En la actualidad, de las especies de flora y fauna que se han evaluado, 40 mil están amenazadas de desaparecer; algunos grupos son profundamente vulnerables, como el de las cícadas (plantas únicas sobrevivientes de épocas remotas que compartieron con los dinosaurios y que se consideran fósiles vivientes) y el de los anfibios, afirmó Julia Carabias Lillo, de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM.
La velocidad de extinción se aceleró a partir del siglo pasado, al igual que la disminución de grupos de especies: se espera que para finales del siglo, un millón pudieran expirar o estar en alto riesgo de erradicación, añadió la experta.
Las poblaciones de vertebrados silvestres disminuyeron en 68 por ciento en los últimos 50 años, y la abundancia de insectos salvajes a la mitad, alertó la integrante de El Colegio Nacional, ganadora de la Medalla Belisario Domínguez (2017) y doctora honoris causa por la UNAM (2019).
La humanidad, continuó, ha impactado tres cuartas partes de la superficie terrestre y dos tercios de los océanos. No obstante, hoy somos 7.8 mil millones de personas y el crecimiento de la población no va a parar hasta que se estabilice entre nueve mil millones y 12 mil millones; es decir, aún vendrán entre dos mil millones y cuatro mil millones de personas más.
En la conferencia Obstáculos y pendientes para la conservación de la biodiversidad en México, dentro del XIV Seminario Rafael Martín del Campo y Sánchez, dijo que la pérdida de biodiversidad se puede detener, “y eso es lo que debemos hacer a toda costa; la situación es dura, compleja, pero tenemos que detenerla porque se puede, y no hay ninguna justificación humana que nos obligue a resignarnos, de ninguna manera”.
En la actividad organizada por el Laboratorio de Vertebrados del Departamento de Biología Comparada de la FC, Carabias Lillo recordó que este problema obedece a factores indirectos: cuántos humanos somos y cómo nos distribuimos en el territorio; la producción y el consumo que provocan actividades en los sectores agropecuario, forestal, cacería, minería, infraestructura, etcétera, elementos que provocan el cambio de uso de suelo, deforestación, sobreexplotación, introducción de especies invasivas, cambio climático, contaminación e incendios.
A futuro, dijo, se espera que el rango de distribución geográfica de las especies disminuya, dependiendo del calentamiento global. Si tenemos un incremento de la temperatura de 1.5 grados, entre 4 y 8 por ciento de las especies de insectos, aves, mamíferos y plantas, reduciría su ámbito de distribución; pero si el aumento es de 4.5 grados, el porcentaje de especies afectadas se elevaría entre 44 y 67 por ciento, y su distribución quedaría más reducida, precisó.
Los arrecifes, por ejemplo, disminuirán entre 10 y 30 por ciento la superficie que ocupan, pero se podrían reducir a uno por ciento de la cobertura actual si la temperatura llega a dos grados, alertó la destacada científica.
De no tomar acciones, “vamos al colapso, a la extinción”; en contraste, emprender medidas de conservación puede llegar a estabilizar a las especies y mejorarlas un poco, pero para ello se requieren acciones integradas.
En la reunión virtual inaugurada por Hilda Patricia León Tejeda, coordinadora del Departamento de Biología Comparada, la exsecretaria de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca consideró que la medida de mayor éxito como instrumento de política pública en diversos países es la de áreas naturales protegidas.
Aportan beneficios como la purificación del agua y el aire, almacenan carbono y mitigan el calentamiento global. Un tercio de las ciudades más grandes dependen del vital líquido de esas áreas, que también mejoran la seguridad alimentaria. La gente que habita en o cerca de ellas, vive en mejores condiciones, precisó en la sesión moderada por Kathleen Ann Babb Stanley, académica de la FC.
Antes de 1995, la zona de Cabo Pulmo era de corales y poblaciones de peces completamente abatidas; en ese año se decretó el Parque Nacional y se enriqueció en 450 por ciento la biomasa, se recuperó el ecosistema y la economía se activó, porque además de actividades tradicionales, creció el ecoturismo.
Para Julia Carabias uno de los problemas en la conservación de la biodiversidad es la ausencia de armonía en la planeación de políticas públicas, que el conocimiento científico se traduzca en ellas y que el tema de la biodiversidad se aborde en el contexto de la educación ambiental. “A pesar de la importancia de las áreas protegidas no hay compromiso social. Si alguien intentara desmantelar las pirámides de Teotihuacan, la gente se levantaría en su defensa, pero no pasa lo mismo con el patrimonio natural”.