve en las relaciones globales de poder, en las que África es una doble víctima: primero como objetivo del proyecto colonial y luego como un continente subrepresentado en las instituciones internacionales establecidas después de la Segunda Guerra Mundial, antes de que los Estados africanos fueran independientes.
Esas instituciones no han ajustado su composición al mapa geopolítico porque las potencias erigidas tras la guerra detentan el control y se han negado a hacerlo, el Consejo de Seguridad de la ONU y el sistema Bretton Woods, son un ejemplo.
“La desigualdad empieza en la cima: en las instituciones globales. Para combatir la desigualdad hay que empezar por reformarlas”, apuntó.
El patriarcado, por su parte, añadió Guterres, es un flagelo milenario que ha colocado a las mujeres en situación de inferioridad simplemente por su género y las somete a la desigualdad y la discriminación, y las victimiza frente a la violencia de un mundo dominado por los hombres.
“La inequidad de género nos daña a todos porque evita que nos beneficiemos de la inteligencia y experiencia de toda la humanidad”, sostuvo.
El Secretario General asignó un apartado de su discurso a las nuevas tensiones derivadas de la globalización y la revolución tecnológica que, por una parte, han generado mayores ingresos y prosperidad y, por otra han contribuido a un cambio sin precedentes en la distribución del ingreso.
Esos fenómenos, dijo, permitieron que entre 1980 y 2016, el 1% del sector más rico de la población mundial captara el 27% de los ingresos y han perjudicado a los trabajadores menos calificados con las nuevas tecnologías, la automatización y el traslado a terceros países de las fuentes de empleo.
El funcionario internacional explicó también que las concesiones y la evasión fiscal han crecido y los gravámenes a las empresas han disminuido, reduciendo así las inversiones públicas en servicios básicos para luchar contra la desigualdad, como la educación, la protección social y los servicios de salud.