El inicio del segundo juicio político al presidente Donald Trump, hoy expresidente, que presidió el gobierno de Estados Unidos (20 de enero de 2017- 20 de enero de 2021), exhibe a todo color y de costa a costa la profunda descomposición del régimen político de ese país.
La acusación de la fiscalía de la Cámara de Representantes, seis legisladores, se centró en el primer día en mostrar el alcance, la gravedad, de la insurrección que llevó a la toma violenta del Capitolio el pasado 6 de enero y el papel del Presidente al alentar a la turba, no contenerla ni preocuparse por los legisladores ni senadores ahí presentes ni por su vicepresidente, al mirarla por televisión desde la casa blanca.
Fue evidente para todos que la toma del Capitolio pretendía no solo evitar la formalización del triunfo del demócrata Joe Biden en las elecciones que llevaba meses Trump acusándolo de fraude. Fraude inexistente, nunca comprobado. Al contrario, toda la presión que ejerció el expresidente para cambiar el resultado electoral había fracasado, desde la pretensión de no reconocer el voto por correo a la última demanda en la suprema corte que fue rechazada.
Más grave aún, esta crisis política demostró que detrás de ella está un complejo proceso social que con Trump avanzó hacia la consolidación de una peligrosa derecha supremasista blanca, xenófoba, iluminada, que creció explosivamente en los últimos meses de su gobierno. Así lo muestran los senadores republicanos, más de 140, que siguen a Trump y difícilmente permitirán aprobar el juicio político.